Lunes 21 de Abril de 2025
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Este lunes, 21 de abril, murió a los 88 años el Papa Francisco, cabeza de la Iglesia católica que ha sido una figura influyente y disruptiva en el panorama religioso y político mundial desde su elección en 2013. Además de líder espiritual, el Papa Francisco también era el Jefe de Estado del Vaticano, un pequeño país en medio de la ciudad de Roma con una relación muy estrecha con el vino.
El Vaticano mantiene una relación larga y constante con el vino, una bebida que no solo forma parte de su liturgia, sino que también tiene un lugar en su vida cotidiana, en su patrimonio y en su economía. Esta relación se remonta a los orígenes del cristianismo y ha evolucionado a lo largo de los siglos con el crecimiento de la Iglesia y el desarrollo del Estado vaticano. Hoy en día, el vino sigue siendo un elemento habitual tanto en los ritos religiosos como en los espacios de convivencia dentro del Vaticano, y también en sus propiedades agrícolas situadas fuera de sus muros.
El uso del vino en la liturgia católica se basa en el relato de la Última Cena, donde, según los Evangelios, Jesús compartió pan y vino con sus discípulos, señalando que el vino representaba su sangre. Desde entonces, la misa católica utiliza vino consagrado como parte central del sacramento de la Eucaristía. El Código de Derecho Canónico establece que el vino debe ser natural, elaborado a partir de uva, sin corrupción ni aditivos que alteren su pureza. Esto obliga a una cuidadosa selección del producto utilizado en las celebraciones eucarísticas.
El Vaticano no produce vino dentro de sus 44 hectáreas amuralladas en Roma, debido a la falta de espacio y al carácter urbano del territorio. Sin embargo, dispone de una finca agrícola llamada Villa Barberini, situada en Castel Gandolfo, a unos 25 kilómetros al sureste de Roma. Esta propiedad, que forma parte del Patrimonio de la Santa Sede, incluye viñedos, olivos, huertos y espacios verdes. Allí se cultivan uvas destinadas a la producción de vino para consumo interno y para actos litúrgicos, aunque a pequeña escala.
En el año 2015, el Vaticano autorizó por primera vez la venta de una edición limitada de vinos producidos en Castel Gandolfo. Fue una iniciativa del Governatorato, el órgano encargado de la administración del Estado vaticano, con el objetivo de poner en valor las actividades agrícolas que se desarrollan desde hace décadas en esa finca. Las botellas, etiquetadas con símbolos papales y textos en latín, fueron vendidas en las tiendas oficiales del Vaticano y en algunos comercios vinculados con instituciones religiosas. El beneficio se destinó al mantenimiento de las villas pontificias y a proyectos sociales.
En paralelo al vino producido en Castel Gandolfo, el Vaticano también adquiere vino de productores italianos y de otros países, siempre bajo criterios muy estrictos relacionados con su uso litúrgico. Muchos de estos vinos se almacenan en la bodega que existe dentro del Palacio Apostólico, donde se conservan también aceites, licores y otros productos destinados a las mesas del Papa y de su entorno más cercano. Algunas de estas botellas provienen de donaciones de bodegas que desean establecer vínculos con la Santa Sede.
Históricamente, varias órdenes religiosas han mantenido una producción estable de vino dentro de monasterios y abadías, tanto en Italia como en Francia, España y Alemania. Muchas de estas órdenes siguen produciendo vino hoy en día, en algunos casos con métodos tradicionales y en otros con apoyo técnico moderno. Algunos vinos monásticos han alcanzado un reconocimiento amplio por su calidad y su método de elaboración, y muchos se comercializan como parte de la economía de sostenimiento de los propios conventos.
El vino también ha ocupado un lugar simbólico dentro de la diplomacia vaticana. Es habitual que, en las visitas oficiales o encuentros con jefes de Estado, el Vaticano ofrezca vino entre los obsequios protocolares. En varias ocasiones, también ha servido como producto de intercambio en acuerdos con regiones vinícolas, que buscan que sus productos sean aceptados para el uso litúrgico. Para ello, deben demostrar que cumplen con las exigencias establecidas por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
En el plano cultural, el vino figura con frecuencia en los textos y discursos papales, tanto en sentido literal como metafórico. El Papa Francisco mencionó el vino en distintas homilías y audiencias, asociándolo con la alegría, la celebración y la vida familiar. En 2022, durante una reunión con viticultores italianos, elogió el vínculo entre el trabajo de la tierra y el cuidado de la creación, recordando que el vino, como el pan, está profundamente ligado a la experiencia humana y espiritual.
La presencia del vino en el Vaticano también se percibe en su vida diaria. Aunque el consumo es moderado y respetuoso, forma parte de las comidas servidas en las residencias vaticanas, en los encuentros entre cardenales y obispos, y en los banquetes con invitados. El vino que se sirve en estos espacios no es necesariamente de producción propia, y suele provenir de bodegas italianas seleccionadas. En algunos eventos se han servido también vinos españoles, franceses, argentinos y chilenos.
El vino, por tanto, sigue siendo un elemento fundamental en la vida del Vaticano, tanto desde su dimensión religiosa como cultural, social y económica. A pesar de los cambios del mundo moderno, su presencia continúa siendo constante, como símbolo de tradición, fe y convivencia.
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