Javier Campo
Miércoles 17 de Abril de 2019
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Aunque hayamos encontrado la explicación científica en el último siglo, el vino ha servido como elemento de desinhibición a lo largo de la historia y dentro de muchos aspectos.
Para los egipcios era fuente de vida, durante y después de la muerte. Para los romanos era un elemento enloquecedor. Para los griegos, libertador ya que lo mezclaban con agua en su justa medida para no enloquecer como los romanos. Los semitas afirmaban que era el símbolo del conocimiento y la iniciación. Los cristianos lo utilizan en la eucaristía como símbolo de la sangre de Cristo. Y así podríamos llenar muchas páginas de hechos desinhibidores relacionados con el vino. Y no. No nos hemos olvidado del sexo.
En una comida distendida y agradable, un par de copas de vino hacen que la sobremesa se convierta en un apasionante debate donde se puede arreglar el mundo y todos sus problemas pues nos convertimos en expertos en todo y opinamos y afirmamos abiertamente "a la buena de Dios".
Es curioso que después de beber vino, ciertos idiomas son más fáciles de hablar y el nivel de expresión aumenta considerablemente para algarabía de todos los presentes.
Ortega y Gasset decía que el vino "enseña a los pies la danza" y debe ser cierto porque después de un par de copas, pasas de ser un florero estático a ser el rey de la pista de los bailes en línea royo "la macarena".
Se dice (y se hace) que para "armarse de valor" y dar el primer beso a alguien que te gusta mucho y ves que el tema es recíproco, pues te tomas un copazo de vino a la mala cara y te lanzas. Si además, ambas personas sienten atracción, el "coctel explosivo" está servido y la cosa, va a mayores con más o menos desenfreno, dependiendo del número de copas. Y aquí no entramos en la hora en la que pasa, pues a las 11 de la noche alguien parece poco agraciado y a las 3 de la mañana (y después de varias copas de vino) se convierte en un bellezón. Aunque el hechizo suele romperse a la mañana siguiente.
No todo es divertido. Lamentablemente, existen personas a las que el tema del alcohol no les sienta bien y se ponen violentas, verbal o físicamente. Los soldados, en la historia, lo han utilizado como potenciador del valor o de la inconsciencia. Nada bueno.
¿Pero porque pasa todo esto? Pues tiene que ver con los neurotransmisores de nuestro cerebro que se ven afectados con la ingesta de alcohol. Y esta afectación es bidireccional ya que puede ser excitante y depresiva.
El glutamato, la GABA o la dopamina tienen mucho que ver en todo esto. Te vuelves más simpático o más borde. Puedes tener una percepción del peligro totalmente distorsionada (por eso vino y coche no son buenos amigos). Puedes verte calmado o eufórico. Los estados anímicos son también factores que propician que la balanza se decante hacia un lado u otro. El ejemplo más claro es la típica borrachera con llorera o su antagónica y opuesta llena de risas a carcajadas sin sentido aparente.
El secreto se encuentra en el equilibrio (como casi todo). Beber con moderación te puede hacer triunfar y lo contrario puede ocasionarte algún disgusto.
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