David Manso
Viernes 20 de Junio de 2025
Vuelta a la carretera con una nueva ruta de enoturismo que me lleva otra vez por tierras de Castilla y León. Viajo a Segovia, provincia que acoge a la DOP Valtiendas. Una zona de producción pequeña que cuenta con menos de 100 ha. de viñedo trabajadas por nueve productores, viticultores, y a la que están adscritas seis bodegas. Un territorio que colinda con una parte de la Ribera de Duero, concretamente al suroeste de esta afamada denominación, con el que comparte muchas cosas pero que mantiene una identidad propia. Parte de su cultura, de sus costumbres, de la gastronomía, y de las variedades de uvas también son compartidas con sus vecinos, pero también hay algunas diferencias que descubriremos a lo largo de estos dos días de ruta.
Arranco la ruta desde la población segoviana de Cuéllar. Aunque actualmente esta no pertenece a la zona de influencia de la DOP Valtiendas, si lo estaba en el S. XIX, bien merece una vista por su cercanía y por la importancia que tiene dentro de la oferta cultural que comprende el enoturismo en la zona. Cuéllar, ciudad a medio camino entre Segovia y Valladolid, también es Villa medieval, cabeza de partido, conjunto histórico y pertenece a Tierra de Pinares, además de ser un buen exponente del estilo mudéjar. En ella encontramos muchos puntos de interés visitables; iglesias, conventos, casas palaciegas, torres...etc. pero su mayor atractivo, o al menos el que más visitas recibe, es el Castillo de Cuéllar, o también conocido como Castillo de Los Duques de Alburquerque, junto a su Muralla. Una construcción que se estima fue realizada entre los S. XII y XIII, y que en el año 1464 el Rey Enrique IV regaló al primer Duque de Alburquerque, Beltrán de la Cueva, cuando le nombró Señor de Cuéllar. De ahí, varias ampliaciones que marcan los diferentes estilos, y diferentes fueron también los usos que recibió el castillo a lo largo de los siglos. Varios fueron los personajes famosos que lo habitaron, entre ellos José de Espronceda inspirando sus muros su famosa obra "Sancho Saldaña o El Castellano de Cuéllar". A su vista podemos conocer su historia, recorrer sus dependencias; mazmorra, capilla, sala del trono,...etc. subir a la parte más alta desde donde poder contemplar la ciudad de Cuéllar y el "mar de pinares", demás de recorrer por su muralla.
Tras la visita prosigo ruta y me sumerjo ya en la DOP Valtiendas. Los paisajes se suceden, los campos se presentan teñidos de un verde intenso gracias a las recientes lluvias, los pueblos desprenden calma, la misma que procesan sus habitantes. Subo una loma, y al fondo, encastrado entre las colinas aparece Fuentidueña. Bonita población a orillas del río Duratón que también conserva vestigios del pasado, entre ellos las Ruinas de San Martín (restos de su antigua muralla). Tras este mi primer encuentro con el Duratón me dirijo a la búsqueda de los orígenes de la viticultura, y con ello del vino, en Valtiendas, llevándome esta hasta la Ermita de Santa María de Cárdaba, en Pecharromán. Una parte de estos viajes de enoturismo me lleva a indagar sobre este tema, el origen de la viticultura y elaboración de vino en la zona, tarea difícil esta que en ocasiones, muy pocas más bien, da sus frutos con exactitud, y que en la gran mayoría de ocasiones me lleva a un época en la que más o menos se estima ese origen al faltar documentos que lo ratifiquen. Aquí, en Valtiendas es en esta ermita donde hallo el primer referente de ello, y para conocerlo hay que remontarse al año 937 cuando el Conde de Castilla, Fernando González, y su esposa Doña Sancha, donan la ermita, y con ello la finca, al Monasterio de San Pedro de Arlanza. Son los monjes nuevamente como en muchas ocasiones los impulsores de la viticultura en la zona produciendo por aquel entonces 100 cántaras, unos 1.600 litros, de vino al año. Así, podemos certificar que el origen de la viticultura en la DOP Valtiendas fue en el S XX, al menos documentado, que posiblemente fuese anterior, remontándose a la época en la que los romanos habitaban estas tierras. Durante un siglo los monjes trabajaron la finca que finalmente fue abandonada, y no será hasta los años 80 del pasado siglo cuando la familia Sancha, coincidentes en el apellido con la mujer del Conde que donó la finca pero nada más, quienes la adquieren, la rehabilitan, y plantan el primer viñedo en el año 1999. Hoy son ellos, junto al resto de viticultores, quienes mantienen y continúan con la tradición vitivinícola en la zona.
Visito Finca Cárdaba, una bodega de reciente construcción con una arquitectura de diseño y con oferta de enoturismo previa reserva. Recorro sus instalaciones en las que elaboran sus vinos para los que usan tres variedades principalmente; en uvas tintas Tempranillo y Syrah, y la blanca Viognier. Un recorrido por diferentes salas que guardan un conjunto armonioso en las que el diseño y la iluminación crean un ambiente de relajación. Visito viñedo, la ermita y la bodega para finalizar en la sala de catas donde se degustan sus vinos y vermut. Me comenta Javier, uno de los propietarios, que en las visitas no se cata, que se degusta el vino, haciendo de ello una apología más del disfrute dejando a un lado la parte técnica, haciendo así que la visita sea una experiencia para todos los públicos que busca profundizar en el origen de sus productos.
Se acerca la hora de comer, es momento de conocer y disfrutar de la gastronomía típica de la zona y lo haré en mi siguiente destino. Sacramenia, junto a Pedraza y Sepúlveda, forman un triángulo gastronómico que personalmente lo llamaré el "triángulo del Asado". Muchas son las personas que los fines de semana acuden a estas poblaciones a disfrutar de él. Ya lo había disfrutado tanto en Pedraza como en Sepúlveda, y es ahora cuando cierro este triángulo haciéndolo en Sacramenia, en Asados Garci. El Asado es el plato más famoso pero aquí elaboran otros que también hacen las delicias de los comensales; chorizo frito de Navalilla, Morcilla frita de la vecina Burgos, Morro con Setas,...etc. y postres caseros, todo ello con productos de proximidad que se pueden acompañar con vinos de la tierra. En mi caso probé dos tintos biodinámicos de Bodegas Vagal elaborados por José María Galindo Winegrower a quien mañana visitaré.
La tarde es buen momento para conocer Sacramenia y alrededores. Visitar El Coto de San Bernardo, un espacio privado a un par de kilómetros del pueblo que recibe visitas los miércoles donde conocer una bonita abadía cisterciense, el Monasterio de Santa María La Real, declarado Bien de Interés Cultural en el mismo año que el Castillo de Cuéllar (1931) y visitar su imponente iglesia. Recorrer Sacramenia, sus iglesias, las de Santa Marina y San Martín, donde el estilo románico segoviano está muy presente. Visitar el Valle de Botijas, frontera natural con la Ribera del Duero donde se localizan los viñedos más bonitos de esta denominación, un lugar que ha atraído a grandes elaboradores de vino que han puesto sus ojos aquí, entre ellos Alfredo Maestro. Visitar también una bodega tradicional en el barrio de bodegas, espacios estos que durante siglos las familias han preservado y donde antaño se elaboraba vino, algunas todavía lo hacen, y hoy son usadas para merendar, chuletillas al sarmiento principalmente, recibir a familiares y amigos, y disfrutar de las tardes-noches de los fines de semana en torno a la mesa en buena compañía. Y finalmente subir a las ruinas de la Ermita de San Miguel para disfrutar de una amplia mirada a este territorio y al pueblo de Sacramenia y de las bonitas vistas que nos regala el atardecer.
Para cenar no podían faltar unas chuletillas al sarmiento, plato típico no sólo de esta zona sino también de muchas poblaciones de Castilla y León. Una primera parte de ruta que nos sumerge en la parte cultural, de tradiciones, histórica, y gastronómica de la zona, y todo ello complementado con visita a bodega. Enoturismo puro y duro. Ahora toca descansar ya que mañana me espera un largo día de ruta también.
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Wine Rider: DOP Valtiendas, el Duratón elemento vertebrador |