Pla i Llevant, magia en los territorios del levante mallorquín

Sorprende la DO Pla i Llevant en sus vinos

Jueves 24 de Octubre de 2024

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Son Roig de Can Majoral. Foto de Samia Selas

La Denominación de origen Pla i Llevant ampara 513 hectáreas de viñas de 85 viticultores en 12 bodegas de 18 municipios, como Petra (al pie de la Sierra de la Tramuntana) Algaida, Capdepera ya muy cerca de la costa este, Manacor como epicentro de toda la zona y Felanitx, donde se encuentra la sede del consejo Regulador de la DO en la Estación Enológica, edificio construido en el siglo XIX.

Mallorca. Tierra de sol y luz; de aires limpios e intensos. Tierra fluida en medio de un mar envolvente; y tierra de vinos. Sorprende la DO Pla i Llevant en sus vinos. Sus elaboradores se permiten el lujo de algunas excepcionalidades: tener una impensada riqueza de variedades indígenas con nombres evocadores como Al-leluya, Balancí, Mamella de vaca, Esperó de Gall y sobre todo Callet y Manto negro, las cuatro primeras sin interés enológico y las dos últimas muy interesantes; producciones vendidas; valor añadido cuando pasan los vinos por roble.

A pesar de la invasión de la filoxera, que a finales del siglo XIX acabó con gran parte de la riqueza varietal de la isla; aun así es notoria la importancia del vino en toda la isla a través de la historia; pero fue a partir de los años 80 del pasado siglo cuando se elaboraban vinos embotellados donde solo contaba la cantidad; se empezó a despertar interés la búsqueda de la calidad gracias a un par de visionarios quienes se atrevieron elaborar vinos en clave de calidad con variedades indígenas a partir de 1999. Callet -con su perfil de aromas que recuerdan a las garrigas de ese territorio en verano- es la principal variedad autóctona de la zona del Llevant; también se recuperaron otras blancas como Giró Ros -variedad problemática, muy sensible y difícil de trabajar, pero que da vinos blancos estructurados con potencial de guarda que están alcanzando prestigio. Pena que esté prohibido plantarla en la península.

Esas pocas bodegas –tradicionales y de nuevo cuño- han superado el impacto terrible del cemento y del turismo de masas, y han logrado el milagro de recuperar prácticas culturales agrícolas en sus viñas, por otra parte enraizadas en la historia: fenicios que trajeron las cepas, romanos que asentaron viñas y elaboraron vinos, árabes que giraron modos para comer las uvas, y "xuetas" que seguro libaban vinos que entonces no necesitaban ser llamados "kosher". Hasta que los ingleses, en su ansia de vinos mediterráneos, comerciaron con ellos. Y finalmente los franceses -igual que hicieron en La Rioja y tantos otros lugares- tras el desastre de la filoxera, desde Porto Colom -el puerto de Felanitx- llenaban sus barcos con vinos de la zona levantina de Mallorca.

La isla de Mallorca es peculiar, especial por muchos motivos: la belleza y el encanto de su paisaje, en contraste con ese mar hermoso y finito; el clima, caracterizado por un impenitente régimen de vientos, siempre jugando con el rocío que durante las madrugadas refresca las hojas de las plantas y humedece los suelos. Y el embrujo de la garriga del levante mallorquín, cuna de especies vegetales que sobreviven para exhalar aromas embriagadores en las noches calurosas y húmedas de verano, como algunos que se perciben en los vinos encunados en esta zona.

La denominación Pla (plano, zona muy calurosa en verano) i Llevant (extremo sureste de la isla, de clima seco y algo más refrescado por los aires marinos) en su vinicultura se dan dos claras tendencias: vinos variopintos accesibles (elaborados en clave ecológica o no) desenfadados, frutales, muy agradables y ligeros de equipaje; y unos cuantos vinos más serios que aportan todavía más atributos, y que son una mezcolanza de vinos finos mediterráneos, pura exquisitez y estilo.

Es curioso cómo en el enclave del levante mallorquín, desde Manacor y Felanitx, a unos cien metros de altitud y a unos quince kilómetros tierra adentro bañada por aires salinos, con suelos drenados, pedregosos y de arenas, por sus condiciones cambiantes, se propicia que en distintas viñas próximas entre sí e incluso entre distintas cepas en una misma viña, maduren las uvas incluso dos semanas más tarde, lo cual permite que se apure hasta el final la maduración, sin riesgos de enfermedades (el ambiente en verdad no puede ser más sano, ecología en estado puro). En esencia, los climas de la DO, junto a las características edafológicas y ambientales, más las castas de uva que se han adaptado perfectamente a esas condiciones, desde que se empezó a cuidar los viñedos y elaborar en clave de calidad, los resultados están siendo notorios. Incluso las variedades foráneas plantadas y conducidas en espaldera aportan rasgos complementarios para la Callet, la Manto negro y la Fogoneu de Felanitx y Manacor.

Veamos dos bodegas que muestran lo que acabo de comentar.

VINS MIQUEL GELABERT

Tras un largo espacio de tiempo, me encuentro con Miquel Gelabert en su bodega de Manacor, en la zona levantina de Mallorca y que regenta junto a su esposa María Miquel, la cual teje los hilos internos del negocio bodeguero. Miquel fue detonador primero y exponente máximo después de la revolución silenciosa de los vinos de calidad en Mallorca. Es pionero de los nuevos vinos mallorquines; ha potenciado los varietales autóctonos (hasta 35 trabaja); ha plantado distintas cepas en diferentes zonas para exprimir lo mejor del terroir de cada una. Como el sumiller que escribe este artículo, él trabajó en la hostelería en Calas de Mallorca, en la movida juvenil de los años ochenta, cuando todo estaba cambiando en la isla y en el resto del país. Miquel, con audacia, valor y el soporte de su esposa se metió en la aventura del vino en un Manacor donde todavía no había nacido Rafael Nadal, pero sí un turismo acaparador que se llevaba todo por delante. Muchos esfuerzos después, sus vinos (más de dos decenas de referencias) son un corolario de versatilidad y alcanzan cotas de calidad sublimes como es el caso de los sorprendentes blancos Chardonnay Selección (complejo, sutil y elegante) Giró Ros Selección Privada Sa Vall (fino en sus notas cítricas, amielado, dimensionado y grande en boca) y más aún tintos, como Gran Vinya Son Caules, de carácter único, diferenciador y con un delicado equilibrio; y sobre todo Colom de Penya, vino de orfebre donde selecciona racimos escogidos de cepas escogidas de variedades escogidas de viñas escogidas que, si ya el nombre rezuma poesía, saborearlo es una suerte de experiencia mística.

Miquel Gelabert vendimiando la cosecha 2024

Miquel es cocinero que se hizo a sí mismo en restaurantes turísticos de las costas que pertenecen al ayuntamiento de Manacor para, con el tiempo, descubrir que lo que en realidad cocía su voz interior en los calores del verano trabajando en la cocina era no precisamente la parte sólida de los platos gastronómicos sino la líquida de los vinos que la maridan. ¿Qué podían tener en común el Miquel cocinero incrédulo con el Miquel viticultor y hacedor de vinos? La respuesta quizá puede tenerla la tierra en que nació, donde todo está embebido de sonidos marinos, de luz solar, luz que se refleja en las aguas del Mediterráneo impregnando las garrigas de la costa y los campos adyacentes. Necesariamente tuvo que ser el amor y la pasión por la búsqueda de la belleza transmutada en la garriga mallorquina y finalmente encontrada en vinos lúdicos, en donde puedes encontrar y escuchas -cuando logras sintonizar gracias a la magia de una lente acústica- tu voz original, tu propia voz que no conocías desde que naciste. Entonces tu vida cambia, para descubrir que tu destino era ese: dejarte seducir con ese encanto bellísimo de pureza épica, similar a los cantos de sirena que sedujeron a Ulises en su viaje de redención hasta finalmente alcanzar su Ítaca añorada donde esperaba Penélope, tejiendo los días y deshaciendo las noches. Solamente si vas a las tierras del levante de Mallorca y ves sus colores rojizos, blanquecinos de arcillas y tornasolados, que se comunican con los vientos preñados de mar y te dejas seducir... podrás entender que las cepas de Manto negro y de Callet puedan engendrar uvas que, vinificadas con sabiduría, dan vinos llenos de lirismo, de finura expresada en tonos graves y llenos de sentimiento, como los de tu voz cuando la escuchas mientras hablas en una lente acústica.

Miquel cocina sus ansias, sus desvelos y sus vinos en parajes idílicos, en viñas que hunden sus raíces en la tradición vitivinícola mallorquina para que luego esos vinos reposen y destilen sus esencias en las barricas, ajenas a los avatares del clima en la cava de su bodega que se encuentra en el casco histórico de Manacor. Pero antes de eso, él se encarga personalmente de los trabajos en el campo, realizando el milagro de que pequeñas viñas viejas (las cuales tuvo la visión de no permitir que fueran arrancadas) sobrevivan ahora para expresar la riqueza del ambiente geoclimático con uvas que, vinificadas con sentido y extracciones cuidadas, han puesto el nombre de su bodega en cotas altas. Por ello recalca de manera precisa que las características de un vino empiezan por la excelencia en la viña; y por lo mismo, cocinar grandes platos es fácil cuando consigues excelentes productos y los elaboras: entonces no tienes que maquillar nada, solo combinar con maestría, sabores, aromas y colores. Además, afirma que lo ecológico es igualmente fundamental, natural para unas viñas que se autorregulan para luego dar vinos finos extraordinarios. Sus vinos presentan una perfecta y sorprendente factura, propia de los grandes viñadores y creadores de vinos; personas hombres o mujeres que están tocados por alguna varitas mágica que les hace saber cómo es el sustrato del suelo que pisan, escuchar cuanto y por donde soplan los vientos encauzados por los torrents buscando las cotas altas donde se encuentran las viñas, percibir los augurios de la biodiversidad que comparten hábitat en sus territorios... y así es como puedes escuchar la voz interior que dicta qué decisiones tomar para hacer cada vino y embotellarlo para que luego otras personas, ansiosas de vivir experiencias en Mallorca, encuentren también su propia voz sin necesidad de acudir en peregrinación a una lente acústica sencillamente construida en ese lugar inverosímil y por otra parte fácilmente accesible de Na Morlanda, no muy lejos del puerto de Manacor.

CAN MAJORAL

La pequeña bodega familiar se encuentra en Algaida, adonde nos acercamos en una tarde luminosa de octubre. Ya en 1979 los miembros de la familia Oliver empezaron a elaborar vinos para consumo particular, hasta constituir bodega en el tiempo en que se implantó la DO. Posteriormente, con la llegada del nuevo siglo, se lanzaron en serio y apostaron por las variedades locales (treinta han llegado a plantar poco a poco para ir viendo sus posibilidades enológicas) Hoy tienen 18 ha en suelos calcáreos, pobres y donde las oscilaciones térmicas tienen su protagonismo. Me dice Andreu Oliver que en Mallorca conviven dos formas de vida y dos mundos atmosféricos: el interior de la isla con temperaturas propias de zonas similares a la península y las costas con su ambiente marino que refresca todo tipo de plantas en los campos. Esto es algo que se puede comprobar fácilmente, vayas cuando vayas a Mallorca verás que lo que domina los paisajes es el color verde.

Todas las prácticas en el campo son agricultura ecológica y los vinos salen al mercado con el sello ecológico. Andreu nos lleva a conocer Son Roig, un enclave o pequeño circo rodeado de monte; hermoso y calmante espiritual hasta decir basta. Ahí se encuentra la heredad de su tía, posesión medieval y desde hace dos siglos con la masía de pequeñas casas unidas en hilera, en ese lugar apartado del mundo, aunque está a tres kilómetros de Algaida; un paraíso interior con plantaciones de almendros, algarrobos y cereal en el principio y ahora también con viñas que medran felices en ese ambiente donde reina la belleza, la serenidad y la vida ecodiversa. Todo en armonía, ignorando que la vida es un sinsentido fuera de ahí.

Su vino blanco Capgiró es fruto de la recuperación de la variedad minoritaria Giró Ros, casi desaparecida en Mallorca. Complejo, con notas cítricas, plantas aromáticas y flores; presente en boca, textura glicérica y final ligeramente vegetal. Manto negro es un vino joven sencillo, muy frutal, agradable y, según se va oxigenando, acaba mostrando buenas prestaciones sápidas.

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