Vilma Delgado
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¿Alguna vez has probado un vino amontillado? Si no lo has hecho, te estás perdiendo de una experiencia única y extraordinaria. Los vinos amontillados son verdaderos tesoros en el mundo de la enología, y Jerez de la Frontera es su cuna.
En este artículo te invitamos a sumergirte en el fascinante mundo de los vinos amontillados, descubriendo su historia, proceso de elaboración y por qué son tan apreciados por los conocedores del vino.
Los vinos amontillados son una joya en el universo del vino debido a su complejidad y sabor único. Se caracterizan por su color dorado, aroma profundo y una mezcla perfecta de notas de frutos secos, madera y especias.
Su sabor es seco y elegante, con un equilibrio excepcional entre acidez y dulzura. Estas cualidades hacen que los amontillados sean vinos versátiles que pueden maridar con una amplia variedad de platos, desde quesos hasta mariscos y carnes asadas.
El proceso de elaboración de los vinos amontillados es único y laborioso. Comienza con la selección de uvas palomino, que se cultivan en los viñedos de Jerez, donde el clima soleado y la tierra albariza proporcionan las condiciones ideales para su crecimiento. Una vez cosechadas, las uvas se prensan y el mosto resultante se fermenta para producir un vino base con bajo contenido de alcohol.
Este vino base se fortifica con aguardiente de vino para detener la fermentación y aumentar su grado alcohólico. Después, se lleva a cabo el proceso de envejecimiento mediante el sistema de soleras y criaderas, donde el vino se trasiega de barrica en barrica, permitiendo que se mezcle con las levaduras naturales presentes en las paredes de las botas de roble.
Esta crianza biológica da lugar a un fino, pero en este caso se interrumpe este proceso y el vino se somete a una crianza oxidativa, convirtiéndose en amontillado.
La crianza oxidativa es el secreto detrás del sabor distintivo de los vinos amontillados. Durante este proceso, el vino se expone deliberadamente al aire, lo que provoca la oxidación lenta y controlada del caldo.
Esta oxidación le confiere al vino sus características únicas, como su color ámbar, aroma a frutos secos y notas de madera. Además, la crianza oxidativa suaviza los taninos y aumenta la complejidad del sabor, creando un vino elegante y sofisticado.
¿Cómo disfrutar de un buen vino amontillado? Estos vinos son perfectos para acompañar una variedad de platos, desde tapas españolas como jamón ibérico y aceitunas, hasta platos más elaborados como mariscos a la plancha o risotto de setas.
También son excelentes para degustar solos, como aperitivo o digestivo, permitiendo que sus sabores se desplieguen lentamente en el paladar.
Como podemos ver, los vinos amontillados son auténticos tesoros enológicos que merecen ser apreciados en todo su esplendor. Su complejidad, elegancia y versatilidad los convierten en una opción perfecta para cualquier ocasión. Así que, la próxima vez que tengas la oportunidad, no dudes en brindar con un exquisito vino amontillado de Jerez y déjate llevar por su fascinante mundo de sabores y aromas.
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