La IA en el mundo del vino

La pasión humana frente a la eficiencia de la IA

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Miércoles 19 de Marzo de 2025

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"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir." Así nos marcaba Roy Batty hace poco más de cuatro décadas en lo que posiblemente es uno de los más emotivos discursos del cine... Blade Runner ponía sobre la mesa hace ya 43 años un tema que hoy es tendencia: la IA. Para ser exactos, la capacidad de esta de mostrar empatía.

Hoy, en 2025, con las IA como parte de nuestro día a día, se ha debatido mucho sobre su papel en el mundo laboral y, por qué no decirlo, también sobre la posibilidad de que nos quiten nuestro trabajo... Mientras en esta maravillosa película de los 80 los Replicantes, la IA, se encargaban de los trabajos más peligrosos y duros en colonias espaciales, algunos oficinistas pierden el sueño bajo la posibilidad de que algún Roy Batty les quite el puesto...

Pero bromas aparte, ¿cómo afecta esto al mundo del vino? ¿Debemos de estar enólogos, agrónomos o sommeliers preocupados? ¿Existe realmente la posibilidad de que estas "máquinas" nos suplan en un futuro a medio plazo?

Quizá deberíamos comenzar por establecer qué es una IA. Pensemos en una IA no como un software, sino más bien como un cerebro digital. Imaginemos que este cerebro digital está conectado a internet o a una base de datos con una enorme cantidad de información y, por lo tanto, este cerebro digital ordena y analiza los datos. Sí, aprende de ellos. Una vez que aprende de estos datos, la IA puede tomar decisiones y no solo eso, también puede predecir cosas y resolver problemas complicados, algo así como si tuviera algo que a algunas personas les falta: sentido común.

La realidad es que la IA ya lleva algún tiempo involucrada en este mundo, pero simplemente no nos habíamos dado cuenta. Hoy podemos verla en diferentes áreas. Si, por ejemplo, nos centramos en el viñedo, podemos encontrar tractores autónomos. Estos, a través de un mapeo del terreno, "aprenden" cómo moverse de manera eficiente. Pero no solo eso, existen aplicaciones como "Smart Apply" que analizan planta, hoja y uva de manera que aplican el químico solamente donde es necesario, minimizando así el uso de productos.

Por otro lado, la IA trabaja también en la automatización del riego. Esto lo hace a través de "válvulas inteligentes", las cuales pueden detectar fugas o cortar el suministro en caso de flujo excesivo. ¿Serían esas las "lágrimas en la lluvia" a las que Roy Batty se refería?

Fuera como fuese, estos son solo algunos de los más simples ejemplos de las aplicaciones en el viñedo, ya que también podemos encontrar sistemas de control en la fermentación, añejamiento, maceración, prensado... vamos, prácticamente un "vino a la carta".

Pero yo, ante esto, me pregunto: ¿dónde queda la creatividad humana en este aspecto? ¿Dónde queda también el proceso real de aprendizaje? Las personas aprendemos a través de la práctica, del famoso prueba-error. Al parecer, estos cerebros digitales también, pero ¿dónde queda "la pasión" o el amor a lo que se hace? El mundo del vino es, en su inmensa mayoría, un negocio familiar.

Pese a la aparición de grandes empresas que se han apoderado de cantidades ingentes de hectáreas, la mecanización y automatización de procesos para priorizar la cantidad en lugar de la calidad, este mundo sigue siendo familiar, es decir, su conocimiento, experiencias y, sobre todo, pasión se han transmitido generación a generación de manera oral y práctica e insisto, se ha transmitido no solo el conocimiento o la experiencia, también la pasión, y esto, al igual que la tierra bajo las uñas, es algo que se transmite al vino y a través del vino, y algo que Alexa, Meta o Chat GPT definitivamente nunca podrán hacer... Lo siento, Roy Batty, sigue llorando.

Por otro lado, están los llamados "sommeliers virtuales". Estas son aplicaciones que recolectan información sobre gustos y tendencias de consumo de usuarios. Creo que todos conocemos algunas de las más populares, que, por cierto, ¡cuánto daño han hecho! Estas aplicaciones analizan esta información y la comparan con datos técnicos que ya tienen: origen, variedad de uva, añejamiento... Con todo esto, pueden crear, o forzar, patrones de consumo y generar así recomendaciones. Las empresas que las promocionan hablan sobre "democratización en el conocimiento del vino, acceso fácil para todos...". Sin embargo, no se menciona lo sencillo que es dejarse seducir por el mercado. Estos programas pueden tener una programación para definir el mercado. Si bien es cierto que esto ya lo han hecho, o hacen, "catadores de renombre", el peligro con una IA es que está al alcance de cualquiera con un celular y que rara vez se les cuestiona.

Por otro lado, y al igual que ocurría con el trabajo en bodega, me viene a la mente el punto que para mí es más importante: el de la pasión. Todas estas aplicaciones manejan una cantidad inimaginable de información, ya sea técnica o reseñas de otros usuarios. Son capaces de, en cuestión de segundos, ofrecer respuestas con un margen de error en ocasiones bajo, pero jamás podrán compartir la pasión de una persona. Las personas tenemos experiencias de vida, las cuales nos generan emociones, emociones que las IA no tienen. Las emociones nos ayudan a compartir experiencias, lo cual va más allá de vender una etiqueta u otra. Este tipo de conexión es algo que, a día de hoy, las IA no pueden ofrecer.

En 1982, Ridley Scott nos ofrecía, a través de Blade Runner, una visión de cómo sería, según él, una IA que lograse mostrar empatía, sentimientos. Hoy, 43 años después, las IA forman parte de nuestro día a día, nos ayudan y facilitan la vida con tareas habituales gracias a su gran capacidad de análisis de datos y respuesta rápida; sin embargo, están lejos de suplirnos. En neurociencia, se habla mucho de la importancia del sistema límbico, el encargado de las emociones. Sin el sistema límbico, el neocórtex, que es el que se encarga de realizar todas las operaciones que una IA hace, no sirve de nada; de hecho, se documentan casos de personas muy eficientes que dejaron de serlo tras ver dañado su sistema límbico. Esto nos dice que, sin emociones, no somos nada.

Es por ello que, por lo menos a día de hoy, yo no me preocupo por la incursión de la IA en el mundo del vino, ya que, en un mundo como este, familiar y pasional, está aún muy lejos de dejarnos sin trabajo. En 1982, nuestro amigo Roy Batty "abría su corazón" a un Harrison Ford que buscaba retirarlo; mientras su vida se apagaba poco a poco, compartía con su captor, al que acababa de salvar la vida, experiencias de vida incomparables para conseguir así que estas no se perdieran. Yo los invito a que hoy hagamos lo mismo, recordemos a Roy Batty, abramos una botella de vino y, al llevar la copa a nuestra nariz, dejemos que nuestra cabeza vuele y nos transporte a momentos irrepetibles, compartámoslos y no dejemos que "se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia". Salud y buen vino

Un artículo de Jonathan
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