El mil hojas de papa de Barolo, una obra maestra culinaria

El Mil Hojas de Papa de Barolo es un plato que, aunque parece simple, requiere técnica y precisión. Este plato eleva la papa a un nivel superior, combinando sabores y texturas que sorprenden al paladar. La base del plato es la papa, cortada finamente con una mandolina japonesa para obtener láminas uniformes. Cada capa de papa se coloca en un molde, intercalada con manteca de pato, que aporta suavidad y profundidad de sabor. Entre cada capa se añade flor de sal, que resalta el sabor natural de la papa. Este proceso se repite hasta llenar el molde. Luego, se hornea a 180°C durante tres horas, permitiendo que las papas se fusionen en una textura tierna pero firme.

Tras el horneado, el Mil Hojas de Papa se prensa para compactar las capas y permitir que la manteca de pato y la flor de sal impregnen cada rincón. Durante la noche, el plato se enfría y se consolida. Al día siguiente, se corta en porciones y se fríe nuevamente en manteca de pato, logrando una capa dorada y crujiente que contrasta con la suavidad interior. Este contraste de texturas es lo que eleva el plato, aportando una complejidad inesperada.

El toque final es una mezcla de jocoque y yogur griego, que se esparce sobre el Mil Hojas de Papa, proporcionando un contraste fresco con la fritura y la manteca de pato. Se añade hueva de lumba, que aporta salinidad y un toque de lujo. La cebolleta fresca y los brotes de chícharo adornan el plato, ofreciendo frescura y un toque vegetal que equilibra la riqueza del plato.

Un elemento clave es la mantequilla noisette, tratada con una técnica francesa. Se cocina hasta que desprende un aroma avellanado, indicando que está lista. Esta mantequilla aporta un sabor delicado que se fusiona con las capas de papa y la mezcla de jocoque y yogur. La mantequilla noisette realza los ingredientes sin restarles protagonismo.

El Mil Hojas de Papa se inspira en la cocina mediterránea, utilizando ingredientes frescos y de calidad para crear una experiencia gastronómica equilibrada. Aunque los ingredientes son familiares, el proceso meticuloso y las técnicas empleadas convierten este plato en una obra maestra que juega con texturas, sabores y temperaturas. Cada bocado es una sorpresa, una fusión de lo crujiente, lo cremoso y lo salado, mientras que la mantequilla noisette y el caviar de lumba añaden un toque de lujo. Este plato es un homenaje a la paciencia, el detalle y la pasión necesarios para crear algo excepcional. Demuestra que lo sencillo puede ser sublime cuando se hace con amor y dedicación.