Los efectos secundarios del boom del Albariño

Familias del Salnés piden medidas contra el sulfatado excesivo

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Viernes 02 de Mayo de 2025

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Desde el blog Atlantic Sommelier nos hablan de las consecuencias del (ab)uso de fitosanitarios en Rías Baixas.

En las Rías Baixas (aunque también podría ser extendible a otras zonas de Galicia) estamos teniendo un problema serio. No es nada nuevo, lo llevamos arrastrando desde hace ya algunos años. Los que seáis de la zona, seguramente habréis leído en las noticias que en el Salnés hay algunos municipios catalogados como vulnerables debido a la contaminación del agua con nitratos o fosfatos de origen agrario o ganadero. Si hablamos de contaminación por nitratos, esta se relaciona directamente con el cultivo de la vid por el uso de químicos en las viñas que estarían contaminando el agua de los pozos y las traídas.

Hay que ser consecuentes, el gran problema en el Salnés es el del cultivo masivo del Albariño, el cual, por regla general, no es sostenible. Y digo esto porque, en la mayor parte de los casos, los viticultores meten una mano de sulfato cada 7/10 días (de media, los hay que llegan a darlo cada 3/4) desde mediados de Marzo y, así, hasta Agosto (en algunas bodegas llegan a tratar incluso días antes de la vendimia). Por no hablar de que en años donde la presión no es tan alta o donde la alerta por plagas todavía no se ha producido, echan la química cada 10 o 12 días durante toda la primavera y parte del verano, simplemente como tratamientos preventivos.

Ya estoy oyendo las voces que me vais a saltar diciendo que si en las Rías Baixas es imposible hacer una viticultura sostenible. Soy plenamente consciente de que en esta región los viñedos están rodeados de mar por todas partes, por lo que la humedad ambiental es la mayor de la Península Ibérica con diferencia; escenario idílico para que las enfermedades fúngicas hagan una buena fiesta. Ahora, de aquí a justificar el abuso hay un buen trecho.

La realidad de los sistémicos es que, al usarlos al despipote, le estamos metiendo una cantidad enorme de biocidas al medio (es decir productos muy agresivos con la vida, la tierra, las aguas, y el aire). Cuando es época de sulfatado, el ambiente se llega a hacer irrespirable y muchas familias de la zona han dicho ¡basta! Familias que son conscientes de que se debe apoyar al sector del vino en la comarca, ya que es un importante músculo económico, pero que piden medidas para que la aplicación del sulfato no afecte a su día a día, teniendo la parte social y sanitaria en cuenta.

El problema recae no en que se usen fitosanitarios para tratar las vides, práctica que está legislada por el Gobierno (pero que sólo se controla dando una guía de buenas prácticas; click aquí para chequear la guía), sino en la mala praxis que muchos de los vecinos de la zona llevan a cabo a la hora de ejecutar los tratamientos. La gran mayoría de compuestos químicos que se usan como fitosanitarios, más allá del eufemismo de 'sanitario', son pesticidas o fungicidas y, evidentemente, suelen ser nocivos para el medioambiente cuando se usan sin ton ni son.

La indebida aplicación de estos fitosanitarios hace que un gran porcentaje acabe en otro lugar tras su aplicación. Así, todo el sobrante acaba contaminando las casas de particulares, las ropas tendidas, los coches se bañan en producto, llega hasta los colegios, los parques y los montes pierden su biodiversidad, al igual que los ríos, el mar, los pozos, las explotaciones ganaderas, las huertas, los frutales y, como no, las parcelas de otros viticultores que quieren trabajar de forma más sostenible y que su trabajo se ve contaminado por lo que otros fumigan.

Si te paseas por las Rías Baixas durante estos meses no es complicado ver tractores cisterna levantando nubes a chorrazo varios metros por encima de la parra, incluso en épocas cuando la viña a penas tiene follaje. En este último caso, al igual que al sulfatar viñedos cercanos a viviendas, los tratamientos se deberían aplicar a mano. En su lugar, muchos descerebrados, emplean atomizadores sin tener en cuenta la presión empleada ni la existencia de viento, todo para hacer en 30 minutos lo que les llevaría unas cuantas horas.

El reglamento indica que este tipo de productos se deben aplicar en la parcela particular y, para ello hay que tener en cuenta los metros de deriva (es decir, los metros que te separan de una casa particular, de una huerta, de un río, o de la viña de otro viticultor, por ejemplo), la dirección del viento y la presión del atomizador. Pero esto no siempre se cumple, da igual, y la cosa se lía parda. El simple gesto de equipar los atomizadores con unas boquillas antideriva evitaría esas nubes y, el regulado de la presión de manera eficiente, evitaría la suspensión del producto y el ahorro de éste.

Hay otro problema derivado del que no hemos sido conscientes. Hemos creado super hongos. Me explico, ya sea porque los viticultores de turno no hayan respetado o bien las dosis que indican los prospectos (cargándolas con un buen chute de producto, más de lo que se necesita) o bien los plazos de aplicación que se aconsejan desde las entidades oficiales entre cada uno de los sulfatados, han conseguido que las enfermedades se hayan hecho super resistentes, necesitando más cantidad de producto para poder derrotarlas. Esto preocupa, y mucho, porque hay años en los que se llegan a dar hasta 20 manos de producto y, eso, es una ¡auténtica salvajada!

¿Cómo se pueden permitir tales derivas de estos productos fuera de sus áreas de aplicación cuando son, claramente, vertidos contaminantes del medio ambiente? Por no hablar de los efectos que pueden causar para la salud de los vecinos. Ya hay estudios en marcha que estudian la relación del incremento de cánceres y otros problemas de salud con el abuso de fitosanitarios en el Salnés, aunque todavía sin resultados concluyentes.

¿Dónde está el problema? ¿Hay que poner más enfasis en los cursos de aplicación de fitosanitarios?, ¿tienen las autoridades que estar más encima de estas cosas? (ya sabemos como funciona Galicia para esto, sobre todo cuando autoridades varias también tienen intereses en el sector) o ¿hay que movilizar más conciencia social y exponer delante del Seprona a quienes actúan de esta manera?

A todo esto hay que sumarle que también se está abriendo otro melón bastante importante: las plantaciones masivas del Albariño, cuyos efectos se han visto ya a nivel económico, medioambiental y, ahora, social.

Lo que habría que hacer no es dejar de beber Albariño como dicen algunos radicales. No. Lo que se debería de hacer es simplemente parar de plantar por el mero echo de seguir creciendo, porque las plantaciones se están metiendo en lugares donde no se deberían haber metido (las laderas de los montes, las orillas de los ríos sin la protección de los bosques de la ribera, las tierras fértiles dedicadas tradicionalmente a las huertas...), y implementando barreras vegetales para desintoxicar e impedir que esa contaminación llegue a las zonas habitadas.

Hablando con viticultores y bodegueros de la zona me tienen explicado varias veces de forma bastante nítida la realidad de la región. Y, aunque si que es verdad que en el Salnés siempre hubo tradición vitivinícola, ésta se vio impulsada por el boom del Albariño a finales de los años 80. Es decir, cuando la gente entendió que se podía hacer un buen dinero invirtiendo en esta industria. Así nació lo que es hoy la realidad de las Rías Baixas, la cual no está sustentada por una ligazón histórica (ojo, hay proyectos que si que respetan mucho esto) sino por una económica. Los lugareños que tenían poder de inversión creaban bodegas y cooperativas entendiendo el Albariño como un bien mercantil más, por lo que se empezó a plantar Albariño por doquier, dando permisos para hacer plantaciones, como ya os habréis imaginado, en terrenos donde no se tendría que haber plantado porque no son adecuados para la vid. Encontraron su Dorado, vaya.

Si a eso le sumamos la llegada de los grandes grupos bodegueros (es decir, decapitales externos con ayudas públicas que persiguen sacar el máximo rendimiento económico de nuestra tierra), interesados por el tirón comercial de la variedad estrella, entonces apaga y vámonos. Si no, ¿cómo se entiende que el Ulla forme parte de la D.O. en esas proporciones? Por muy bonita que te pinten la historia, esto no es más que un campo de cultivo para que las grandes bodegas puedan tener sus plantaciones porque el Salnés no da para más.

Dejando por un momento el impacto medioambiental, esto tiene un impacto para la economía brutal. ¿A corto plazo? Macanudo, las grandes necesitan comprar uva con la que poder empezar a hacer su vino mientras sus plantaciones no están listas para producir uva de una cierta calidad, por lo que revientan el mercado comprando la uva a precios que hacen saltar de alegría a los viticultores de la zona, muchos de ellos, vendiéndose al mejor postor. Pero, ¿qué pasará cuando estas plantaciones empiecen a producir a pleno rendimiento? Lo de siempre, que al aumentar la producción se tirarán los precios por la borda. Y ese será seguramente el precio a pagar en la región por haber montado viñedos en cualquier rincón explotable que quedase libre.

A no ser que se nos de por jerarquizar nuestra calidad, nuestros viñedos y nuestros productores algún día. Pero este es un debate aparte.

En fin, la cuestión no es el dejar de tratar la viña, estamos en Rías al fin y al cabo. Lo que si que hay que ser es consecuente y hacerlo de manera responsable y sostenible, ganando una conciencia ambiental porque, que no se nos olvide, somos la herencia que dejamos.

Miguel Crunia

Os dejo con el link de apoyo a la Plataforma Regulación Sulfatos quienes están luchando por que se ejecute una legislación que regule el (ab)uso de los productos fitosanitarios. Puedes apoyarles con una firmita y leer su petición entera a través del siguiente link: haz click aquí.

Un artículo de Miguel Crunia
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