Un brindis... pequeñito

Ahora nos parece de los más normal encontrar diversos destilados en el minibar del hotel en el que nos quedamos cuando vamos de viaje. Pero... ¿las minibotellas se inventaron para los minibares?

Javier Campo

Viernes 26 de Julio de 2019

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La historia de las minibotellas no es tan larga ni tan glamurosas como otras, pero, no deja de ser una historia. A mediados del siglo XIX la destilación industrializada empujaba a la tradicional y a la clandestina a desaparecer tras normativas y guerra de precios.

Diversas marcas comerciales empezaban a despuntar en el panorama de los licores y, al igual que en otro cualquier negocio, era preciso agudizar el ingenio para aumentar las ventas y rentabilizar la inversión. Estamos hablando de una época en la que la publicidad aun no tenía el enorme abanico de posibilidades actuales. Carteles, octavillas, la publicación en algún periódico y poca cosa más hasta que llegó la radio (pero eso es otra historia).

Para dar a conocer destilados y licores los fabricantes empezaron a dar a probar el producto en mercados y ferias. Para aquellos que no podían acceder a este tipo de evento idearon el entregar pequeñas muestras en frascos toscos y sin etiqueta. Claro está, la cosa no tardó mucho en mejorar ya que las miniaturas empezaron a parecerse más a las originales de mayor tamaño tanto en forma como en etiquetaje.

Habida cuenta de que las muestras resultaban atractivas, se empezaron a comercializar, es decir, a vender en los años 50-60 con fines de consumo y no con fines publicitarios. Las mini botellas de licor o destilados están presentes en hoteles, aviones, trenes, barcos y comercios en general, además de ser objeto de colección siendo esto último lo que más dinero mueve pues se pagan verdaderas fortunas dependiendo de que botellita.

En el mundo del vino, quizás la botella más conocida fue la Benjamín de espumoso (200 ml), pero, después, muchas marcas y bodegas han optado por tener en el mercado la versión mini de sus vinos (375 ml). Estas versiones minis (pero no tanto) las podemos ver en estaciones de servicio, bufetes y los anteriormente mencionados medios de transporte. Su evolución es nula prácticamente y apenas llenas una copa o dos.

Como no se vende tanto como uno se pueda pensar, las bodegas, ahora se dedican a etiquetar minibotellas de vino personalizadas para bodas y eventos como regalo de cortesía. Estas botellas acaban en manos del coleccionista o abiertas en la misma celebración a la hora del baile bebiéndolas de un solo trago y a gollete en un brindis...pequeñito.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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