El ciclo anual del viñedo en el Marco de Jerez - Segunda parte

Inmaculada Peña

Miércoles 24 de Septiembre de 2025

El ciclo de la vid en Jerez combina prácticas tradicionales y sostenibles hasta la vendimia

Tras explorar en la primera parte del ciclo anual del viñedo del Marco de Jerez cómo la poda invernal y el amarre de varas preparan la planta para un nuevo ciclo productivo, en esta segunda entrega nos adentramos en los meses siguientes, desde la primavera hasta la vendimia, detallando las labores de mantenimiento, la maduración de la uva y las estrategias de protección fitosanitaria.

Después de la poda y del amarre de varas, llegamos a la primavera, entre abril y mayo. Es el momento de la poda en verde, también llamada yemas o despunte, que se divide en dos fases: la castra y la reta.

  • La castra consiste en eliminar los brotes innecesarios y dejar solo los adecuados en la vara. También se eliminan chupones del tronco para que la planta quede bien conducida y equilibrada. Este proceso confirma la poda realizada en invierno y prepara la planta para la producción.
  • La reta llega unos 10-15 días después, como un repaso final, ajustando los brotes que han seguido creciendo y fijándolos a la espaldera. Aunque la mecanización ha intervenido en algunas viñas, gran parte de este trabajo sigue realizándose manualmente para asegurar un crecimiento correcto y despejar las calles de la viña.

Entre abril y junio hay mucha actividad: se controla la vegetación, se retocan los brotes y se asegura la conducción de la planta. En mayo se produce la floración, sensible a la climatología y a los vientos. Un levante suave puede favorecer la fecundación de las flores, mientras que lluvias continuas pueden reducirla. La floración determina la futura cosecha, influyendo incluso en la calidad del vino y en el velo de flor que se desarrollará en la crianza biológica.

A finales de junio, los brotes dejan de crecer y la planta dedica su energía al fruto: las bayas empiezan a engordar y se inicia la maduración, llamada envero, normalmente en julio. Para agosto, las uvas alcanzan la madurez deseada y se empieza a preparar la vendimia. Hoy día, en el Marco de Jerez, la vendimia dura unas dos semanas, hasta un máximo de 15-20 días, combinando métodos mecanizados en alrededor del 50 % de la viña con recogida manual en la otra mitad. Tradicionalmente, la vendimia podía durar un mes y empezar a finales de agosto o principios de septiembre.

Con esto, se completa el ciclo anual de la vid: desde la poda invernal, pasando por la poda en verde, la floración, la maduración y, finalmente, la vendimia, un proceso cuidadosamente planificado que combina técnicas tradicionales y modernas para asegurar calidad y producción sostenida.

Por último, no podemos finalizar sin hablar de un tema importante en el viñedo jerezano relacionado con la sanidad de la vid. Y es que una parte fundamental del trabajo anual son los tratamientos fitosanitarios, que comienzan sobre mediados de abril y se prolongan hasta finales de julio. Una estrategia basada principalmente en prevención, ya que tratar enfermedades o plagas una vez instaladas es complicado y menos eficaz.

Los principales enemigos de la viña son los hongos e insectos que también pueden causar daños significativos y entre los que se encuentran:

  • Araña amarilla: Su presencia aumenta con las altas temperaturas a partir de julio y puede defoliar la vid, comprometiendo la maduración si no se controla.
  • Mosquito verde: Ataca las hojas, afectando la fotosíntesis y, por tanto, la alimentación de la uva para lograr la maduración adecuada.

Hoy día, los tratamientos buscan minimizar el impacto ambiental, usando productos más respetuosos y adaptando la vigilancia para aplicar químicos solo cuando es estrictamente necesario.

El ciclo anual del viñedo en el Marco de Jerez es un ejemplo vivo de la combinación de tradición y modernidad, donde cada fase, desde la poda en verde hasta la vendimia y los cuidados sanitarios, está cuidadosamente planificada para asegurar calidad y continuidad. La recuperación de variedades autóctonas y la adopción de prácticas sostenibles reflejan la evolución del sector, que busca no solo preservar la identidad del vino jerezano, sino también adaptarse a los desafíos ambientales y a las nuevas demandas del mercado. Así, la vid continúa siendo un patrimonio vivo que requiere atención constante, conocimiento y pasión por el oficio.