Jueves 02 de Junio de 2011
Año bisiesto que los chinos denominaron del dragón, primer vuelo comercial del concorde, se funda la empresa Apple Computer Company, se celebran los juegos Olímpicos de Montreal, Ángel Nieto gana su 7º campeonato mundial… pero también el 24 de mayo de ese año, se celebró en París una cata que sería recordada durante mucho tiempo.
La fama de los vinos franceses, siempre estuvo reconocida, es más, estaban considerados como “los vinos”, la máxima expresión del mundo vitivinícola. La trayectoria que seguía y sigue este país, se ve reflejada en la calidad de sus caldos pero, eso no quiere decir que sean poseedores de una técnica mágica que hace a sus vinos los mejores del globo y que tengan que ser venerados allá por donde pasen.
Steven Spurrier, era un joven de origen británico que tenía una tienda de vinos en París. Su inquietud le llevó a buscar otros mercados y decidió viajar a California para probar los vinos que se elaboraban en aquella zona del continente americano. Se vio sorprendido con la calidad de los caldos que fue probando por las distintas bodegas que visitaba y decidió, con buen criterio, dar a conocer en Europa esas joyas. Él sabía que no podía llegar y presentar directamente lo que traía pues, nadie iba a reconocer que los vinos californianos pudieran estar por encima de los franceses, así que organizó una cata a ciegas. Reunió a 11 jueces que formarían el tribunal de cata, entre los que se encontraba Aubert de Villaine propietario de la legendaria bodega de borgoña Romaneê-Conti, Odette Kahn editora de Revue du Vin de France y de Cuisine et Vins de France, Pierre Brejoux del instituto de las denominaciones de origen y Michel Dovaz del instituto del vino de Francia, en total eran 9 franceses, 1 británico y 1 americana.
El tribunal francés estaba casi convencido de que sus vinos quedarían mejor valorados, pero la sorpresa vino cuando algunos miembros del jurado, quisieron retirar sus votos al ver destapadas las botellas que habían catado y sorprendidos observaron que los americanos habían quedado por delante:
Llegados a este punto, estoy seguro que a muchos de los lectores les gustaría saber algo más sobre este curioso acontecimiento pues… para los que quieran más, os recomiendo Bottle shock (guerra de vinos) es una película del año 2008 que resume la aventura de Steven Spurrier en 110 minutos.