Villanueva de los Infantes: versos, legado y copa de vino en mano

Ana Gómez

Miércoles 29 de Octubre de 2025

Sabor Quijote propone un viaje donde el vino se vive como cultura y legado

En La Mancha no solo se escribe historia, también se brinda con ella. A través del vino, del paisaje y de la memoria compartida. Esta vez, gracias al proyecto Sabor Quijote, regresé a uno de esos rincones que parecen detenidos en el tiempo: Villanueva de los Infantes.

Es fácil pensar que aquí el protagonista sería el Quijote. Y lo es. Pero en este viaje, el foco no estuvo solo en los libros ni en las piedras centenarias, sino en lo que fluye entre copa y copa: los vinos del Campo de Montiel.

El sabor del origen

Villanueva de los Infantes no es un pueblo más. Aquí vivió y murió Francisco de Quevedo. Aquí se publicaron obras clave del pensamiento humanista. Y aquí, entre columnas medievales y portadas renacentistas, la cultura ha echado raíces profundas.

Uno de los lugares que más me impactó fue Jamila, el asentamiento medieval que antecedió a Infantes. En él se alzan las ruinas de un gran edificio columnado del siglo XIII, rodeado de leyendas, fuego y abandono. Es un lugar que habla sin palabras.

De la historia al terruño

De Jamila a los actuales viñedos han pasado siglos, pero la tierra sigue hablando el mismo idioma. En este viaje pude comprobar cómo esa conexión entre historia y paisaje se transforma en experiencia. Especialmente cuando probamos los vinos locales durante el acto institucional en la Casa de la Alhóndiga.

Allí catamos algunos de los productos que mejor representan esta zona. Uno fue Tierras Rojas, un proyecto nacido del amor profundo por el territorio y el viñedo.

Detrás están Carmen Rojas, Esteban Rodríguez y César Ruiz, tres apasionados del vino —y del propio Infantes— que decidieron salvar y honrar las viejas cepas de Cencibel del paraje Mojones Altos. Son viñas de más de 70 años, cultivadas en vaso, sin riego, en una altitud que roza los 900 metros. El resultado: vinos con alma, de esos que no necesitan mucha explicación porque se sienten desde el primer sorbo. La elegancia rústica del Cencibel, su fruta madura, su carácter honesto. Son vinos hechos no solo para gustar, sino para compartir momentos mágicos, como ellos mismos dicen.

Junto a Tierras Rojas, también degustamos referencias de bodegas como Campos Rey, que ofrecen otros matices del terruño manchego: estructura, potencia y una marcada identidad.

La combinación de esos vinos con las tapas que se sirvieron fue espectacular: migas con espuma de huevo frito, tataki de lomo de ciervo en adobo moruno, tomatitos rellenos de mousse de caza... Cocina local elevada con creatividad, perfectamente armonizada con la intensidad de los tintos de la zona.

Un paseo bajo las estrellas... y con jazz

Al caer la noche, la magia no bajó el ritmo. Participamos en una ruta guiada por el casco antiguo iluminado, que culminó en el Mercado Gastronómico. Jazz en directo, buena conversación y una copa en la mano. Si hay una manera de vivir la cultura, es esta: sin prisas, con alma, y a pequeños sorbos.

Aceite, cultura y Quijote

La mañana siguiente empezó fuerte: desayuno en el Hostal La Gavilla y luego una visita cultural intensa. Vimos el Museo Etnográfico, el Museo de Arte Contemporáneo, la Casa de los Estudios, y la celda de Quevedo. Allí, entre esas paredes austeras, el poeta pasó sus últimos días. Su cripta aún puede visitarse en la iglesia de San Andrés.

Pero el cierre fue tan sensorial como el vino. Visitamos la Cooperativa de Nuestra Señora de la Antigua, donde asistimos a una cata de aceites de oliva virgen extra de la D.O.P. Campo de Montiel, dirigida por su director Carlos Luis González Campos. Aprendimos a diferenciar aromas, a identificar amargor y picor con conciencia, a valorar el aceite como lo que es: otro de los grandes tesoros de esta tierra.

Antes de marcharnos, volvimos al Mercado Gastronómico para una última degustación: pisto manchego, vinos y quesos. Todo servido con el mismo cariño que caracteriza a la gente de este lugar.

Infantes no es solo un lugar donde la literatura cobró vida. Es también un ejemplo de cómo el vino puede ser cultura, sostenibilidad y legado familiar. Donde un viñedo centenario puede ser tan elocuente como una página del Quijote. Y donde brindar no es solo un gesto social, sino una forma de honrar la tierra que lo hace posible.

Gracias, Sabor Quijote, por permitirnos saborear lo mejor de esta Mancha con historia, con alma y con una copa de vino en la mano

Ana Gómez
Licenciada en bioquímica, sommelier y MBA en Marketing digital.