El precio y el reconocimiento de marca

El precio que se le pone a algunos vinos nada más salir al mercado en ocasiones es un tanto pretencioso y en otras, es excesivamente bajo ¿Cómo se encuentra el equilibrio?

Javier Campo

Lunes 14 de Junio de 2021

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Con toda la ilusión del mundo y después de muchos esfuerzos y quebraderos de cabeza, alguien crea una bodega y, por ende, unos vinos. A no ser que el enólogo o enóloga sean conocidos de otras firmas vinícolas o el propietario tenga otros motivos por los que ser conocido o famoso, una bodega nueva se encuentra con el hándicap de que no la conoce nadie.

Hay quien tiene en cuenta la variedad reina de la zona donde se encuentra. Hay quien busca una variedad fuera de lo común para diferenciarse. Hay quien busca un nombre transgresor o una etiqueta rompedora. Hay quien busca un método de vinificación o de elaboración aparentemente novedoso. Hay quien está muerto de miedo porque la inversión ha sido muy alta y ya no le queda cash. Hay quien va super tranquilo y sobrado porque tiene un colchón económico detrás importante.

Fijaros cuantos "hay" diferentes. Y en todos ellos, un factor común que es la elección del precio de salida de bodega. Normalmente se tienen en cuenta los costes y las partes proporcionales de la amortización del negocio. La uva, la etiqueta, la botella, el tapón, el personal, el trabajo... todo ello en mayor o menor medida debe estar contabilizado para después poner un precio.

El tema viene cuando alguien le pone precio al vino teniendo en cuenta lo que quiere ganar por encima de los demás. Y mira que las comparaciones son odiosas, y cada vino es diferente, pero sacar un vino sin que lo conozca nadie, sin demasiado trabajo de crianza, sin plan de marketing y sin visibilidad en medios o redes, a 30 o 40 euros la botella, es un tanto arriesgado. Porque te puede salir bien, pero lo fácil es que no. Y no pensemos en esto como extraño o descompensado porque pasa. Y con precios muchísimo más altos.

Luego está todo lo contrario. Un vino con muchísimo trabajo, con buena presentación y visibilidad, y con buena aceptación de quien lo prueba y, su precio está muy por debajo de la calidad para poder entrar en el mercado.

Sin embargo, "no entran" en el mercado ni uno ni el otro. Uno por demasiado caro y el otro porque es demasiado barato. Ninguno de los dos es conocido y hay quien prefiere una marca conocida antes que probar algo que no tiene un nombre detrás. Y normalmente, todos los vinos tienen algo en común. Y es que detrás siempre hay una historia de vida. Algunas pueden ser más románticas y bucólicas y otras menos atractivas al oírlas. Pero ahí están.

Y con lo subjetivo que es el mundo del vino ¿cómo vamos a saber ponerle el precio justo a las cosas? Es más, ¿qué es un precio justo? ¿para el distribuidor? ¿para el restaurador? ¿para el cliente final? Muchas incógnitas, pero aun más posibles respuestas.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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