Úrsula Marcos
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El anhídrido sulfuroso (SO2) ha sido un protagonista silencioso pero esencial en la elaboración del vino durante siglos. Aunque su presencia a veces genera controversia debido a posibles efectos sobre la salud, es indudable que este compuesto químico posee múltiples funciones en la enología, desde ser un eficaz antiséptico hasta un reductor que protege al vino de la oxidación. Este artículo tiene como objetivo desglosar sus diversas funciones y cómo influyen en la calidad del vino.
La propiedad antimicrobiana del anhídrido sulfuroso radica en su habilidad para limitar la nutrición de microorganismos y, en determinadas concentraciones, incluso causar su muerte. Este efecto varía según el pH y la concentración de SO2 en el vino, siendo fungicida en ambientes ácidos y fungistático en ambientes más alcalinos. Además, su uso es esencial para detener el proceso de fermentación en momentos críticos de la producción del vino.
El SO2 es particularmente efectivo contra las bacterias lácticas, que son relevantes durante la fermentación maloláctica. Sin embargo, las bacterias acéticas son más resistentes a su acción, lo que requiere una dosificación más elevada del agente.
El anhídrido sulfuroso ejerce un efecto selectivo sobre las levaduras, inhibiendo las bacterias lácticas pero permitiendo la multiplicación y actividad fermentativa de las levaduras. Esto es crucial para evitar problemas en la fermentación que podrían resultar en un vino con alta acidez.
En relación con la selección de levaduras, el SO2 también desempeña un papel en la activación de la fermentación alcohólica. El enólogo tiene diversas estrategias para emplear el SO2 en esta fase, desde seleccionar levaduras que generan vinos de menor graduación alcohólica hasta manipular el proceso para producir vinos con una mayor complejidad aromática.
Uno de los beneficios más valorados del SO2 es su capacidad para actuar como antioxidante, protegiendo al vino contra las reacciones de oxidación que pueden alterar su calidad durante la conservación.
En las etapas de maceración y fermentación, el SO2 facilita la extracción de compuestos polifenólicos y otros elementos de las uvas, mejorando la calidad del vino. También acelera el proceso de decantación en mostos blancos, aunque esto requiere un manejo cuidadoso de la dosificación para evitar complicaciones en etapas posteriores de la producción.
Es esencial tener en cuenta que un uso excesivo de SO2 puede dar al vino un olor punzante a "azufre quemado" y potencialmente enmascarar los aromas naturales. Además, la legislación vitivinícola establece límites claros en la cantidad de SO2 que puede ser añadida al vino, tanto por razones de salud como de calidad.
El anhídrido sulfuroso es un elemento multifacético en la enología, que va más allá de su papel como conservante. Desde la selección de levaduras hasta la protección contra la oxidación, su importancia es incuestionable. Sin embargo, su uso debe ser medido y cuidadoso para garantizar tanto la calidad como la seguridad del vino final.
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