David Manso
Jueves 06 de Junio de 2019
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Son varios los aspectos que identifican a una región del resto de zonas de producción vinícola. Sus suelos, el clima y la localización confieren ciertas propiedades a la uva que conformarán las bases diferenciadoras del futuro vino en función de su procedencia. Una misma variedad de uva se comporta de manera similar siempre y cuando estas condiciones sean las adecuadas para garantizar su correcto desarrollo.
Hasta aquí todo parece correcto, pero si como está ocurriendo esas condiciones climáticas de cambio se mantienen, se "estandarizan", estableciéndose como habituales... no ocurrirá lo mismo con los vinos de una misma variedad aún procediendo de distintas localizaciones? Serán estas variedades capaces de soportar el rigor de el cambio en la climatología? Hablaríamos entonces de vinos planos, estandarizados y sin identidad propia? La solución, pasar por adecuar las variedades al clima, al entorno, ya que no podemos adecuar la climatología a las variedades.
En un tiempo en el que los conocimientos del campo se basaban en la experiencia del agricultor, la elección del tipo de variedad se basaba en la propia experiencia heredad o adquirida de sus antecesores. La plantación del viñedo se realizaba con variedades que, por histórico, eran productivas y capaces de desarrollarse bajo las condiciones que la región imponía. Más recientemente, la búsqueda de altos rendimientos en detrimento de la calidad y la temida filoxera, llevaron a ciertas zonas a desestimar sus variedades autóctonas cediendo el paso a variedades foráneas, que bien suplantaran al viñedo dañado o satisficieran deseos de índole económico olvidando el principal elemento diferenciador de la región. Sus variedades endémicas, las variedades autóctonas.
El uso y recuperación de variedades autóctonas generalmente garantiza una buena adaptabilidad, un buen desarrollo, una mayor resistencia a posibles enfermedades, y muchas de ellas con un gran potencial enológico. Un largo y costoso proceso que conlleva ciertas fases que lógicamente tardará en dar resultados, pero que a la larga se verán reflejados como un elemento diferenciador, generando vinos con identidad propia, un legado vinícola que formará parte de la historia, de nuestra cultura.
El vino son sensaciones, y parte de estas sensaciones estriban en ser diferentes, únicos y particulares
Si hablamos de zonas de producción algunas no las han abandonado, bien por localización, por aislamiento o por deseo propio. Un terreno ya ganado como elemento diferenciador que da como resultante vinos diferentes, únicos. Varias regiones , tanto peninsulares como insulares, han mantenido estas variedades e incluso se están recuperando nuevas variedades olvidadas. Así nos encontramos algunos ejemplos de su mantenimiento en Galicia (Treixadura, Caiño Longo, Brancellao...etc.), Asturias (Carrasquín, Albarín...etc.) o Las prefiloxéricas de Canarias (Listán Blanco, Malvasía, Gual,...etc.). Mientras que en otras denominaciones en la que se trabaja por la recuperación tenemos Ribera del Duero (Albillo), Penedés (Garró, Querol, Selma Blanca, ...etc.) o en Ribera del Guadiana (Alarige, Borba... etc.). Más serían os ejemplos a mencionar sobre esta labor de recuperación se está realizado por parte de bodegas y sus denominaciones de origen.
Si hablamos de bodegas, otra parte fundamental en los proyectos de recuperación de variedades autóctonas, cada vez son más las que apuestan por ellas introduciendo entre sus elaboraciones vinos procedentes de estas variedades. Sin esta recuperación e introducción en el viñedo, los vinos resultantes de variedades foráneas adquirirían un carácter muy similar al de otras regiones productoras que utilizasen las mismas variedades, haciéndose difíciles de catalogar al volverse muy parecidos, casi gemelos salvando ciertos parecidos, pero muy globalizados. Vinos que siendo expresivos, no aportan nada o muy poco respecto a sus homónimos varietales de regiones colindantes. El vino son sensaciones, y parte de estas sensaciones estriban en ser diferentes, únicos y particulares.
Generalmente el consumidor no iniciado en el vino no repara en estos aspectos, ni siquiera buscará estos vinos decantándose por otros según su lugar de procedencia. Por otro lado hay un público más curioso, inquieto, con cierta cultura del vino ávido por conocer, por descubrir, que sí es capaz de apreciar esta labor y sus vinos resultantes. Vinos con un valor añadido. Vinos que claramente saben expresar su procedencia, su origen.
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