El suelo es el soporte de la vid y almacén de carbono

Domingo 06 de Febrero de 2022

El suelo es el mayor almacén terrestre de carbono del planeta y soporte físico de plantas y cultivos, así como la base de todas las cadenas alimentarias y de la biodiversidad superficial. Un suelo sano contribuye a la protección de la salud humana, a la reversión de la pérdida de biodiversidad, al suministro de alimentos sanos, a la paralización de la desertificación y a la degradación del mismo.

Se trata de contemplar el suelo desde un punto de vista agronómico, pues teniendo en cuenta la polisemia del término, la respuesta puede ser variada y diferente desde el punto de vista de un geólogo, de un ingeniero de caminos, de un ingeniero de minas, de un arquitecto, etcétera.

Para llegar al concepto de suelo vitícola, de acuerdo con algunos tratadistas, debe distinguirse entre el suelo natural y el suelo agrícola. El suelo natural es la formación de estructura dúctil y diferente grado de espesor debido a la transformación de la roca madre subyacente, teniendo en cuenta la influencia de factores físicos, químicos y biológicos sin intervención del ser humano. El suelo agrícola es el resultado de la modificación del suelo natural efectuada por el ser humano mediante la aplicación de técnicas agrícolas. Por último, el suelo vitícola será el resultado de la modificación del suelo natural en función de criterios geográficos, ecológicos y económicos para obtener un crecimiento y desarrollo de la vid óptimo y un producto, el vino, de elevada calidad.

En el ámbito de la viticultura, la vid se mantiene en una amplia variedad de suelos, pero no es menos cierto que su composición química define las características de la uva producida en la viña y del vino elaborado a partir de ella. Es conocido que el vino de calidad se desenvuelve muy bien en suelos pobres, sueltos y profundos para que su sistema radicular siga avanzando y creciendo.

En efecto, aunque la vid se adapta con facilidad a diferentes tipos de suelo, lo cierto es que la vocación vitícola de los mismos viene marcada originalmente por su origen geológico. Consecuentemente, vinos elaborados con las mismas variedades sobre suelos provenientes de distintas rocas madres no resultan iguales con un clima muy similar.

La composición de los suelos varía en función de su profundidad. Sin embargo, en ocasiones el cambio en la composición de los suelos se produce no lenta, sino bruscamente, existiendo un límite neto entre dos bandas contiguas con diferentes características como el color, la textura, etcétera. Cada una de esas bandas que se aprecia en el perfil del suelo se denomina horizonte. Y, así, en el suelo podemos encontrar principalmente tres estratos u horizontes:

Horizonte A. Es el suelo superficial, el que se trabaja en las labores agrícolas, recibe las precipitaciones y resulta el más rico en vida -microorganismos, insectos, flora silvestre- y materia orgánica. Las raíces tienen tendencia a ser perezosas y podrían colonizar con preferencia esta zona si es muy rica en nutrientes y acumula agua, con lo que la planta queda expuesta a la sequía.

Horizonte B. Es el estrato intermedio entre los horizontes A y C que resulta más compacto que el horizonte A, siendo lo más idóneo que sea profundo. Aquí se almacena reserva de agua y debería ser el área de expansión principal de las raíces. Suele presentar una textura más arcillosa al proceder de la roca madre o por lavado y arrastre del horizonte A.

Horizonte C. Es la roca madre, más o menos alterada, a partir de la cual se desarrolla el suelo y que puede ser más o menos permeable (puede asimilar agua: positivo, o impedir su drenaje: negativo) o penetrable por la raíz, y del cual se derivan los otros horizontes A y B.

Hay algunos suelos con auténtica personalidad geológica que están vinculados a los viñedos que sustentan y a los vinos que producen como es el caso, entre otros, de los suelos siguientes: los suelos volcánicos del valle de la Geria en Lanzarote; los suelos denominados "albariza" típicos del Marco de Jerez, formados por microfósiles muy ricos en restos de plancton tanto silíceos -diatomeas- como calcáreos; los suelos denominados Llicorella, característicos del Priorato que se asientan sobre pizarras oscuras que presentan un alto grado de alteración y, por último, los suelos de una zona vitivinícola de la DOP Ribera del Duero, situada entre las localidades de Sardón de Duero y Peñafiel, correspondientes a las terrazas del Duero.

Con razón, el buen vino se hace en la viña.

Un artículo de Alfredo Gómez Pascual

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