Martes 20 de Mayo de 2025
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Hay experiencias que trascienden lo gastronómico, que logran conmover, descontracturar, inspirar y hacernos sentir parte de algo más grande. Así fue mi noche en BOILING, una propuesta única en Buenos Aires que se atreve a romper con todos los esquemas. Desde que crucé la puerta de Casa Donado 831, supe que no iba a vivir una cena tradicional. No había mesas asignadas ni mozos formales; el espacio vibraba como una fiesta en casa de un amigo muy creativo y muy gourmet.
La cocina estaba completamente abierta, el vino fluía con generosidad y la música envolvía cada rincón. Pero lo más llamativo era la libertad con la que cada comensal se movía por el lugar. Algunos elegían comer sentados en sillones, otros en la barra, varios de pie con la copa en mano, y más de uno no dudó en ponerse a bailar entre plato y plato. Esa libertad absoluta, sin etiquetas ni rigideces, me hizo sentir increíblemente cómoda desde el primer momento.
Lo notable de BOILING es que se presta tanto para ir en grupo de amigos como en pareja o incluso solo. El ambiente está diseñado para la interacción, para sociabilizar con desconocidos, compartir risas, brindar con quien tenés al lado y terminar en una charla improvisada mientras esperás el próximo paso del menú.
La propuesta es el resultado de la alianza entre Ale Langer —el mismo de Cocina Discreta y Noche de Cúpulas— y Nicolás Díaz Martini, chef de Sál, un restaurante de cocina nórdica recomendado por la guía Michelin. Juntos lograron algo extraordinario: una experiencia que parece espontánea, pero está cuidadosamente pensada. Un menú de siete pasos, colaborativo, donde los chefs cocinan ahí mismo, frente a nosotros, compartiendo el proceso, charlando, a veces hasta bailando mientras flambeaban los ingredientes (sí, esa llama que salta desde la sartén y parece sacada de un show).
En medio de una de esas escenas con fuego y aplausos, me encontré en la cocina cantando con un par de chicas “Dame Fuego” para alentar al cocinero que tenía todo literalmente on fire. Esa mezcla de humor, complicidad y adrenalina espontánea fue uno de los momentos más genuinos de la noche. Sin darnos cuenta, habíamos pasado de comensales a cómplices de la escena.
Porque BOILING, los chefs también son DJs. Ellos eligen la música que acompaña la velada, mezclando sonidos electrónicos con ritmos que van construyendo una narrativa sensorial. Cada canción acompaña el ritmo de los platos, marca el pulso de la noche y mantiene la energía viva. No hay un segundo que se sienta vacío.
Y los platos… qué decir de los platos. Creativos, precisos, exquisitos. No hay carta, no sabés lo que viene, pero cada paso sorprende, emociona, y dialoga con el anterior. Todo acompañado por vinos de Bodega Luigi Bosca que armonizan sin robar protagonismo.
BOILING no es un restaurante, ni una cena temática. Es un ritual contemporáneo, una celebración del presente, de lo inesperado, de lo sensorial. Me fui con la sensación de haber viajado sin salir de la ciudad. De haber sido parte de algo irrepetible.
Si tenés la oportunidad, no lo dudes. Reservá, entregate y dejate llevar. Vas a comer increíble, sí, pero además vas a brindar con extraños, aplaudir fuegos en la cocina y quizás, como me pasó a mí, terminar cantando y riéndote sin culpa en medio de una noche inolvidable.
Brindo por más experiencias que salgan del molde, ¡Salud!
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