Diario de un enoturista en Rioja

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Viernes 04 de Septiembre de 2020

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Comenzaré este artículo diciendo que quizá seré algo políticamente incorrecto, diré cosas que a algunos no gusten, pero que quizá nos haga reflexionar y no nadar en la auto complacencia, la crítica constructiva es buena.

En este verano atípico, he decidido ponerme en la piel del enoturista medio. Que mejor lugar que las bodegas de Rioja para testar el nivel y la calidad de nuestro enoturismo. En la red y en la literatura especializada he leído que la industria enoturística española adolece de cierto atraso con respecto a otros destinos como Italia, Francia o Estados Unidos. Conozco las virtudes (pocas) y los defectos (muchos) de la mayoría de las bodegas del centro peninsular, las que más he visitado. Enoturismo de acero y barrica, ves una bodega y ves todas se podría pensar. Se elaboran planes de enoturismo por imitación, "a ver que hace el vecino". Sí, puede ser una crítica, pero desde la perspectiva de que hay que aportar más. Imagina que tienes todos los materiales para realizar una bonita casa pero solo usas ladrillo y cemento. La casa se verá bien hecha pero no será destacable. La cultura del vino es inmensa y no solo está hecha de una bodega, sus viñas y sus salas de elaboración. Hay algo más importante que todo ello, es la raíz. La raíz es lo intangible, es el sentimiento, la motivación. Es la historia de la bodega, las motivaciones personales que hicieron embarcarse en la aventura del vino, el sentido que queremos darle al vino. Creo que ya he dado demasiadas pistas. Cada bodega de las tres que visité tanto en La Rioja como en País Vasco no solo tienen esto de lo que hablo, todas lo tienen, sino que también saben transmitirlo, otra pista.

Me resultó complicado elegir bodegas entre el mar de oferta enoturística de la zona. El primer punto positivo y que me sorprendió, quizá porque me he acostumbrado a solicitar por email una visita y no recibir ninguna noticia, es recibir respuesta en menos de 48 horas. Llamadme loco, pero si en tu web tienes un formulario de contacto o una dirección de mail es para contestar las consultas y peticiones que te llegan.

Elegí una bodega pequeña, una mediana y una grande, hablando en términos de producción de botellas, y ya que este artículo es un diario de enoturismo, hablaré de cómo fue la visita y no tanto de lo que me explicaron sino de lo que me transmitió.

Recorriendo una sinuosa carretera rodeada de viñedos y después de superar prestigiosas y despampanantes bodegas como las de Marqués de Riscal en El Ciego o Marqués de Cáceres en Cenicero llegué a Laguardia. Para quien no lo conozca, Laguardia es un precioso pueblo que aún conserva su trazado medieval y en cuyas estrechas calles puedes saltar de bar en bar, de chiquito en chiquito o comprar productos locales en coquetas tiendas de ultramarinos de las de siempre. Pero si destaca Laguardia no solo es por lo que se ve, sino por lo que hay bajo tierra, un entramado de galerías subterráneas del siglo XIII que perdida su función defensiva hacia el siglo XVI, comenzaron a usarse como bodegas para la elaboración de vino.

Bodegas El Fabulista es un ejemplo de ello y hoy en día la única que sigue haciendo vino en el casco histórico, por una razón romántica y también por una cuestión de suerte, ya que su situación le permite que los camiones con la uva puedan descargar a pie de bodega.

La visita comenzó con una introducción a la historia de Laguardia para así poder entender un poco más las particularidades de la bodega. Seguimos con el discurso del tanino que no puede faltar en cualquier bodega, una explicación en donde la gente trata de entender que es un polifenol y que demonios pinta en el vino que luego bebe. Ya entrados en harina, la explicación sobre la elaboración de los vinos que se realizó en diferentes lugares de los calados subterráneos, bellos y misteriosos como las celdas en donde estuvo preso el Conde de Montecristo. Antes de la cata no faltó un alegato sobre los vinos de Rioja que me resultó algo elitista, hablando de vinos un escalón por encima de los demás por ser de Rioja. Esto daría para varios artículos pero solo diré que vinos mejores y peores los hay en todas las denominaciones, el mejor vino es el que le gusta a uno. Los vinos bajo el amparo de las denominaciones cumplen con unos estándares de calidad, pero algunos son solo eso, vinos estándares, y otros son diferentes, pero como los vinos que se elaboran fuera de las denominaciones, los hay mejores y peores.

Finalmente, realizamos una cata, en donde se nos dio alguna noción algo técnica pero que siempre ayuda a los no iniciados, conozco lugares que por esos cuatro conceptos básicos te cobran 30 euros y lo llaman curso de cata.

La visita me resultó muy completa, no solo se ciñe a una parte teórica y metódica como otras bodegas, sino que sabe relacionar el origen histórico con la elaboración de sus vinos y la filosofía de la bodega y saben transmitirlo al visitante creando marca a partir del origen y del personaje, en este caso Félix María Samaniego.

Mi segunda " experiencia " enológica me llevó al pequeño pueblo de Badarán, donde el vino es el verdadero protagonista del lugar, tal como reza el lema que te recibe a la entrada, "Badarán, vino, chorizo y pan ".

Las Bodegas David Moreno son el fruto de la lucha de un verdadero emprendedor que decidió seguir el dictamen de sus sueños y regresar a su pueblo para hacer vino. David Moreno, tuvo que emigrar con su familia a Barcelona pero jamás olvidó su origen. Años después, tras una carrera de esfuerzo y trabajo en la SEAT, regresó a Badarán y a partir de 1988 adquiere su propia bodega que ha ido ampliando poco a poco con no pocas dificultades. La visita de la bodega se centra en el aspecto personal, un bonito vídeo donde el protagonista nos saluda y nos hace sentir como amigos inicia la visita. Después explicaciones de los calados, una breve explicación de la elaboración y de la importancia de la barrica, explicación in situ de diferentes duelas incluida. Por último la omnipresente cata de dos vinos, un crianza y un reserva. De las tres visitas, esta fue en la que menos me transmitió la guía encargada de realizar el recorrido. Aún así, por la belleza de la bodega y la historia personal que tiene detrás, mereció la pena acercarse a ella.

Como colofón a esta aventura veraniega, mi última visita fue a las históricas Bodegas Bilbaínas en el Barrio de la Estación de Haro, la llamada capital del vino de Rioja. Bodega histórica que juega en la liga de las grandes bodegas y que tras diferentes vicisitudes empresariales que ahora no vienen a cuento, lleva varios años en pleno proceso de adaptación al nuevo mercado y buscando nuevos nichos en la jungla vinícola. Ya desde la entrada, Bodegas Bilbaínas respira un halo de historia y magia del que pocas bodegas en Rioja pueden presumir, por mucho que nos vendan edificios rimbombantes o agresivas campañas de marketing. Fundada en 1901, poseen el registro embotellador más antiguo de La Rioja y más allá de sus marcas más comerciales, realizan también diferentes ediciones especiales y vinos de parcela monovarietales cuidados al mínimo detalle. La visita me resultó la más rigurosa y completa, iniciándola en el lugar donde comenzó todo, copa en mano.

Sus impresionantes y desaprovechados calados, me consta que están resolviendo esto, evocan a otra época, donde el vino descansaba como el hijo único al que arropas todos los días antes de dormir. A mi espíritu romántico le cuesta hablar de bodegas de millones de botellas, no obstante he de reconocer que Bodegas Bilbaínas ha hecho desaparecer algún prejuicio que tenía sobre las grandes bodegas.

Las salas impolutas en donde descansan las barricas son el nexo de unión entre la bodega clásica y la moderna. Asusta y maravilla a partes iguales el orden de las barricas de las que saldrán varios cientos de miles de botellas.

Otro punto a favor fueron las explicaciones a pie de viñedo sobre parcelas, clasificación de las calidades de la uva o sistemas modernos de monitorización y control de las cosechas.

Una visita profesional y sin mácula no por ello exenta de esencia y personalidad.

Tres visitas diferentes, tres imágenes de marca construidas desde la historia, la marca personal y la marca de prestigio. Un modelo de visita estándar con sus variantes según cada bodega. Ejemplos de enoturismo que con más o menos medios saben transmitir algo al visitante.

El enoturismo, no lo olvidemos, es turismo principalmente. Buscamos vivir algo distinto, coleccionar recuerdos y momentos de nuestro viaje, como esa vista desde la Torre Eiffel o el Empire State. La explicación de los grados a los que fermenta el vino se nos olvida a los 10 minutos pero la imagen de un calado, la humedad que cala hasta los huesos pero que no molesta porque estamos a gusto junto a personas que nos importan, eso jamás lo olvidamos.

Tres visitas, tres bodegas que volvería a visitar, tres formas de ver el vino de los millones que existen. Solo espero que cada bodega de España sepa encontrar su camino y que nosotros lo recorramos, será la señal inequívoca de que lo estamos haciendo bien.

Un artículo de Jorge Pérez
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