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El vino de Jerez es mucho más que una bebida: tiene historia, tradición y un sabor muy particular. Si alguna vez te ha parecido complicado por la amplia gama que ofrece al consumidor o no sabes por dónde empezar para disfrutarlo, no te preocupes. En este artículo veremos 5 ideas prácticas para entenderlos mejor y disfrutarlos como se merece, sin complicaciones. ¿Me acompañas?
Un vino de Jerez bien servido, a su temperatura ideal, marca la diferencia ya que influye mucho más de lo que parece. No todos los estilos se disfrutan igual, y conocer su crianza te puede dar una buena pista sobre cómo servirlos.
El vino de crianza biológica, como el Fino, se desarrolla bajo un velo de flor que lo protege del aire. Esto les da un carácter fresco, seco y muy delicado. Para que conserve esa vivacidad y se exprese bien en boca, lo ideal es servirlo frío, entre 6 °C y 8 °C. A esa temperatura se notan más sus notas salinas y su ligereza.
En cambio, los vinos que tienen una crianza oxidativa, como el Amontillado, el Oloroso o el Palo Cortado, se crían en contacto con el oxígeno. Eso les aporta más cuerpo, complejidad y aromas intensos. Para disfrutar todos esos matices, es mejor servirlos algo más templados, entre 12 °C y 14 °C. Esa temperatura permite que se abran y muestren toda su riqueza sin resultar pesados.
La elección del recipiente influye significativamente en la experiencia de degustar un vino de Jerez. Aunque una copa de vino blanco puede servir, el catavino de Jerez es la opción más recomendada. Con su forma ligeramente abombada y borde estrecho, está diseñada para concentrar los aromas y dirigirlos hacia la nariz, permitiendo apreciar mejor los matices de cada tipo de Jerez.
En entornos más tradicionales, como los tabancos jerezanos, es común servir el vino en vasos de cristal grueso, conocidos como vaso, vasuco o vasito. Estos recipientes se utilizan especialmente para vinos a granel de calidad o mostos.
Si solo has probado el Fino, te estás quedando en la puerta de un mundo enorme por descubrir. El vino de Jerez no es un único estilo, sino una familia completa de vinos muy distintos entre sí, tanto en aroma como en sabor y estructura. Desde la frescura salina del Fino hasta la profundidad de un Oloroso, cada tipo cuenta su propia historia y tiene un carácter muy definido. Luego están el Amontillado o el Palo Cortado, que combinan lo mejor de la crianza biológica y oxidativa, ofreciendo una complejidad única. Y para los que prefieren lo dulce, el Cream, Pedro Ximénez o el Moscatel son auténticos postres embotellados, densos y golosos.
Cada estilo de Jerez ofrece una experiencia distinta, y parte del encanto está precisamente en irlos descubriendo poco a poco. No se trata solo de elegir "el mejor", sino de encontrar el que mejor encaje con tu momento.
Participar en una cata guiada es una de las mejores formas de conocer a fondo el vino de Jerez. No hace falta ser un experto: basta con tener curiosidad y ganas de disfrutar. En una cata no solo aprendes a identificar aromas y matices, también descubres qué estilos se producen en el Marco de Jerez. Y, además, es una experiencia divertida y amena.
Pero si hay algo que hace especialmente versátil al Jerez, es su capacidad para maridar con casi cualquier tipo de comida. Es un vino que no se queda en el aperitivo: puede acompañar toda una comida de principio a fin. Por ejemplo, un Fino es el perfecto acompañante del jamón ibérico, mariscos o pescados. El Amontillado, con su carácter más complejo, combina muy bien con quesos curados, guisos o platos especiados. El Oloroso, más potente, puede acompañar carnes de caza o estofados. Y el Pedro Ximénez, dulce e intenso, es ideal con postres o quesos azules. La clave está en experimentar.
Visitar las bodegas y viñas más emblemáticas de Jerez de la Frontera o El Puerto de Santa María es la mejor forma para conocer el origen del vino de Jerez.
Pasear por una bodega tradicional, con sus naves silenciosas, sus botas centenarias y ese aroma a crianza y madera, es una experiencia difícil de olvidar. Escuchar a los enólogos o conocer in situ cómo funciona el Sistema de Criaderas y Soleras, hace que veas cada copa con otros ojos. Ya no es solo un vino: es una tradición que se ha transmitido durante siglos. Y es que el vino de Jerez no nace por casualidad. Es el resultado de un clima único, de suelos con personalidad, y de un trabajo en bodega genuino en todo el mundo.
Para disfrutar del vino de Jerez no hace falta ser un entendido ni saberse de memoria cada estilo. Lo único que necesitas es curiosidad y ganas de descubrir algo nuevo. Lo importante es probar, dejarse sorprender y, sobre todo, disfrutar. El Jerez es un vino que se entiende mejor con el tiempo, sin prisas y con todos los sentidos abiertos.
Así que ya sabes: sigue explorando, mezcla, cata, pregunta, repite... y compártelo. Porque al final, el mejor vino no es el que más sabes describir, sino el que más disfrutas. ¿Tienes ya tu catavino a mano?
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