Richard Sanchoyarto
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Disfrutar del vino no requiere de grandes conocimientos
A algunos lectores les parecerá innecesario que se escriba un artículo sobre algo tan evidente como afirmar que el vino es para disfrutar, pero a la vista de mi experiencia, no me parece que esto sea así. Una parte importante de los consumidores de vino disfruta de cada vino que consume sin necesidad de preguntarse nada acerca de lo que está bebiendo. Sólo les preocupa si es de su gusto o no. Otros son grandes conocedores de diferentes estilos, variedades o regiones del vino y han aumentado sus conocimientos estudiando y probando multitud de botellas, por lo que tienen muy claros sus gustos. Tanto unos como otros han encontrado una forma de acercarse al vino que cumple con sus expectativas. Para ellos quizá no haya necesidad de seguir leyendo a partir de aquí.
Por otro lado, una serie de consumidores se acercan poco o casi nada al vino porque les parece un mundo misterioso, a la vez que amenazador. Un mundo donde en ocasiones se comentan cosas sobre el vino que a ellos les suena a lenguaje secreto, más propio de alquimistas y magos que de simples mortales. A estos consumidores los entendidos les hemos hecho, en muchas ocasiones, un flaco favor porque en vez de animarles a acercarse y disfrutar del vino hemos conseguido espantarlos. Este artículo está dirigido a ellos.
Todo el mundo está capacitado para disfrutar del vino. Esto no se le ocurriría afirmarlo a nadie en un artículo sobre cualquier otro alimento, porque es una obviedad, pero considero que es importante en uno sobre vino ya que muchos consumidores creen que hay que tener especiales capacidades y conocimientos para poder hacerlo. En general casi ninguno de nosotros conoce mucho sobre los procesos de elaboración de bebidas como el café, la ginebra o la cerveza pero aún así somos capaces de disfrutarlas y sabemos cuales son nuestros gustos acerca de ellas.
Lo primero que tenemos que hacer para disfrutar del vino, del mismo modo que lo hacemos con las bebidas anteriores y otras muchas, es consumirlas a la temperatura adecuada. Con carácter general, consumiremos los vinos espumosos y vinos blancos más fríos que los vinos tintos. Los primeros de 6° a 10°, los segundos de 6° a 14° y los terceros de 12° a 18°. Ciertamente hay una gran variación de temperaturas en cada uno de estos tres grandes grupos, pero hay que ser conscientes de que existen muchos tipos y estilos diferentes de vinos en cada uno de ellos. Veamos una pista que puede ayudarnos a acertar, dentro de cada grupo cuanto más simple sea el vino más frío se sirve y cuanto más complejo, menos frío. En caso de duda es mejor que el vino esté más fresco que caliente ya que al servirlo subirá su temperatura y además siempre podremos atemperarlo colocando nuestras manos alrededor del cáliz de la copa, donde se encuentra el vino. Para enfriar el vino sólo necesitamos una nevera o un recipiente lleno de agua con hielo, incluso para los vinos tintos.
Los espumosos se sirven en copas de flauta
Esto nos lleva a otra interesante cuestión, la copa de vino. Vemos multitud de formas y tamaños en las copas que se utilizan en la restauración durante el servicio del vino. Tenemos copas de flauta que son altas y estrechas, donde se sirven los vinos espumosos; copas grandes y más o menos redondeadas donde se sirven los vinos tintos y copas algo menores que las anteriores pero de formas similares, donde se sirven los vinos blancos. En realidad todas las copas, excepto las de flauta, podrían servir para todos los vinos pero para disfrutar más del vino es una buena idea usarlas del mismo modo que lo hacen en la restauración. En caso de que sólo vayamos a disponer de un tipo de copa, es mejor utilizar la de blanco ya que los espumosos y los tintos también se pueden disfrutar perfectamente en ellas.
La anterior cuestión de la temperatura del vino también juega un importante papel en este asunto de las copas. La forma correcta de sujetar una copa de vino es por el tallo, la parte fina y alargada que une el cáliz y el pie. De esta manera evitamos que el vino se caliente, cuando está a la temperatura adecuada, y nos permite mirar el vino sin las posibles manchas que nuestros dedos pudieran dejar sobre la copa.
Por último ya sólo tenemos que servirnos el vino, que hemos llevado a una temperatura adecuada, en nuestra copa. Es importante, por varias razones, no llenar la copa con mucho vino. La primera es la temperatura, para evitar que el vino se caliente, y la segunda aunque no menos importante, es para poder girar la copa y mover el vino. Girar el vino en la copa permitirá que se desprendan más aromas y así poder disfrutar de ellos.
Por fin tenemos nuestra copa de vino servida con la cantidad adecuada de vino a la temperatura correcta. Ahora ya sólo queda lo más fácil, disfrutar y decidir si ese vino en concreto nos gusta o no nos gusta. No necesitamos conocer más para ello, como no lo necesitamos para disfrutar con otras bebidas, pero también es cierto que hay una forma de aumentar ese disfrute a través de unos pequeños pasos en nuestro acercamiento al vino. En un próximo artículo hablaremos de ellos, con una copa de vino en la mano.
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