Cómo catar un vino

Empezamos por explicar de forma clara y sencilla cómo catar un vino con una meta clara: disfrutar del vino. Se piensa que...

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Domingo 21 de Enero de 2018

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Empezamos por explicar de forma clara y sencilla cómo catar un vino con una meta clara: disfrutar del vino.

Se piensa que el conocimiento del vino es algo reservado para grandes expertos o sumilleres, sin embargo no es así, cualquiera puede disfrutar y a su vez analizar las sensaciones que el vino nos produce al degustarlo. Tan solo hay que afinar los sentidos: La vista, el olfato y el gusto. Por este mismo orden, vamos a analizar las tres fases de una cata.

Previamente tengamos en cuenta las siguientes consideraciones:

·         Realizar la cata en una habitación ventilada y luminosa.

·         No llevar perfume y evitar olores externos.

·         Si se van a catar varios vinos, preparar una copa diferente para cada vino.

1. Fase visual

Descorchamos y servimos el vino. Primero, oler el corcho, pues nos dará pistas de lo que ocurrió en la botella. Cogemos la copa por el tallo o la base y la inclinamos (unos 45º) sobre un fondo blanco.

Primero observaremos el color, nos dará una idea de la edad del vino. Por lo general, en un vino tinto, cuanto más rubí o cereza y brillante es el vino, más joven; si es más granate o teja tirando a anaranjado, suele ser un vino más envejecido con crianza. En algunos casos nos será difícil o imposible leer el texto que hay detrás de la copa, diremos que es un vino de capa alta. Cuando podemos ver claramente a través del vino diremos que es de capa baja.

Mediremos la densidad del vino. A más densidad, más concentración de alcohol, más graduación. Si movemos ligeramente el vino por la copa, observaremos como caen las lágrimas de vino. A menor velocidad de caída, mayor densidad, más graduación alcohólica.

2. Fase olfativa

Sin agitar el vino, metemos la nariz y olemos. Primero localizaremos los aromas primarios, son los propios de la uva, de naturaleza frutal o vegetal.

Agitamos la copa ligeramente para que el vino entre en contacto con el oxígeno y desprenda más aromas, los secundarios, los que se originan en la fermentación tanto alcohólica como maloláctica, suelen ser más numerosos en vinos jóvenes.

Seguimos agitando con más energía para dar paso a los aromas terciarios. Conocidos como bouquet, son complicados de adivinar. Se desarrollan durante y después de la crianza del vino y se clasifican en diferentes familias (animal, vegetal, torrefactos, frutos secos...).

3. Fase gustativa

El ataque son las primeras sensaciones que percibimos cuando el vino llega a la boca. Con la lengua lo pasamos de un lado al otro y tratamos de apreciar los cuatro sabores básicos: salado, dulce, ácido y amargo. Un vino redondo es aquel que logra el equilibro perfecto entre los cuatro.

En segundo lugar determinamos la textura (definida con adjetivos como seda, terciopelo o satén), y aquí es donde interviene el tacto. Notaremos suavidad o untuosidad como factores positivos, o astringencia y rugosidad como negativos.

Analizaremos en tercer lugar la vía retronasal. Una vez lo bebemos, expulsamos el aire por la nariz. Si durante un tiempo percibimos las mismas sensaciones, diremos que ese vino es de larga retronasal.

Finalmente, destacaremos qué final nos ha dejado el vino. Puede ser tánico, ácido, etc... puede no tener un final muy definido, incluso puede tener un final poco agradable (sucio). Según la persistencia de ese final se puede hablar de un vino corto (si dura menos de dos segundos), mediano, largo, incluso muy largo (entre nueve y doce segundos).

A grandes rasgos, así se realiza una cata.

Un artículo de Jose Luis MATEO
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