Martes 17 de Marzo de 2020
Los vinos mexicanos están hechos con la suma de las historias y las pasiones de quienes vislumbraron su futuro. Su materia prima se forma con el ir y venir de grandes personajes que han labrado la tierra con sus sueños y esfuerzo, abriéndoles el camino en un mundo con grandes competencias, al que han logrado cautivar con sus sabores y sus aromas.
Tierra, clima y variedades de uvas se han compaginado de forma perfecta en el suelo mexicano logrando ubicarse en el gusto de los consumidores. Son vinos que nos llenan el alma con la calidez de su sabor, con la viveza de las sensaciones que nos transmiten. Desde la primera bodega y la más antigua de América, hasta la más nueva con los vinos jóvenes, los vinos mexicanos gozan de extraordinaria calidad. Recorramos las grandes bodegas mexicanas, asombrándonos con sus paisajes y sus sabores extraordinarios.
Guanajuato es tierra productora de vinos, incluso se dice que el cura Hidalgo enseñaba el oficio de vitivinicultor a los pobladores, celebrando sus esfuerzos en cada vendimia. Es justo en los alrededores de San Miguel de Allende donde se pueden recorrer los viñedos, conocer el proceso de elaboración y degustar los vinos que llevan el sabor mineral de la tierra guanajuatense.
En sus viñedos se producen uvas Tempranillo, Merlot y Cabernet Sauvignon que se siembran en más de 40 héctareas. Los vinos que se producen con ellas, saben delicioso e invita a compartir una plática con amigos. Una de sus grandes creaciones es La Santísima Trinidad Blend Rosado, un delicioso vino rosado que nos recuerdo las tonalidades del atardecer en Guanajuato.
Las uvas crecen rodeadas del perfume de campos de lavandas, bajo el jugueteo del viento fresco del campo y en un ambiente de total tranquilidad. Esta combinación de factores, hace que La Santísima Trinidad Blend Rosado desarrolle un hermoso color rosado intenso con notas de rojizo granate, mientras que en nariz destaca con notas intensas principalmente de granada, toronja y fresa silvestre junto con aromas de pan tostado, demostrando su maceración en lías de fermentación.
En boca, se descubre que es un rosado de gran intensidad y audacia, con complejidad estructural, distinguido volumen, untuoso, presente acidez y gran permanencia en retrogusto. Su maridaje ideal es con un tartar de rib eye añejo, chiles en nogada o pulpo asado, sabe delicioso con quesos de estacionamiento.
Al descorchar la botella, se liberan los aromas de los paisajes de ensueño, y sus sabores cautivantes nos invitan a sentarnos y contemplar la belleza del momento.