La viticultura alemana afronta su mayor crisis en décadas por costes y caída del consumo

Miércoles 08 de Octubre de 2025

Expertos advierten de cierres masivos mientras el sector debate soluciones y el futuro del vino nacional

La viticultura alemana atraviesa una de las peores crisis de su historia reciente. El sector sufre un aumento de los costes de producción, una caída en el consumo de alcohol y una bajada de precios que pone en peligro la viabilidad de muchas explotaciones. Según varios expertos, la situación es tan grave que algunos la comparan con la peor desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Aunque el descenso en las ventas de vino alemán se ha producido de forma gradual en los últimos años, la situación se ha agravado en los últimos meses y ha llegado a la opinión pública.

El pasado 4 de septiembre, representantes del sector se reunieron con el ministro federal de Agricultura, Alois Rainer, quien reconoció la gravedad de la situación y prometió apoyo estatal. Sin embargo, el debate público se intensificó tras la creación en primavera de la “Iniciativa para el Futuro de la Viticultura Alemana”, que alertó de que la mitad de las bodegas podría declararse en quiebra en los próximos meses. Aunque la mayoría de los expertos no niega la gravedad del momento, consideran que estas cifras son exageradas y que algunas de las propuestas de la iniciativa no cuentan con el respaldo general del sector.

La raíz del problema es múltiple. Según la profesora Simone Loose, directora del Instituto de Economía del Vino y Bebidas de la Universidad de Geisenheim, el sector afronta un aumento de los costes, una reducción del consumo y cambios demográficos que han provocado un desequilibrio importante. Actualmente, la producción supera al consumo en un 30%. Los productores que venden principalmente vino a granel son los más afectados, ya que los precios han caído tanto que no cubren ni los costes variables. En 2024, el precio mayorista del vino a granel se situó entre 40 y 60 céntimos por litro, mientras que los costes de producción alcanzan 1,20 euros por litro.

Algunas propuestas para revertir la situación han generado debate. La Iniciativa para el Futuro pidió a los consumidores alemanes que compren una botella más de vino nacional al año en lugar de importado. Sin embargo, desde la Universidad de Geisenheim se considera que este tipo de llamamientos no resuelven el problema de fondo, ya que el mercado no responde a campañas basadas en la compasión o en argumentos morales.

La relación entre la nueva iniciativa y los organismos tradicionales del sector tampoco es sencilla. En agosto, la iniciativa acusó públicamente a los principales sindicatos vitivinícolas de minimizar la gravedad de la crisis. Christian Schwörer, secretario general de la Asociación Alemana de Viticultores (DWV), rechaza estas acusaciones y asegura que llevan meses informando sobre la gravedad de la situación. Schwörer añade que, además del aumento de costes y la caída del consumo, el sector debe afrontar una burocracia cada vez mayor y dificultades en el comercio internacional, como los aranceles en mercados clave.

La DWV afirma que lleva años dialogando con las autoridades y defendiendo soluciones a largo plazo. Schwörer considera que será necesario reducir la superficie cultivada, bien mediante descansos temporales o arranques definitivos. Esto afectaría sobre todo a las bodegas que han invertido en ampliar su tamaño y plantilla para ganar eficiencia, pero que ahora sufren problemas de liquidez por el descenso en las ventas y los precios.

Tanto Schwörer como otros expertos insisten en que es necesario impulsar el consumo de vino alemán y avanzar en la diferenciación de las zonas productoras. La reforma del etiquetado iniciada en 2021 busca dar más visibilidad a las características propias de cada región. Steffen Christmann, presidente de la Asociación de Bodegas de Calidad (VDP), considera que el sector debe centrarse en vinos reconocibles y con identidad propia, en lugar de ofrecer una gama demasiado amplia que confunde al consumidor. Christmann señala que durante décadas el sector se ha centrado casi exclusivamente en el mercado nacional y en grandes cadenas de distribución, sin tener en cuenta si esa estrategia era la más adecuada.

Los intentos por cambiar el modelo han sido numerosos en los últimos veinte años, pero las discusiones entre asociaciones no han dado resultados concretos. Muchos productores han preferido mantener el modelo actual sin restricciones. Los datos económicos muestran la dificultad del sector: según el informe agrario del Gobierno federal para 2022/23, una bodega media obtiene unos beneficios anuales de 74.000 euros, lo que supone menos de 11 euros por hora trabajada tras impuestos y cotizaciones, por debajo del salario mínimo legal.

La tendencia a la baja en el consumo parece irreversible. La científica Larissa Strub, también del Instituto de Geisenheim, prevé que la demanda seguirá cayendo al menos durante los próximos veinte años. El ritmo del descenso es incluso más rápido de lo previsto inicialmente. Esto podría llevar a que dentro de dos décadas solo se comercialice la mitad de la superficie actual de viñedo.

En este escenario, las bodegas tendrán que adaptarse como cualquier otra empresa: aumentar sus ingresos, asegurar su cuota de mercado y captar nuevos clientes para compensar el aumento de costes. La supervivencia dependerá de la capacidad para innovar y responder a las nuevas condiciones del mercado.

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