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La botella de vino existe en la actualidad por una evolución histórica que se inicia con la fabricación del vidrio hace unos 3.000 a 5.000 años en el litoral de la antigua Fenicia (los actuales Israel, Siria y Líbano) en la desembocadura de río Belus.
Sin embargo, pese a que existen escritos de esta época sobre los primeros recipientes de vidrio, habrá que esperar algunos siglos hasta que se da forma a la primera botella.
Aunque en la antigüedad el vidrio se utilizó para diversos fines de la actividad humana, la aparición de la botella como envase procede de principio del siglo XVIII, pues hasta entonces se utilizaban otros recipientes para el transpone y comercialización del vino, tales como ánforas, pellejos, odres, toneles, etc.
Aunque no existen evidencias definitivas, varios autores afirman que el nombre de 'botella' procede del latín "buttis" que significa tonel y su diminutivo es "butticula", posiblemente porque en sus orígenes las botellas no tenían las formas actuales y eran más parecidas a toneles o ánforas en diminuto.
En la actualidad la definición de una botella corresponde a un recipiente alargado de vidrio con cuello estrecho, que sirve para contener, conservar y transportar líquidos.
La evolución de la forma de la botella a partir de su aparición, donde tomaba un aspecto de cebolla, pasa por un alargamiento del envase hasta alcanzar el perfil de un formato "borgoñesa", a partir de la cual derivaron hasta nuestros días otros tipos como: "bordelesa", "champañesa", "renana", "jerezana", etc.
El volumen, la forma de la botella y el cuello de la misma variaban notablemente en un principio debido a una fabricación artesanal, pero a partir de principios del siglo XX es cuando aparece la fabricación mecánica de las botellas, lo que permite obtener producciones de formato regular, permitiendo la mecanización de las operaciones del embotellado e impulsando la comercialización a gran escala del vino.
Debido a sus excelentes propiedades el vidrio sigue siendo el material más utilizado en la fabricación de botellas para vinos.
Aunque con otras bebidas se suelen emplear otros materiales, como el polivinilo (PVC) o el polietileno (PET), materiales que aunque también son transparente, rígidos y resistentes a los impactos, presentan algunas desventajas para el vino como son cierta permeabilidad frente al oxígeno, especialmente si su consumo no es inmediato, así como posibles transferencias de sustancias al vino, también con el paso del tiempo. Todo ello hace desaconsejable este tipo de envases para la guarda mínima en botella a la que han de someterse todos los vinos, incluso los jóvenes, al menos en la bodega.
Las botellas de vidrio requieren por tanto de un proceso de fabricación mucho más complejo, que implican mayores costes frente a las botellas de plástico que son más ligeras, más económicas y resistentes a roturas, pero que ofrecen peor calidad para el vino.
La fabricación de las botellas es un proceso muy curioso, tal y como nos explican en Verallia, líderes mundiales en la fabricación de este tipo de envases. El vidrio puede ser definido a la vez como una sustancia dura y frágil, generalmente transparente o traslúcido, muy resistente al agua, a la luz y a los agentes químicos, que se produce por la solidificación de una masa fundida de silicatos y boratos.
Esta masa se mantiene en estado amorfo una vez sólida y pasa por diversos estados intermedios, desde el muy fluido a unos 1.000° C. hasta espeso o viscoso a 400° C, donde en este último estado se le pueden dar distintas formas por diversos procedimientos mecánicos.
Los vidrios más comunes son los silíceos-sódicos-cálcicos, que definen sus componentes minerales más importantes, aunque contienen además otras sustancias que mejoran sus características mecánicas, químicas y ópticas.
En la actualidad se utiliza cada vez con mayor frecuencia como materia prima el vidrio reciclado, pudiendo además mezclarse determinados minerales para colorearlo, o bien los opacificantes para impedir que el vidrio sea atravesado por la luz.
Los colores de las botellas de vidrio más extendidos
La influencia del color del vidrio sobre el vino ha sido ampliamente estudiada, donde el color ámbar filtra con gran eficacia los efectos negativos de la luz y especialmente la de las lámparas fluorescentes, siguiendo el vidrio especial anti UV, luego el de color verde común o esmeralda de efectos oxidantes, y por último el incoloro de propiedades reductoras, sobre todo frente a los vinos blancos y espumosos, donde se puede desarrollar la "enfermedad de la luz" o "sabor a luz" procedente de la crianza en botella.
El origen del color del vidrio de las botellas de vino está en que antiguamente no se conocía la manera de depurar y filtrar las impurezas del vidrio y éstas teñían las botellas de un color ambarino y turbio, un defecto en su fabricación que se convertía en una ventaja para la mejor conservación del vino, al protegerlo de la luz directa.
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