Viernes 12 de Septiembre de 2025
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La cocina mexicana es conocida por su variedad de sabores, el uso de especias y la presencia frecuente de ingredientes como el chile, el maíz y las hierbas frescas. Aunque muchas personas asocian la gastronomía mexicana con bebidas como el tequila o la cerveza, los vinos también pueden acompañar bien estos platos. El maridaje entre vinos y comida mexicana depende del tipo de plato, el nivel de picante y los ingredientes principales.
Uno de los factores más importantes a tener en cuenta es el picante. Los platos muy picantes suelen combinar mejor con vinos blancos o rosados, que sean frescos y tengan algo de dulzor. Estos vinos ayudan a suavizar la sensación ardiente del chile. Por ejemplo, un Gewürztraminer o un Riesling semiseco pueden ser buenas opciones para platos con mucho picante.
En los platos donde predominan las tortillas de maíz, como tacos, chalupas, sopes o tostadas, los rosados secos funcionan bien. Variedades como Garnacha o Lambrusco aportan frescura y no tapan los sabores del maíz ni de los rellenos. Si se trata de tacos al pastor o carnitas, que llevan cerdo y suelen tener un toque dulce por la piña o la salsa, un vino rosado espumoso puede acompañar bien.
Para platos elaborados con masa rellena, como tamales, gorditas o enchiladas, los rosados elaborados con Cabernet Franc o Tempranillo son una opción adecuada. Si el plato no es muy picante, también se puede elegir un tinto joven de Ribera del Duero.
Los platos que combinan sabores salados y dulces, como empanadas mexicanas o chiles rellenos, suelen ir bien con vinos blancos aromáticos y con buena acidez. Sauvignon Blanc, Verdejo o Albariño son algunas alternativas que limpian el paladar y resaltan los matices del plato.
En el caso de las quesadillas o el queso fundido, los tintos ligeros como Tempranillo joven o Sangiovese pueden acompañar sin sobreponerse al sabor del queso fundido.
Los platos con carnes curadas mexicanas, como la cecina, admiten tintos más estructurados. Un Rioja gran reserva o un Cabernet Sauvignon pueden ser adecuados para este tipo de preparaciones.
Para arroces mexicanos con pollo o mariscos, los vinos blancos secos y con acidez alta funcionan bien. Cava, Sauvignon Blanc o Albariño ayudan a equilibrar la grasa y realzan los sabores frescos del cilantro y las verduras.
En la cocina tex-mex, que incluye burritos, chili con carne y fajitas, se pueden elegir diferentes vinos según el plato. Un Tempranillo joven va bien con burritos; para chili con carne se puede optar por un cava; mientras que las fajitas combinan mejor con rosados semidulces.
Por último, para bocadillos mexicanos como tortas o pambazos, los cavas aportan burbujas que limpian el paladar tras cada bocado.
El maridaje entre vino y comida mexicana depende tanto del tipo de plato como del nivel de picante y los ingredientes principales. La clave está en buscar vinos frescos y aromáticos para platos especiados y picantes; tintos ligeros para quesos; y tintos más estructurados para carnes curadas. Así se puede disfrutar tanto de la riqueza gastronómica mexicana como de una buena copa de vino.
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