DON QUIJOTE, TOM SAWYER Y EL GRAN VINO

Hay una anécdota de dos extraterrestres de una especie muy agresiva que están hablando y le dice uno a otro: - ...

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Domingo 22 de Mayo de 2016

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Hay una anécdota de dos extraterrestres de una especie muy agresiva que están hablando y le dice uno a otro:

-  La forma de vida dominante en el planeta Tierra ha situado varios anillos de satélites en su órbita cargados de armas nucleares.

-  ¿Son una forma de vida inteligente?

-  Pues no deben serlo mucho porque todas están apuntando hacia ellos.

Independientemente de que creamos o no en los marcianos, la cosa no tiene ninguna gracia porque lo más probable es que este suceso haya ocurrido ya.  Es pertinente citarlo porque ilustra oportunamente algunos de los aspectos del proceso de globalización en el que estamos inmersos.  A veces parece que podemos aplicarnos bien el cuento, por ejemplo en las últimas semanas en esa región donde al mismo tiempo se desarrollaba durante los últimos años una estupenda política comercial en los Estados Unidos.  Aquí somos todos brothers in arms; los viticultores, los creadores, los productores, los distribuidores, los exportadores, los expertos, los aficionados, los mass-media del vino... y los reguladores y gestores. Estamos, claro que si, en una batalla comercial; pero se desarrolla fuera de nuestras fronteras.  Hablemos pues de España y de los Estados Unidos.

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha y Las aventuras de Tom Sawyer tienen en común que son obras maestras de la literatura universal y en esto, nada tienen en común con el vino que no lo es.  Pero prosigamos...  Ambas novelas son fundamentales para entender la cultura de donde se hicieron posibles. Ambas son pues realidades que evocan de la mejor forma algo etéreo como es la cultura de los pueblos que las crearon y por eso, en este mundo del siglo XXI donde se difuminan las fronteras entre lo real y lo virtual, Don Quijote y Tom Sawyer, son ya más personajes históricos que de ficción para nuestros hijos (en proporción inversa a sus hábitos de lectura, eso sí).  Ambos son pues ciudadanos español o norteamericano perfectamente. Y en esto, esas obras maestras empiezan a asemejarse a algunas características del buen vino; en su capacidad de compendiar, de sintetizar, de evocar, un tiempo pasado, un territorio y una cultura.

Pero hay más.  Bien sabido es que para que un buen vino sea un gran vino debe tener cuatro cualidades: expresividad (con color, aromas y sabores bien definidos), integralidad (con armonía entre sus características organolépticas), complejidad (con capacidad de sorprendernos siempre) y conectividad (con su terroir, con su cultura).  Considero que debemos incorporar aquella característica que hace que El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha y Las aventuras de Tom Sawyer sean grandiosas.  Se trata de que fueron escritas por gente decente (Cervantes y Clemens) para provecho de gente igualmente decente.  Fueron hechas por buena gente para el disfrute de la buena gente.  Eso es imprescindible para que un buen vino sea un gran vino: estar en efecto hecho por personas nobles para el beneficio de personas como ellos.  Un gran vino lo sabe transmitir.  Llamemos a esta quinta característica de un gran vino la vinicultura de bien.

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