Javier Campo
Miércoles 17 de Septiembre de 2025
"Bares, que lugares. Tan gratos para conversar..." Algunos recordarán la letra de la canción de Gabinete Caligari. Es de 1986 y podría seguir "funcionando". Los bares forman parte de la cultura española. Hay algunas nuevas generaciones que piensan que un bar es un local de borrachuzos, broncas y viejunos. Por esa misma regla de tres, una discoteca es un local de borrachos, drogados, broncas y niñatos. Y, por supuesto, ni una cosa, ni la otra.
Si se llama bar, es cutre. Si se llama gastrobar, ya gusta más. Y si es un food & drinks, un bruncher o un coffee shop, entonces es lo máximo. Pero ni siquiera en los nuevos locales, suceden las cosas que pasan en un bar. Os pondré algunos ejemplos históricos. El programa de alcohólicos anónimos (curioso) nació en un bar allá por el 1935 en Ohio, Estados Unidos. Otra cosa tan importante socialmente como el futbol, también nació en un bar. No la ejecución, obviamente, pero si sus reglas de la mano de diversos representantes de clubes deportivos que "necesitaban" estandarizar una serie de normas y se creo la Asociación de Futbol en 1863.
Generaciones literarias han nacido en un bar. Desde el movimiento beat en Estados Unidos hasta los grandes cafés en Madrid con Valle Inclán, Hemingway, Federico García Lorca y tantos otros que parece sean de una época pasada pero que podemos ver reflejados en actuales como Arturo Pérez Reverte o Ana Rosetti. Y de la revolución literaria a la revolución social cubana que también fue gestada en un bar como la Floridita que tenía como clientes a Fidel Castro o Che Guevara.
Se puede seguir con muchas más cosas que han marcado la historia. Pero vamos a hablar de las cosas realmente importantes. Carlos tomaba café todos los días en el bar de enfrente de la fábrica donde trabajaba. Allí conoció a Luis, que era administrativo en una gestoría cercana. Al cabo de los años, sus hijos y nietos, son como familia y cada año, celebran juntos encuentros. Marta conoció a Jesús en la barra de un bar. Ella empleada de banca y él, el camarero que cada día le preparaba un café con leche con un croissant. Y así, un montón de historias de vida que tienen como escenario un bar.
En un bar, conoces gente. Personas que pueden ser de diferentes clases y estatus sociales y que están en el mismo local, rompiendo barreras, intercambiando "información". Compartiendo juegos como el ajedrez, el dominó o el mus. Con partidas al futbolín o al billar americano. Cosas que acabas de leer y que piensas "ostras, es verdad... el futbolín". Y todo se está perdiendo tras una pantalla.
Como he dicho al principio, hay muchos factores que implican el cierre de un bar. Y el principal es sin duda el económico pero también el relevo generacional. Hay locales que van "muriendo" en vida. Tienen clientes, y se puede mantener y sacar un sueldo medianamente digno. Pero ¿Quién se queda con el bar? ¿El hijo o hija del propietario? Ni hablar. "Paso de estar aquí mil horas detrás de la barra". Muchas veces, el traspaso es a uno de los empleados que se convierte en propietario.
Pero hay más cosas. Una de ellas es la costumbre de "salir" a la calle. Quedar con los amigos en el bar de Manolo a las siete para tomar unas cañas y un pincho de esa tortilla que hace Mercedes. Llamar a Andrés y tomar algo que hace mil años que no nos vemos. Encontrarte fuera del trabajo a un compañero y que resulta que no es tan antipático como pensabas y os hacéis amigos. Pues todo esto tan cotidiano, lo hemos cambiado. La sociedad lo ha cambiado. Y mucha culpa la tienen las nuevas tecnologías que han ocupado un espacio en nuestra vida tan grande, que se nos olvida vivir.
Entramos en la plataforma que sea y nos hacemos una videoconferencia. O le pregunto a mi hermana por WhatsApp como está. La que vive a cinco minutos caminando. Para conocer a alguien entro en Tinder. Para que voy a salir de casa a gastar y te dejas una pasta en tu tarifa de IA haciendo videos de ti tomando champagne en una limusina por Abu Dabi. Si es que ni se habla por teléfono. Cuatro personas en el parque sentados en un banco y todos con el móvil den la mano y no habla nadie.
¿Y todavía nos preguntamos porqué en el bar de Irene no tienen WiFi? Pero lo jodido, es que como no te puedes conectar, te vas a otro sitio. ¿Pero no habías ido a tomar un cortado?
Hay mucha gente que económicamente no puede frecuentar un bar. Es verdad. Y cada vez va a haber menos, porque la economía en este país, es la que es, para la gente de a pie. Se cierra la ferretería de Chema. La mercería de Encarna cerró. La panadería de Juan ahora es un kebab. ¿Y el bar Sport? Se jubila a final de año.
Menos mal que tenemos Tik Tok que si no...
Javier Campo