El laboreo vitícola del suelo

Labores vitícolas del terreno en el cultivo de la vid

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Viñedos, viticultura

El viticultor realiza las labores de cultivo tratando de beneficiarse de los efectos favorables y evitando en lo posible los desfavorables, todo en dependencia directa con la naturaleza del suelo, del estado vegetativo de la planta y de sus condiciones climáticas y épocas de su realización.

El número de labores que se aplican en muchos viñedos llegan a ser numerosas y a veces excesivas, precisamente por la tradición y confianza que en ellas tienen los viticultores.

Las principales labores son para destruir malas hierbas, para airear la tierra y para conservar la humedad. Estas labores se realizan varias veces al año, dependiendo de la región pueden realizarse desde entre 5 a 10 labores al año, lo más habitual, pero llegando incluso a la increíble cifra de 25 en algunas regiones concretas.

Las labores pueden clasificarse en muy profundas, de 40 a 60 cm, como las que se realizan en la preparación del terreno para la plantación de un viñedo, profundas las que llegan hasta los 20 a 35 cm de profundidad y superficiales si solamente afectan a los primeros 5 a 15 cm.

Las labores muy profundas corresponden a los desfondes y subsolados que se ejecutan cuan-do se realiza la plantación de un viñedo, empleando grandes arados o subsoladores respectiva-mente y remolcados por grandes tractores o maquinaria específica de gran potencia.

Los subsolados se emplean también cuando se pretende realizar el rejuvenecimiento del sistema radicular de un viñedo, cortando las raíces gruesas para crear masas de nuevas raicillas en sus extremidades más cerca del tronco. Cuando se ejecuta, se aplica en calles alternas y en invierno, lo más temprano posible, para que dé tiempo en primavera a la regeneración del nuevo sistema radicular. Al año siguiente se procede análogamente en las calles contrarias.

Este rejuvenecimiento radicular puede coincidir o no con el rejuvenecimiento de la parte aérea, con rebaje de los brazos de la cepa. A esta categoría de labores profundas pertenecen los descompactadores, compuestos por varias rejas subsoladoras y que tienen por misión descompactar el terreno hasta una gran profundidad, con escasa utilidad para la viticultura por producir un excesivo daño en el sistema radicular del viñedo, empleándose únicamente como preparación del terreno antes de la plantación.

Las labores profundas tienen como objetivo principal el incrementar las reservas de agua en el suelo, pues las lluvias más regulares y copiosas se producen desde el comienzo del otoño, hasta avanzada la primavera, no faltando nunca en el invierno, siendo la época más propicia para su realización, la del reposo vegetativo de la vid y haciendo siempre que preceda al período más lluvioso, para así poder captar y almacenar un máximo de reservas hídricas, sobre todo en viñedos cultivados en secano y en climas cálidos.

La profundidad máxima de estas labores es de 20 a 35 cm y rara vez más, pues a partir de estas profundidades las cepas, en la generalidad de los casos, desarrollan abundantes raíces que no conviene romper para no debilitarlas.

En suelos ligeros la profundidad de las labores suele alcanzar hasta los 18 a 20 cm, pudiendo ser menor en los arcillosos y superficiales. En climas templados y medianamente secos es aconsejable no se debe pasar de los 12 a 15 cm. Las labores en laderas suelen ser menos profundas que en el fondo de los valles.

La profundidad aconsejable para estas labores depende pues de múltiples circunstancias no solamente del suelo y clima, sino también de las condiciones de plantación y de la forma de cultivo. En viñedos bien desfondados, con plantaciones profundas francas de pie o empleando portainjertos de reducido ángulo geotrópico, el sistema radicular está más profundo, pudiéndose labrar el suelo del viñedo a una mayor profundidad, con ventaja para el incremento de las reservas de agua, que en las condiciones contrarias.

El objetivo principal de las labores profundas es la consecución de un régimen hídrico adecuado para las plantas, produciéndose de un modo paralelo todos los efectos beneficiosos para el viñedo y por lo tanto, los mejores resultados se obtienen conjuntamente en los viñedos con un buen cultivo de verano, que hace que no se precisen labores demasiado profundas en invierno, pues si bien las raíces principales de la vid pueden profundizar en busca de la humedad necesaria, las pequeñas raíces que ocupan capas más superficiales, generalmente más fértiles, son las que contribuyen en gran manera al desarrollo de las cepas, por su destacado aporte nutricional. Contrariamente, viñedos con deficientes labores de verano, por falta o escasez de las mismas realizadas en épocas oportunas, precisan un mayor aporte de agua, con labores más profundas, pero con resultados generalmente menos beneficiosos.

La primera labor profunda se debe dar lo antes posible después de la vendimia, moviendo la tierra hacia el cuello de las cepas o 'aporcado', que las protege de los grandes fríos invernales, quedando en el centro de las calles un surco o depresión que sirve para la evacuación de las aguas en exceso. En las viñas conducidas en formas altas, la labor puede realizarse en otoño, pero no en las formas libres con gran desarrollo, en las que hay que esperar hasta haber realizado la poda. Con objeto de no retrasar demasiado la labor en climas de invierno muy frío y en los muy húmedos, se puede realizar previamente una media poda anticipada o 'prepoda' para así permitirlo, la cual a su vez sirve para realizar la doble poda como sistema de defensa contra heladas.

A la salida del invierno, pasados los fuertes fríos, se realiza la segunda labor profunda de descalce o desaporcado, echando la tierra hacia el centro de la calle, quedando en los pies de las cepas un caballón que más tarde se eliminará para que las aguas de la lluvia se acumulen al pie de los troncos, procurando que allí penetren más profundamente en el terreno, destruyendo a la vez las raicillas que nacen de la púa y de la parte alta del patrón, los brotes o renuevos de la raíz y la vegetación espontánea aparecida.

Las dos labores pueden hacerse con arados de vertederas o de discos múltiples, disponiéndolos en la disposición de 'aporcado' o 'desaporcado' hacia las líneas de cepas, según se trate. Si el marco de plantación lo permite y la conducción del viñedo fuera en forma libre, se puede 'cruzar Ia labor', que es lo deseable, pero si así no fuera, al hacer el aporcado o desaporcado se emplearán, en los lados de las líneas, vertederas intercepas desplazables o aperos similares.

Las labores superficiales o 'binas', realizadas y mantenidas durante el período vegetativo de la vid, además de romper la costra superficial consecutiva a la rápida evaporación de la humedad, pulverizando la capa superficial del terreno y destruyendo las malas hierbas, deshace los terrones que pudieran haber quedado después de las labores profundas del invierno y allana poco a poco el terreno, facilitando así la entrada de la maquinaria agrícola para los tratamientos fitosanitarios entre otros y finalmente de la vendimia.

Las primeras 'binas' dadas al principio del período vegetativo, suelen ser las más profundas, llegando a los 6 a 8 cm o algo más, correspondiendo las de pleno verano a solamente 3 a 4 cm. En cimas cálidos y secos las 'binas' suelen ser más profundas que en los templados y húmedos, como así acontece en los suelos fuertes que tienden a formar gruesas costras, respecto a los de consistencia media o arenosos que no la formen. También deben ser más profundas cuando hay abundante cantidad de malas hierbas.

El número de labores superficiales es muy variable dependiendo de los terrenos, climatología y especialmente del régimen de lluvias, realización de las labores de invierno, vegetación espontánea etc. De una manera general se suelen dar unas 6 o 7 labores anuales, o alguna más, la primera en primavera y otras después de la floración, repitiéndolas cada vez que el suelo se compacte, forme costra o broten malas hierbas. En terrenos sueltos, poco costrosos, con veranos muy secos con poca vegetación espontánea y si las labores de invierno fueron adecuadas, dejando el terreno en buenas condiciones, se puede reducir el número de labores hasta 3 a 4 oportunamente dadas. En todo caso no se debe escatimar el número de las mismas, si son necesarias.

Las labores superficiales se realizan con motocultores, gradas, cultivadores y escarificadores de rejas, discos, estrellas, cuchillas, rotativos etc. Si la conducción del viñedo es en forma libre y el marco de plantación lo permite, se cruza la labor, que es lo deseable, pero si así no fuera se emplearán, en los lados de las líneas de cepas, elementos intercepas desplazables. También será de utilización para la labor en las líneas y pies de las cepas, el empleo de azadas mecánicas y pequeños cultivadores manuales.

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