Vilma Delgado
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El proceso de elaboración del vino, con sus múltiples etapas y técnicas, es un arte que ha sido perfeccionado a lo largo de siglos. Entre estas técnicas, el uso de barricas de madera, particularmente de roble, destaca por su impacto significativo en las características finales del vino. En este contexto, surgen dos términos esenciales: "fermentado en barrica" y "crianza en barrica". Aunque a menudo se emplean de manera indistinta, estas expresiones aluden a procesos distintos con efectos diferenciados en el vino. Este artículo busca esclarecer estas diferencias y orientar al consumidor en su elección.
Cuando nos referimos a un vino "fermentado en barrica", estamos hablando de un proceso donde el mosto (zumo de la uva) se coloca directamente en barricas de madera para iniciar la fermentación. Este método es más habitual en la elaboración de ciertos vinos blancos. Durante este proceso, el contacto inicial y prolongado con la madera influye de manera significativa en las características organolépticas del vino, aportando complejidad y matices únicos.
Por otro lado, la "crianza en barrica" implica que el vino, ya fermentado, es traspasado a barricas para su maduración. Este período de guarda puede variar en duración, pero siempre se realiza tras completarse la fermentación. La crianza en barrica es común tanto en vinos tintos como blancos y es clave para desarrollar la estructura y los aromas secundarios que caracterizan a vinos de alta calidad.
Es importante destacar que muchos vinos que se fermentan en barrica también se someten a un período de crianza en la misma. Esta práctica resulta en una integración más armónica de las notas aportadas por la madera. Sin embargo, es poco común encontrar vinos que, tras fermentarse en barrica, se trasladen a tanques de acero para su maduración.
Los vinos tintos, debido a la necesidad de fermentar junto con los hollejos para obtener su color característico, suelen fermentarse en recipientes más grandes, como cubas de acero inoxidable o de madera, y posteriormente se crían en barricas. Este proceso difiere significativamente del empleado para los vinos blancos, donde la fermentación en barrica es más común.
Curiosamente, los vinos que han fermentado y madurado en barrica tienden a tener un carácter menos dominado por la madera en comparación con aquellos que únicamente han sido criados en barrica. Esta aparente contradicción se debe a la forma en que la madera interactúa con el vino durante las diferentes etapas de la vinificación.
Para los aficionados al vino que buscan un perfil complejo y evolucionado, con una presencia más sutil de la madera, especialmente en los vinos blancos, se recomienda optar por aquellos etiquetados como "fermentados en barrica". Esta elección asegura una experiencia enológica enriquecedora y matizada, reflejando la habilidad y el cuidado puesto en cada etapa del proceso de vinificación.
Entender las diferencias entre la fermentación y crianza en barrica es esencial para apreciar la diversidad y riqueza del mundo vinícola. Esta comprensión no solo enriquece la experiencia del consumidor sino que también contribuye a una elección más informada al momento de adquirir vinos.
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