Un día recogiendo uvas en Rioja

  Todavía no ha amanecido pero en Rioja Alavesa mucha gente ha comenzado ya su jornada laboral. Furgonetas, tractores, remolques, temporeros...

Jueves 16 de Octubre de 2014

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Todavía no ha amanecido pero en Rioja Alavesa mucha gente ha comenzado ya su jornada laboral. Furgonetas, tractores, remolques, temporeros y gran parte del personal de las bodegas de la zona están preparándose para otro día en la viña o entre básculas y depósitos.

 

 

Tras un buen desayuno para coger fuerzas, las dos cuadrillas de vendimiadores contratadas por Bodegas Luis Cañas salen hacia viñedos cercanos a la bodega, situada en Villabuena de Álava.

Son una minúscula muestra de los miles de temporeros que se desplazan hasta Rioja para recoger la uva de las más de 63.000 hectáreas de esta denominación. Algunos pertenecen a familias gitanas, otros provienen de Sudamérica, África, Portugal o Europa del Este, pero la crisis ha devuelto también a muchos nacionales a un oficio que aparcaron en los años del boom del ladrillo en España, como le ocurre a Vicente. "Dejé de vendimiar durante ocho años y me dediqué a la construcción, pero la crisis me ha traído de nuevo al campo. Cuando acabe aquí me voy a la recogida de aceituna; y eso sí que es duro", comenta.

Es una situación que comparte con algunos de los otros 11 integrantes de la cuadrilla, que se han desplazado desde Quesada, un pueblo de 6.000 habitantes en la provincia de Jaén. Allí han dejado a sus familias, a las que no verán durante las ocho o nueve semanas que dure la campaña. En este aspecto es más afortunada Mari, que está en Rioja con su marido, su hija y el novio de ésta. Son las únicas mujeres de la cuadrilla. Además de vendimiar, les toca trabajar en la cocina. "Entre las dos nos turnamos para hacer comidas y cenas y preparar los bocadillos para llevar al campo. Los hombre echan una mano, pero siempre están: Mari, sácame una cerveza, dame esto otro... yo creo que son machistas", dice esta mujer de 57 años, que lleva trabajando en la vendimia desde los 14, cuando se fue a Francia con su padre. 

Están a gusto en la residencia que Luis Cañas construyó en 2006 para sus trabajadores temporales. Mari y su marido tienen una habitación de matrimonio para ellos; los demás comparten dormitorios con literas. Disponen de varios servicios "con buenas duchas", cocina industrial, lavandería, enfermería, comedor y hasta una televisión. "No encuentras casas como esta cuando vas a vendimiar", dice Ismael, el futuro yerno de Mari. "Mi novia lleva enferma unos días y aquí puede descansar en la habitación de sus padres, sin que le moleste nadie. Los colchones y las camas son cómodos, tenemos lavadora y secadora; cuando llegamos, las sábanas y las mantas estaban limpias y todo funciona", explica Ismael.

 

Parece algo básico, pero muchos vendimiadores viven en condiciones poco dignas. "En otra prestigiosa bodega para la que trabajé en Laguardia nos miraron mal cuando les pedimos que reemplazaran la bombona de butano que se había acabado. Nos hemos llegado a encontrar las sábanas usadas del año anterior y los baños sin limpiar durante meses". Ante estas situación no es de extrañar que los temporeros quieran repetir en Luis Cañas. "Mi novia y yo llevamos aquí cinco meses; antes de la vendimia estuvimos espergurando y volveremos el año que viene", asegura Ismael, con ocho años de experiencia a sus espaldas. "Además, pagan bien. Nosotros ganamos 10 euros por hora de trabajo". 

 

Sudor y mucho esfuerzo

Vendimiar las 350 hectáreas repartidas entre 870 parcelas que tiene Luis Cañas requiere sudor y mucho esfuerzo físico. Los racimos cuelgan en la parte baja de la cepa así que toca agacharse para cortarlos y rechazar los que no estén en buen estado sanitario. Además, hay que hacerlo con destreza y rapidez pero con cuidado de no cortarse los dedos con las tijeras. No tienen tiempo de recrearse en el bellísimo paisaje que les rodea, con la Sierra de Cantabria como telón de fondo. Las hileras de viñedo se vendimian por parejas y cada trabajador recoge unos 1.100 kilos de uva al día.

En la vendimia con remolque cada cesto de uva pesa unos 20 kilos, pero la cuadrilla de Jaén corta a mano. Las cajas llevan una marca hacia la mitad que indica el límite de uvas que se pueden recoger para evitar que se aplasten y lleguen lo más íntegras posible a la mesa de selección de la bodega. Todo el mundo corta racimos, pero en esta cuadrilla solo los hombres llevan las cajas llenas al remolque, que pesan entre 10 y 12 kilos cada una. Las reciben José Luis y Jimmy, dos trabajadores que se encargan de apilarlas y llevarlas en los tractores a la bodega. 

A las diez de la mañana la cuadrilla para media hora para tomar el bocadillo y beber agua de los dispensadores que hay en los remolques. No se ven botas de vino, como antiguamente. Charlan animadamente sobre sus experiencias en Francia -la mayoría coincide en que la vendange es más dura allí- y en las campañas de la aceituna en su tierra natal. Ismael y otro compañero en su primer año de vendimia hablan de sus experiencias previas en el Ejército -ambos prestaron servicio en Afganistán y en Madrid, tras los atentados del 11-M.

Las jornadas de descanso llegan cuando hace mal tiempo, pero un vendimiador puede llegar a pasar dos semanas seguidas trabajando. Los días que no se puede salir al campo aprovechan para hacer la colada e ir al Mercadona de Haro a hacer la compra. "Es el más barato, por eso vamos allí. En esta zona todo está muy caro; una barra de pan cuesta 1 €; yo en mi pueblo no pago más de 60 céntimos", dice León, otro vendimiador de la cuadrilla. En general, se llevan bien con la cuadrilla de ecuatorianos con la que comparten casa. "Tenemos algún roce ocasional porque ponen la lavadora cuando no les toca y usan cosas nuestras como si fueran comunes, pero es normal cuando compartes espacio y provienes de culturas diferentes", dice Ismael.

Todos tienen contrato y papeles en regla. Ni trabajadores ni empresarios se la juegan porque las redadas policiales, incluso con helicópteros, son frecuentes. Tanto la Ertzaintza como la Guardia Civil son implacables frente a los productores de la denominación que emplean a personal sin contrato, con multas de 6.000 euros por trabajador. Esta medida, en principio loable, se vuelve esperpéntica cuando afecta también a familiares y amigos, que no pueden echar una mano en la vendimia, como se lleva haciendo toda la vida. Si quien ayuda en el campo recibe una prestación (paro, jubilación, etc) se arriesga a perderla. Es la "burrocracia" llevada hasta sus límites más extremos.

 

El trajín de la bodega

En la bodega el olor a vino llena el ambiente y la actividad es febril. Suena el ruido de las tolvas, las despalilladoras y los tractores, que llegan a la báscula para medir la calidad de la uva que traen en sus remolques. Allí se turnan Jose y Olalla, las dos mujeres encargadas del departamento de campo quienes junto a Fidel, el director técnico, y Pedro, enólogo, son los que indican a qué depósito irá la uva y qué tipo de vino será. Por la noche ellas también decidirán qué viñedos se vendimian al día siguiente en función de la madurez de la uva, las condiciones meteorológicas y las necesidades de la bodega. 

 

"La frase que más se oye en esta sección es "Y lo mío, ¿para cuándo?" que la dicen los proveedores que traen uva de las fincas que gestionamos", bromea Iñaki, el gerente de la bodega y "apagafuegos" de todo tipo de incidencias que ocurren en estos días de nervios y estrés. Juan Luis Cañas, el propietario de la bodega, también está haciendo este papel en la nueva bodega para elaboración y envejecimiento que han adquirido en Samaniego, a 3 kilómetros de la sede de Villabuena. 

En estos días, todas las manos son pocas para procesar los millones de kilos de uvas que entran en bodega. Hasta los comerciales Óscar y Luis han estado en la mesa de selección y los depósitos, viendo el trabajo desde otra perspectiva diferente. Por eso están también aquí un nutrido grupo de jóvenes, algunos de ellos como Alba, en prácticas del centro de formación La Laboral de Logroño. Ayudan a descubar, a controlar vinificaciones o a seleccionar uva en la mesa de selección. Para Miguel es su segundo día en Luis Cañas, pero ha trabajado antes en bodegas de Alemania e Italia. Como en la vendimia, la experiencia aquí cuenta mucho. Armado con guantes de látex y tijeras, debe descartar las uvas podridas o botritizadas, racimos sin madurar y alguna hoja que se haya colado en la caja. Hay una segunda mesa de selección, donde la máquina descarta hojas, pequeños insectos que se cuelan en las cajas y granos que no cumplan con el peso necesario, pero no te puedes relajar. A primera vista parece un trabajo cómodo, pero los turnos de pie sin moverse y con los ojos centrados en los racimos afectan sobre todo a la espalda y los pies. Un problema en uno de los filtros de la máquina le da a Miguel un respiro para ir al lavabo y lavar tijeras y guantes, que se quedan pegajosos con el azúcar de las uvas. 

Uno que sabe muy bien lo que es echar horas en la mesa de selección es Luis Cañas. A sus 86 años, el patriarca de la familia conserva una energía y una vitalidad que solo la tienen aquellas gentes, sobre todo del campo, que han trabajado sin descanso durante toda su vida. Aunque lleva años jubilado, siempre anda por allí, echando una mano en lo que puede. Su hijo Juan Luis y su nieto Jon, que trabaja como operario en el campo, le regañan si le ven trabajando, pero él no puede evitarlo. "Tengo cinco hernias en la espalda, y no me han salido por estar quieto, pero si veo que algo necesita hacerse, pues lo hago", dice Luis. Ya no tiene la vista igual que hace 50 años pero con la experiencia que le han dado los años, podría sacar las uvas malas casi sin mirar. 

"Ayer estuvimos aquí hasta las 10 de la noche y hoy supongo que será parecido", dice Miguel. No se queja, porque está contento de poder trabajar y adquirir más experiencia. Allí estará también Luis, cerrando portones y pendiente de los pequeños detalles hasta que concluya la temporada de vendimia.

Fuente: http://www.spanishwinelover.com/disfruta-44-un-dia-recogiendo-uvas-en-rioja

Artículo publicado por Yolanda Ortiz de Arri | Martes 14 de Octubre del 2014

Un artículo de Familia Luis Cañas
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