Jueves 24 de Julio de 2025
Leído › 995 veces

En los últimos años, el enoturismo ha evolucionado notablemente, dejando de ser una propuesta centrada exclusivamente en la visita y cata para convertirse en una experiencia cultural, sensorial y emocional más amplia. Esta transformación se debe, en gran parte, a la creciente apuesta de las bodegas por diversificar su oferta enoturística mediante actividades complementarias que integran música, astronomía, gastronomía y otros elementos del patrimonio natural y cultural del territorio.
Durante los meses estivales, cuando el flujo de visitantes se orienta hacia destinos de sol y playa, muchas bodegas han encontrado en la programación de eventos una vía eficaz para mantener su atractivo, tanto para el turista como para la población local. Así, propuestas como cenas entre viñedos, observaciones astronómicas, tardeos con música en directo o festivales temáticos han ganado terreno, ofreciendo nuevas formas de descubrir el vino desde una óptica más experiencial.
Esta diversificación no solo enriquece la experiencia del visitante, sino que también refuerza el papel de la bodega como agente dinamizador del entorno. Al "abrir sus puertas" a la comunidad local y ofrecer alternativas culturales y de ocio, las bodegas fortalecen su vínculo con el territorio y contribuyen a revitalizar zonas rurales, alineándose con los principios del turismo sostenible.
Desde una perspectiva operativa, la oferta enoturística estival puede clasificarse en tres grandes líneas de experiencia que permiten a las bodegas diversificar su propuesta y conectar con distintos perfiles de visitante:
Música y vino: los tardeos para disfrutar del atardecer son una fórmula versátil, accesible y muy bien acogida por bodegas de distintos tamaños. La presencia de grupos locales, la venta directa de vino y la posibilidad de integrarse en ciclos culturales más amplios convierten estas actividades en un recurso de fácil implementación y alto impacto. Algunas bodegas, con mayor infraestructura, han dado un paso más organizando jornadas completas en formato festival, combinando catas, talleres, gastronomía y conciertos.
Astronomía y vino: El viñedo se transforma en un observatorio, libre de contaminación lumínica, ideal para la contemplación del cielo nocturno. Las catas bajo las estrellas, a menudo acompañadas de productos de proximidad o cenas ligeras, despiertan un interés creciente entre los visitantes en busca de experiencias singulares y conectadas con el entorno. Cada vez son más las bodegas que integran este tipo de propuestas en su oferta enoturística, incorporando la colaboración de profesionales especializados en astronomía para enriquecer la experiencia con contenidos divulgativos y observación guiada del firmamento.
Enogastronomía al aire libre: Las cenas maridadas en entornos como viñedos o terrazas con vistas se han consolidado como una de las propuestas más valoradas dentro de la oferta enoturística estival. En ellas, los vinos de la bodega dialogan con una gastronomía basada en productos de proximidad, donde la materia prima local cobra un papel protagonista. La cocina tradicional se fusiona de manera armónica con técnicas contemporáneas, dando lugar a una propuesta culinaria que respeta la identidad del territorio y, al mismo tiempo, ofrece una experiencia innovadora y memorable para el comensal.
El Monitor de Enoturismo 2024 de la DOCa Rioja corrobora esta tendencia: más de 30.000 personas participaron en los más de 60 eventos celebrados en bodegas de la región. Un 50% de las bodegas encuestadas impulsó actividades enológicas, un 40,48% se volcó en eventos musicales y un 21,43% apostó por propuestas gastronómicas.
Este enfoque permite, además, consolidar al enoturismo como un modelo ejemplar de turismo sostenible, alineado con los principios que definen los destinos responsables del siglo XXI. En primer lugar, desde el plano ambiental, la mayoría de estas actividades se desarrollan al aire libre, minimizando el uso de infraestructuras artificiales y reduciendo el impacto sobre el entorno natural. La integración del paisaje como parte activa de la experiencia promueve una mayor concienciación del visitante sobre el valor ecológico de los viñedos y sus ecosistemas asociados.
En cuanto a la sostenibilidad sociocultural, la diversificación de experiencias refuerza la conexión entre el visitante y la identidad del territorio. Al incorporar elementos como la gastronomía local, la música en directo o la divulgación astronómica, se da visibilidad al patrimonio inmaterial de las zonas vitivinícolas, fomentando el orgullo comunitario y recuperando expresiones culturales a menudo relegadas. Además, al "abrir las bodegas a su gente", estas iniciativas contribuyen a que la población residente también se beneficie de una oferta cultural de calidad sin necesidad de abandonar su entorno, reforzando el arraigo y la cohesión social.
Por último, desde la perspectiva económica, estas experiencias generan nuevas fuentes de ingreso complementarias a la actividad vitivinícola principal, favorecen la desestacionalización de la demanda y estimulan la economía local mediante la contratación de proveedores, artistas, cocineros, guías y otros profesionales del territorio. De este modo, la bodega se posiciona no solo como productora de vino, sino como agente dinamizador del desarrollo rural, capaz de liderar propuestas turísticas viables, sostenibles y de alto valor añadido.
La diversificación de la oferta enoturística no es solo una estrategia coyuntural para los meses de menor afluencia, sino una clara evolución hacia un modelo más resiliente, integrador y competitivo. Un camino que muchas bodegas ya han comenzado a recorrer con excelentes resultados y que, desde Enoturismo Spain, observamos con satisfacción al ver cómo crece el número de proyectos que apuestan decididamente por esta vía.
Este artículo ha sido extraído de la Revista Sarmentum Rioja Nº Julio 2025 escrito por Enoturismo Spain.
Leído › 995 veces