Paz Ivison: El futuro del Ribeiro

El futuro del Ribeiro

PAZ IVISON (Revista Sibaritas)

Lunes 03 de Noviembre de 2008

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Pero eso sí, más popular, imposible. Si hace 20 años hubiéramos preguntado a cualquier ciudadano de a pie por un vino blanco español, y sobre todo gallego, la respuesta no fallaba, ribeiro y en taza blanca. ¿Nos gusta a los españoles este tipo de vino, o es que no teníamos otras referencias? El caso es que el ribeiro de antaño se vendía como churros, y tal vez esa facilidad de venta propiciaba la escasez de preocupación por la calidad. Ya se sabe, cuando todo el pescado está vendido...

A decir verdad, y con todos mis respetos a la loza y a la tradición, esa cunca o receptáculo blanco llamado taza, ha sido el particular y blanco ?muñozseca? del más famoso de los vinos gallegos. No he visto en toda mi vida un artilugio más incómodo para beber vino, o cualquier otro elemento líquido; se derrama, hay que ingerirlo a buchitos ridículos, no permite mantenerlo en la mano con postura digna de fino bebedor...¿a quién se le ocurriría? Tal vez fuese inventado para imposibilitar la visión de su antaña turbidez.

Hoy el ribeiro empieza a brillar con luz propia, va dejando de ser turbio y sustituye la blanca loza por el transparente y fino cristal. Como diría Bob Dylan, los tiempos están cambiando. Y lo mejor de todo es que también se vende, y mucho mejor.

CON BUEN PAN, AGUA Y VINO...

La zona comprendida por la DO Ribeiro está bendecida por la madre naturaleza, que la ha dotado de una riqueza de caudales fluviales y aguas termales fuera de lo común. La fuerte y hermosa presencia del Miño, que por estas tierras alcanza gran poderío, llegando a propiciar navegación deportiva, la del Avia que bautiza al vino de la zona, la del Arnoia, las numerosas burgas -aguas termales- que por ahí abundan, contribuyen a crear un espléndido paisaje líquido, que se incrementa con la fluidez amarilla pajizo del ribeiro.

Casi 3.000 hectáreas de viñedos se reparten en pequeñas parcelas, a veces de tamaño inverosímil, por estos parajes de la Galicia bella y profunda, la que todos tenemos en nuestro imaginario de un paisaje feliz.

Si con pan y vino se hace el camino, estamos en el acertado, pues el único pan que tiene denominación de origen del país linda con el territorio del ribeiro. Se trata del Pan de Cea, sin duda también en nuestro imaginario panadero. Hornos de leña, que cada seis horas abren sus puestas y nos embelesan con 45 kilos de piezas redondas, seductoras, casi voluptuosas...¡La vuelta al placer perdido! Con el mejor pulpo de Galicia, que es el que se prepara aquí, en la provincia de Ourense, el deleite es máximo, total. Y por supuesto con ribeiro -yo lo prefiero blanco- que no podemos olvidar que es él quien nos ha traído a estos bellos parajes. Pero de paso, y como a nadie le amarga un dulce y mucho menos un pulpo con pan de Cea...

Llegados a este punto, me embarga la emoción y la reflexión. Me pregunto si es justo condenar la tradición para unas cosas y para otras no. Por ejemplo, condenar la ínclita taza de loza y defender la tabla de madera de cobre de la pulpería. Me temo que la respuesta está en el aire.

También se quedó en el aire la posibilidad de que el ribeiro fuera vino ya famoso en el siglo XVI, y fue por culpa del entonces obispo de Tui. El prelado no quiso que los comerciantes ingleses, que habían puesto sus sabios ojos de amantes del vino en la zona, se instalaran por estos territorios para comercializar sus vinos.

La religión, como ven, tiene mucho que decir en Ribeiro, parte de su conversación la podemos oír paseando por la hermosa judería de Ribadavia, al contemplar la casa de la Inquisición, las sinagogas, las iglesias románicas cristianas... Los judíos dejaron muchos recuerdos en esta ciudad, algunos de ellos interpretados en deliciosos dulces como los ghorayebah o los kijelej de mon, que se elaboran artesanalmente en la Tafona de Heminia, en la misma ciudad.

Los ingleses no pudieron entrar en Ribeiro, en aras de preservar la fe cristiana, no fuera a contaminarse de anglicanismos varios. Sin embargo, los viñedos de Ribeiro sí que se ?contaminaron? años después con la uva palomino, que mucho tiene que ver con los ingleses por aquello del sherry. Ella es la protagonista absoluta del Jerez y así la llaman por estas tierras: jerez. (Será casualidad, pero parece una venganza de la pérfida Albión).

Y digo venganza porque tal uva le restó calidad al ribeiro durante muchos años, cuando el ribeiro era el vino blanco de referencia en nuestro país y su gran demanda trajo consigo la plantación de esta cepa tan productiva, sin que la calidad importara demasiado. El renacer del ribeiro viene completamente ligado a la no presencia de esta uva y a la recuperación y exaltación de las autóctonas treixadura, torrontés, lado, loureira, albariño... que hace 25 años gozaban de poco predicamento. Por suerte, algunos nombres propios pertenecientes a bodegueros y/o viticultores con bastante sensibilidad, se dieron cuenta de la neutralidad aromática y sápida de la palomino y empezaron a arrancarlas y sustituirlas por las autóctonas que, tras una viticultura y enología adecuadas, daban vinos con tanta estructura, volumen, y aromas que más de un paisano decía que aquello no era ribeiro.

MEDIA HECTÁREA DE DOBLE FILO

Así son las cosas, hoy por hoy, aún quedan muchas hectáreas de palomino, pues de las casi 3.000 ha. de la DO Ribeiro no llegan al 40% las que se han replantado con variedades buenas; es decir, autóctonas.

Si consideramos que hay censados unos 6.000 viticultores y las hectáreas amparadas por la DO Ribeiro no llegan a 3.000, vemos claramente que a cada viticultor le correspondería media hectárea. Detalle que puede propiciar elegantes vinos de poca producción y cuidado diseño, como si de una borgoña atlántica se tratara, en el mejor de los casos, o pueden dar lugar a complicadas herencias, lo que dificulta enormemente la posiblididad de comprar viñedo en estas tierras, incluso siendo de la familia. O asimismo obstaculiza el acuerdo entre todos para sustituir el viñedo por variedades autóctonas.

De todas ellas, la treixadura, es la más solicitada y la que lidera las nuevas plantaciones. Es una variedad de racimo pequeño y granos apretados, que cuando madura adquiere unos tonos dorados violáceos muy particulares. Sus vinos tienen gran estructura en boca con muchos aromas florales y también frutales. Con ella se ha recuperado también un vino de gran interés y calidad, el Tostado del Ribeiro, acogido a la DO, de excelente presente y gran futuro. Se elabora con los mejores racimos de treixadura, sanos y maduros, que se cuelgan en locales de pasificación natural, de tres a cinco meses. Un vino con una acidez y dulzura perfectamente compensadas, realmente delicioso. Históricamente sólo lo podían elaborar las casas principales para las fiestas importantes. La godello, con su magnífica acidez y potencia sápida claramente enmarcada en la manzana verde, también en racimo pequeño y compacto. La torrontés -que no debe ser hermana de la argentina que lleva el mismo nombre- con su frescura y acidez que dan larga vida al vino. La loureira que, como su nombre indica, tiene un intenso y complejo recuerdo al aroma del laurel. En Ourense se alcanzan temperaturas muy altas en verano, que compiten y comparten las máximas sevillanas en bastantes ocasiones. Calor que lógicamente influye en la maduración de todas las uvas, y entre ellas la albariño, que habida cuenta de esos calores, se expresa de una manera diferente que en la vecina Rías Baixas, con fuertes connotaciones florales, y muy buena graduación alcohólica y acidez.

Siguiendo con las hectáreas, las 26 correspondientes a la familia Méndez, convertirían la media de cada viticultor, en una maceta. Nos referimos a Bodegas Campante, una de las primeras de la zona, ya en su tercera generación. Nueva bodega, nuevos viñedos y nuevas energías, para esta veterana bodega que inició una importante plantación de variedades autóctonas en sus viñedos que miran al Miño, en las laderas de la Finca Reboreda, en Puga.

También miran al Miño, muchas de las hectáreas que controla Argimiro Levoso, Tito para todos, en la cooperativa de Ribadavia, Vitivinícola del Ribeiro, una gran bodega, la mayor de la zona, sin lugar a dudas, y de grandes volúmenes, pero que ha querido dejar sitio a la producción de vinos de calidad con su gama Colección Costeira. La buena, casi milagrosa, gestión de Tito Levoso, consigue poner de acuerdo a cientos de cooperativistas, tema que no debe ser fácil, y sobre todo a la hora de invertir. La cooperativa acaba de adquirir una vieja bodega-pazo, en una espléndida ladera, Pazo de Toubes, con intención de acometer en breve una rehabilitación total y empezar a elaborar vinos de sus propios viñedos de albariño, treixadura y loureira, que llevarán este mismo nombre.

HOTELES Y BODEGAS CON MUCHO ENCANTO

Hace justo 20 años, un grupo de amigos liderados por el entusismo y el conocimiento de Javier Alén, crearon una de las primeras bodegas del ribeiro siglo XXI: Viña Mein. Un bello y recóndito pazo, rehabilitado con exquisito gusto como hotel rural y una bodega anexa. Todo ello en un precioso paraje rodeado de 16 hectáreas de viñedos que miran al río Avia, muy cerca de San Clodio, la cuna del ribeiro, el monasterio cisterciense que, desde el siglo XII, ejerció una gran influencia constituyéndose en la cuna del ribeiro. Desde su nacimiento, el Viña Mein es un referente de calidad y constancia, con barrica o sin ella.

Con un par de años menos nació Casal de Armán, menos conocido allende las fronteras gallegas, pero de indudable calidad. Un total de 20 hectáreas alrededor de un magnífico pazo. También rehabilitado como hotel rural y restaurante en las laderas del Avia. Propiedad de los hermanos González Vázquez que entre todos se ocupan de elaborar y dirigir tanto la bodega como el hotel.

Pazo Tizón, otro lugar delicioso, en Moldes. Una casa solariega del siglo XVI con siete hectáreas de viñedo, cinco de ellas rodeando la finca amurallada, de unos 15 años de edad, y otras tres repartidas en 10 grupos de bancales -socalcos- todos ellos propiedad de la familia Paz. Extramundi es la marca comercial.

Pazo do Mar, con su franquísimo Expresión, en Tea; Pazo Casanova, en Santa Cruz de Arrabaldo, con sus marcas Casanova y Máxima; Coto de Gomariz, con sus viñas de 25 años, algunas de ellas en posiciones de un equilibrio casi imposible por la altitud y pendiente de las mismas, y con un joven equipo, capaz de conseguir vinos de enorme personalidad y terruño...son algunos de los buenos ejemplos de los mejores movimientos del ribeiro de este siglo XXI.

Anda por buen camino, sin duda.
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