Martes 14 de Octubre de 2025
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El vino siempre ha sido un fiel reflejo del clima. Las uvas cuentan la historia de cada cosecha: un verano cálido, una primavera lluviosa, una helada inesperada. Pero en los últimos años, esa relación natural entre el viñedo y su entorno ha entrado en una etapa decisiva. El cambio climático ya no es un debate científico ni un pronóstico lejano: está modificando la vitivinicultura en todo el mundo.
Los grandes clásicos del vino enfrentan nuevos desafíos. Regiones históricas como Burdeos o Rioja registran vendimias cada vez más tempranas, con mayor graduación alcohólica en los vinos. Al mismo tiempo, aparecen áreas emergentes en latitudes impensadas hace apenas dos décadas: Inglaterra, Bélgica o incluso zonas nórdicas que hoy se animan a plantar viñedos gracias al aumento de temperaturas.
En Argentina, el cambio se traduce en una búsqueda constante de altura. Mendoza y Salta avanzan hacia viñedos que superan los 1.500 y 2.000 metros sobre el nivel del mar, donde el clima fresco permite preservar acidez y elegancia en los vinos.
El calentamiento global no afecta a todas las variedades por igual. Mientras la Malbec ha mostrado gran capacidad de adaptación en distintos terruños, otras cepas más delicadas enfrentan mayores riesgos. En Europa, la incorporación de variedades históricamente mediterráneas en regiones más frías ya es una realidad: la garnacha o la touriga nacional aparecen en viñedos donde antes solo reinaba el cabernet.
El cambio climático también está impulsando prácticas innovadoras en bodega y en viñedo. El riego por goteo inteligente, la gestión de la canopia para proteger los racimos del sol, y la vinificación con menos extracción son estrategias cada vez más habituales.
Más allá de la técnica, lo que está en juego es la identidad misma del vino: ¿seguiremos reconociendo el carácter de un Malbec mendocino o un Pinot Noir de la Borgoña dentro de 30 años?
Aunque la amenaza es real, el vino también encuentra oportunidades. El surgimiento de nuevas regiones amplía la diversidad del mapa vitivinícola global. El consumidor curioso podrá descubrir vinos de Escandinavia, Canadá o del sur de Chile con perfiles inesperados.
La historia del vino demuestra su resiliencia: ha sobrevivido a plagas, guerras y crisis económicas. Hoy, frente al cambio climático, la industria vuelve a reinventarse. Lo que bebamos en el futuro será, sin dudas, el resultado de esa adaptación.
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