La clasificación de los tipos de vino es uno de los aspectos que ofrecen mayores divergencias a la hora de conocer el mundo del vino, y que en última instancia no hacen más que confundir al consumidor, que no va más allá del tinto, blanco, rosado y espumoso.
El origen de estas confusiones radica habitualmente en las diferentes fuentes de clasificación, según criterios legislativos, técnicos,... en especial cuando se trata de los vinos especiales.
Actualmente, al comprar vino cualquier consumidor puede elegir entre una impresionante gama de vinos en casi cualquier punto del planeta, ante los cuales el consumidor se enfrenta al problema de la elección, en el que a menudo las etiquetas no le ayudan mucho pues contienen descripciones poco familiares.
El conocimiento de las distintas clasificaciones de tipos de vino puede además facilitarnos este proceso de elección pues nos permitirá agrupar los vinos en unas pocas categorías, que serán una primera variable básica de selección, a saber: ¿compro un tinto o un blanco?, ¿vino seco o dulce?, ¿espumoso o tranquilo?...
En efecto, existen diversas formas de clasificar los vinos, con los consejos de Disevil, expertos en distribución y venta de vinos, veremos a continuación los cuatro principales grupos:
1. Vinos blancos.
- Ligeros y secos. Vinos jóvenes y ácidos, sin cuerpo, raramente añejados en barricas de roble, no suelen ser aptos para envejecer.
- Secos y amplios. Tienen más cuerpo y pueden envejecer en bastantes casos en barrica o botella. Aunque técnicamente son secos pueden tener cierta dulzura.
- Secos y concentrados. Más complejos y con más cuerpo, mejoran si son añejados en barrica y botella, este grupo incluye los mejores vinos blancos no especiales.
- Aromáticos. Son los procedentes de determinadas variedades que destacan por sus aromas, siendo secos o semisecos.
- Semisecos. Sin ser dulces, son los embotellados antes de que la totalidad del azúcar se haya transformado en alcohol.
- Dulces y licorosos. Intensamente concentrados, con cuerpo y complejos.
2. Vinos tintos y rosados.
- Rosados. Vinos jóvenes, rara vez envejecen bien y básicamente les distingue su mayor o menor dulzor. Sólo en el caso de que nos fijemos en el proceso de elaboración podríamos distinguir rosados y claretes.
- Ligeros, afrutados, no envejecidos. Casi todos los tintos tienen un sabor seco, pero hay muchas diferencias entre ellos, basadas en su densidad y astringencia. Este primer grupo se identifica con vinos jóvenes. Habitualmente con poco cuerpo, ligeros y bajo tanino, es decir poco astringentes.
- De cuerpo medio. La categoría más numerosa de tintos. Contiene gran cantidad de vinos de calidad media y algunos de gran calidad que incluso pueden ser de guarda.
- Concentrados, intensos. Agrupa los vinos tánicos, de aromas intensos, muy afrutados generalmente y que suelen envejecer bien.
- De guarda. Suelen ser vinos de regiones clásicas o de las mejores cosechas de regiones menos conocidas que se han dejado envejecer en botella. Tienen una alta densidad y cuerpo y su sabor mejora con el tiempo, antes de entrar en declive.
- Especiales. Son los que rompen la regla citada en el sentido de que los tintos son secos. No son frecuentes, y pueden ser licorosos, dulces (cada vez hay más), etc.
3. Vinos espumosos.
- Ligeros afrutados. Hay muchas diferencias entre los espumosos en cuanto a calidad y estilo. Es el modelo del Cava español y el Prosseco italiano.
- Finos, intensos. Es el modelo del Champagne francés que generalmente es muy atractivo para el público.
- Ligeros y aromáticos. Menos conocidos y muy dulces, como los moscateles italianos.
4. Vinos dulces y especiales.
- Generosos. Tienen en común la adición de alcohol, que se denomina encabezado, y la crianza en madera, lo que les da un carácter fuerte, denso, complejo. Buenos ejemplos en España serian el vino denominado Manzanilla o el Fino de Jerez.
- Fermentación parcial. En estos vinos, poco frecuentes en España y cuyo ejemplo más claro es el Oporto, se realiza una fermentación incompleta, pero se incrementa el grado con la adición posterior de alcohol vínico.
- Mistelas. Aunque se denominan vino, en realidad no lo son, porque no se realiza una fermentación, sino que son una mezcla de mosto con alcohol. La ventaja de este método es que respeta al máximo los caracteres frutales (primarios), pudiendo incluso envejecer. El ejemplo más conocido es el moscatel, de modo que cuando se habla de vinos dulces de moscatel casi siempre son mistelas.
- Vendimia tardía. Son dulces porque se retrasa al máximo la vendimia de modo que la uva tenga una gran concentración de azúcar por sobremaduración, de modo que no pueda fermentar de forma completa y por tanto, el vino conserve parte del azúcar.
- Pasificados y tostados. Grupo que incluye, por ejemplo, el famoso Pedro Ximénez. Después de la vendimia las uvas se deshidratan (al sol o en espacios muy secos y calientes, según si hablamos de pasificados o tostados respectivamente), hasta que la pérdida de agua hace crecer la concentración de azúcar (uvas pasas) haciendo muy difícil la fermentación, de modo que requieren un añadido de alcohol vínico. Otros ejemplos similares, pero que reciben otros nombre, son los Muscats franceses o los Liquorosos italianos.
El azúcar, el color y la calidad
Con la finalidad de entender mejor los grupos anteriores resulta fundamental entender tres aspectos sobre la clasificación de vino:
- Azúcar. Según la cantidad de azúcar se clasifican en vinos con prácticamente nada de azúcar denominados 'secos' (menos de 5 g de azúcar por litro); y vinos más dulces al contener más azúcar, ordenados de menor a mayor dulzor en: abocados, semisecos y dulces (que van desde los 5 hasta 100 g de azúcar por litro, o incluso más).
- Color. Según su forma de elaboración y color se clasifican en la forma quizá más popular entre blancos de uva blanca ( blanc de blancs) o blancos de uva tinta (blanc de noirs), rosados (de uva tinta fermentada parcialmente en contacto con el hollejo), claretes (mezcla de uvas blancas y tintas fermentadas totalmente en contacto con el hollejo) o tintos (de uva tinta).
- Calidad. Según su calidad y aplicación gastronómica se puede hablar de los 'vinos de mesa' (corrientes), finos (elaborados buscando mínimo de calidad) y especiales, que se definen por tener unas características especiales de composición o elaboración.