Viernes 11 de Mayo de 2018
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Confundir un destilado con un fermentado, el alcohol con la bebida que lo contiene, las calorías con los macronutrientes y un largo etcétera, hacen que numerosas veces existan muchos mitos en torno al vino.
Además la generalización de las bebidas, sin distinguir las sustancias que las integran provoca una gran desinformación en la sociedad, además de que existen grandes diferencias en cuanto a los aspectos saludables.
Comprender las siguientes propiedades del vino, que probablemente no conocías, es fundamental a la hora de entender los beneficios que aporta esta saludable bebida.
El vino está hecho con fruta, el vino contiene un único ingrediente: uvas. Por tanto es de esperar que un producto natural que procede de zumo de uvas, sin aditivos, contenga las propiedades de la fruta.
Aunque no en grandes cantidades, si es cierto que el vino posee vitaminas. Además el vino tiene muchos minerales, en concreto contiene cantidades importantes de minerales como zinc o hierro, entre muchos otros (en el vino existen más de 10 oligoelementos esenciales). Si deseas conocer más acerca de la composición del vino, puedes informarte aquí.
El consumo habitual de vino no afecta a la presión arterial ni tampoco a los riñones, El vino es una bebida hiposódica, al poseer un contenido de sodio inferior a 50 mg por litro.
El contenido promedio de sodio en una copa de vino es de tan solo 5 mg. Para hacernos una idea del bajo contenido que esto supone, diremos que para los adultos la OMS recomienda no consumir más de 5.000 mg por día. Si te interesa conocer la composión de sales minerales en el vino, puedes leer este artículo.
El vino posee baja graduación alcohólica, en promedio un 14%vol, unido a que lógicamente debe ser consumido de manera correcta, esto es, una o dos copas al día como máximo, la cantidad de alcohol por copa es baja y no afecta a la hipertensión.
El alcohol eleva la presión arterial cuando se consume de manera excesiva, pero consumos moderados y bajos no la alteran, es más, existen muchos estudios que demuestran el efecto cardiosaludable del vino en particular, tomado siempre con moderación.
Existen muchos factores que alteran la tasa metabólica, pero el sexo no es una de ellas. Las mujeres metabolizan el alcohol igual que los hombres. La tasa metabólica de etanol varía mucho de un individuo a otro, pero no entre sexos.
El peso, la actividad física y el hábito de consumo, son los factores que más influyen. Las mujeres, contrariamente a lo que se dice, pueden tomar la misma cantidad de alcohol que los varones, siempre de manera proporcional a su peso, esto es, la tasa metabólica de una mujer de 60 kilos es igual a la de un hombre de 60 kilos.
Se suele atribuir una peor metabolización del alcohol en las mujeres debido a que, por un lado las mujeres pesan en promedio menos que los hombres y por otro debido a una mayor proporción de tejido adiposo en su cuerpo, lo que provoca que, aunque metabolizan igual lo hacen más lentamente (efecto lagunaje). En todo caso, la tasa metabólica es igual en mujeres que hombres.
El etanol, el alcohol mayoritario, así como el resto de alcoholes presentes en el vino (y otras bebidas con contenido alcohólico) posee poder energético pero no es útil para el organismo, es decir no es un macronutriente.
Los macronutrientes, de los cuales el organismo aprovecha toda su energía, son: los hidratos de carbono, las grasas o lípidos, y las proteínas. El alcohol posee poder energético pero no es un macronutriente y sigue un recorrido diferente a ellos en el organismo que trata de desecharlo de manera inmediata pasando directamente al hígado donde se degrada y se elimina.
Los micronutrientes, los oligoelementos de los alimentos y las vitaminas, así como el alcohol no engordan. Por el contrario los macronutrientes (las grasas, los carbohidratos y las proteínas) sí.
Según diversos estudios, el cuerpo humano no convierte el alcohol en grasa, ni en músculo. Su aporte energético posee un moderado índice glucémico (similar a los carbohidratos) que pasa a la sangre pero que es absorbido de manera inmediata, especialmente en su propia degradación en el hígado.
Ahora bien, alcohol aparte, el vino sí posee macronutrientes pero estos engordan mucho menos de lo que se cree. El vino es 85% agua y 14% alcohol, que como hemos visto ni es un macronutriente, ni engorda. El 1% restante son ácidos, oligoelementos y azúcar. El vino no contiene ningún tipo de grasas, ni colesterol.
El azúcar del vino, llamado azúcar residual, es el único macronutriente (carbohidrato) que asimila el organismo y que por tanto engorda. Ahora bien, teniendo en cuenta que 1 gramo de azúcar posee unas 4 calorías, y excluyendo el alcohol del coteo calórico, el vino engordará tanto como azúcar posea. La mayor parte de vinos existentes en el mercado poseen un bajo contenido en azúcar con menos de 5 gramos por litro lo que representa apenas 1 gramo de azúcar en una copa, es decir unas 4 calorías (o incluso menos).
Eso sí, si tomas una copa de vino dulce, Pedro Ximenez, Vinos de Hielo, Tostados o similares, y también Cavas o cualquier otro espumoso semiseco el contenido de azúcar puede ser significativamente superior (más de 30 gramos por litro) lo que supondría un mínimo de 25 calorías por copa con potencial de transformarse en grasa abdominal. Si deseas conocer cuánto azúcar tiene cada tipo de vino, quizá te interese este artículo.
Existe un gran mito sobre los sulfitos. Todos los vinos poseen sulfitos porque se producen de manera natural durante la fermentación. El pan, el queso, el yogur o la cerveza también poseen sulfitos. El anhídrido sulfuroso es una sustancia natural presente en muchos alimentos.
Si bien la mayoría de vinos posee sulfitos añadidos a los ya presentes de manera natural, tal y como indican sus etiquetas, los sulfitos no son los responsables de la resaca, ni producen dolor de cabeza, ni sensibilidad al vino.
Según los estudios más recientes, los responsables de todos estos efectos son en realidad las histaminas. Los vinos con elevados contenidos en histamina pueden provocar en personas sensibles una alteración denominada histaminosis, con dolores de cabeza, sensibilidades y, en caso más extremos, cuadros alérgicos. Si quieres saber más sobre las histaminas y el vino, puedes leer este artículo.
Con el vino se pueden tomar medicamentos. Beber vino de manera moderada (una o dos copas), sobre todo si es acompañando a las comidas, no es incompatible con la toma de la mayoría de los medicamentos de uso común.
Sin embargo existen ciertos medicamentos que sí pueden reaccionar con el alcohol y provocar efectos no deseados. También existen algunos medicamentos que existen efectos secundarios despreciables y poco dañinos.
Por ejemplo, la mayor parte de analgésicos, antiinfecciosos, antiinflamatorios y antibióticos existentes en el mercado no provocarán ningún efecto secundario si tomas una copa de vino en la comida, y en el peor de los casos podrían provocar algo de sueño o acalaromiento, pero nada más. En cualquier caso, siempre se debe respetar la prescripción médica y farmacéutica.
Los diabéticos pueden beber casi cualquier tipo de vino, siempre que se haga, de manera moderada y sean secos o con menos de 2 gramos de azúcar/litro. La mayoría de vinos que se comercializan se encuentran dentro de este rango. Por otro lado, si lo que deseas es prevenir esta enfermedad, sigue una dieta saludable, haz ejercicio y toma vino con moderación, tal y como se desprende de este estudio danés.
No obstante, hay que tener precaución con aquellos vinos semisecos y dulces, así como tener siempre presente el tipo de diabetes, así como las recomendaciones generales para diabéticos y bebidas alcohólicas (alimentación, control de glucemia,...) e, igual que en el punto anterior, consultar siempre con el médico.
El alcohol está contraindicado en embarazadas. Una recomendación que se realiza la mayor parte de las veces de forma instintiva, más como una manera de caución que de razón.
Sin embargo, en el caso del vino, una pequeña copa de vez en cuando no es absolutamente dañino para el feto. Existen varios estudios clínicos y rigurosos que así lo han demostrado, siempre que la madre tome solo una copa de vino, preferiblemente tinto, con las comidas.
De hecho, recientes estudios han llegado a la conclusión que una mala nutrición de la madre o el hecho de fumar mucho, tienen mayor incidencia en el feto que el consumo moderado de vino. Aquí tienes más información sobre el vino durante el embarazo y la lactancia.
El vino es bueno para tu hígado. Si eres una persona sana, el consumo regular y moderado –una vez más, moderado- de vino no solo es bueno para tu hígado sino que además lo fortalece al reducir el riesgo de desarrollar cirrosis, según varios estudios realizados en los últimos años. Pero no sólo eso, estas mismas investigaciones han concluido que además el consumo moderado y regular de vino evita la acumulación de grasa en el hígado y el desarrollo de la enfermedad del hígado graso. Puedes leer una de las investigaciones más recientes a este respecto aquí.
Sin embargo, estas consideraciones hay que tomarlas con cautela, ya que si tu hígado está dañado, el alcohol, aunque sea en pequeñas dosis, puede agravar seriamente tu salud. El problema es que a veces el hígado puede estar dañado pero no presentar síntomas (enfermedad silenciosa), por ello es recomendable realizarse análisis periódicos, y siempre consultar con tu médico.
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