Francisco [Redacción]
Martes 12 de Mayo de 2009
Allá donde rompen las mareas,
encolerizadas por no poder seguir,
y rugen a los riscos y a las gaviotas que viven con ellas,
en ellas, como el pez,
alimentándose entre efluvios salinos
y aromas constantes de vida y de sacrificio.
Galicia de rías altas y majestuosas,
que en su confín abrazan el Cantábrico
con el corazón frío de sus aguas,
de rías Baixas, con sus islas y viñedos,
donde el Miño apura la tierra de sus esencias
hasta liberarse en la inmensidad oceánica.
Galicia, arca Celta siempre abierta,
exhalando el frescor restaurador de una vida propia,
que anda por prados y montañas sumergiéndose en todo
para volver a volar entre nosotros,
con su agua, con la melancólica humedad
que hidrata sus raíces, su flor.
Ya nunca nos dejará inermes ante esta vida, su vida,
la que nos da y nos hace a cada suspiro
o a cada lágrima, cuando no ríe,
porque entonces desde su bóveda partirá el afilado resplandor
trasponiendo las nubes para dibujar un perfil eterno,
que nutre y sacia nuestro afán animista.