Por su nombre lo conocerás

Cerca de un millón de marcas y nombres de vinos existen tan solo en el mercado español, por ello, los bodegueros y especialmente sus departamentos de marketing, han apostado por los nombres de vino que sean transgresores, divertidos y fáciles de recordar

Javier Campo

Lunes 07 de Septiembre de 2015

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Hace aproximadamente una década, y debido a la creciente inserción en el mercado de referencias vinícolas, los nombres de los vinos han experimentado un cambio importante en algunos casos, dejando atrás señorío de no sé qué, castillo de no sé cuánto, marqués de aquello o finca de tal y cual.

Cerca de un millón de marcas y nombres existen tan solo en el mercado español, por ello, los bodegueros y especialmente sus departamentos de marketing, han apostado por los nombres de vino que sean transgresores, divertidos y fáciles de recordar o asociar a una determinada región o variedad.

Todos conocemos vinos muy fáciles de recordar precisamente por eso, por su nombre: El Perro Verde, probablemente de los primeros en España y lanzado por Quim Vila (VilaViniteca) dio paso a muchísimos otros que se han subido al carro de los nombres, digamos poco convencionales.

Morena Mía, La Malkerida, Bésame Mucho, Gamberro, Ojo de Liebre, La Bruja Avería, El Hombre Bala, Escote Profundo, Haciendo el Ganso, Kamasutra, Delito y Castigo, 4 Kilos, Sospechoso, La Fresca… Estos son solo algunos de los nombres de vino que, por si mismos, ya llaman la atención.

He obviado algunos vinos que aunque también tienen un nombre conocido, me parecen un tanto groseros, y el “vale todo” no me parece apropiado.

No en todos los casos, el nombre del vino es sinónimo de calidad sino que más bien se utiliza para elevar el número de ventas por lo pegadizo del mismo. Aun así, no debemos caer en la tentación de elegir nuestro vino por su nombre o por su etiqueta (que esa es otra) sino por su contenido en botella.

Tampoco se trata de desconfiar de vinos con nombres llamativos, porque hay muchos que merecen la pena se llamen de una u otra manera. Pero como todo en ésta vida, es cuestión de gustos.

Al encontrarnos frente a una carta o catálogo de vinos (o cualquier otro formato de elección), mirad bien la información del mismo. Es lo que realmente nos dirá que es lo que vamos a beber. No esperemos que un vino que se llame “Esquizofrénico” nos vuelva locos sin probarlo antes, ya que el nombre no siempre va unido a lo que vamos a beber.

Elaborar un vino es un sinónimo de sensibilidad, de creatividad, de alma y también, porque no, de elegancia. Los nombres arriesgadamente sucios son muy peligrosos pues pueden volverse en contra de quien los elabora pues no sé si apetece mucho beberse un Frog Piss o un Le Vin de Merde.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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