El vino y la fugacidad de la vida: de Pompeya a Siniestro Total

Maldita Filoxera

Miércoles 17 de Junio de 2015

Dos milenios después de la destrucción de Pompeya, el grupo Siniestro Total comprendió todas estas enseñanzas

El mosaico de la imagen tiene la friolera de 2.000 años. Se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles y procede de esa joya para los amantes de la cultura grecorromana que es Pompeya. Muestra a un esqueleto sosteniendo un “asko” en cada mano. Un “asko” era un tipo de vasija empleada para servir vino que contaba con un asa y un pitorro.

En tiempos, este mosaico fue lo que se conoce como un “emblema”, es decir, la parte central -y, por tanto, más importante- de la decoración de un suelo, en este caso de un comedor. Transmite dos mensajes muy conocidos de la Antigüedad clásica. Por un lado, el “memento mori” o “recuerda que vas a morir”; por otro, el “carpe diem” o “aprovecha el momento” del epicúreo Horacio. Enológicamente hablando: disfruta del vino mientras puedas, que la muerte llega cuando menos se la espera.

En el siglo VIII, el poeta chino Li Bai llevó al extremo su afición al vino y su consternación por la fugacidad de la vida. Se dice que murió ahogado en un río al caer de su bote cuando, bajo los efectos del alcohol, trataba de abrazar el reflejo de la luna. No en vano su poema más conocido se llama “Libación solitaria bajo la luna”. Dice así:

Rodeado de flores, bebo solo,
ante una jarra de vino.
Alzo la copa y convido a la luna.
Con mi sombra, ahora somos tres.

Aunque la luna no puede beber
y mi sombra en vano me sigue,
las tomo por compañeras transitorias.
¡Divirtámonos antes de que pase la primavera!

Canto, mientras la luna pasea.
Bailo, mientras mi sombra vacila.
Antes de mi embriaguez nos solazamos juntos.
Cuando estoy ebrio, se deshace nuestra compañía.
¡Oh, luna! ¡Oh, sombra!
Seréis mis inmortales amigas.
Ya nos reuniremos algún día
en el cristalino mundo de las estrellas.

En 1660, el holandés Willem Kalf pintó su “Bodegón con porcelana y copa nautilo” , actualmente en el madrileño Museo Thyssen. Aunque se trata de una pronkstilleven o “naturaleza muerta ostentosa”, destinada a exponer la riqueza acumulada por algún burgués de la época, incluye -como buen bodegón- símbolos asociados al paso del tiempo: el reloj abierto en el ángulo izquierdo de la mesa, los restos de frutas, el vaso roto... y, por supuesto, la copa de un vino blanco abandonado y en riesgo de deterioro.

Dos milenios después de la destrucción de Pompeya, el grupo Siniestro Total comprendió todas estas enseñanzas en su tema “Hermano, bebe”, en cuya letra podemos leer: “El que intenta maltratar / a cualquier viticultor / se merece todo mal / Se merece una traición (…) / Hermano, bebe / que la vida es breve (…) / ¿Qué quieres ser de mayor? / Yo quiero ser catador”.

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