Lunes 14 de Abril de 2025
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Hay lugares que se convierten en ritual. Espacios donde el tiempo se acomoda distinto y los encuentros se sienten más plenos. Columba es uno de esos sitios. En sus dos sucursales (una en la Roma y otra en la Del Valle) se respira una mezcla delicada de refugio, nostalgia y calidez que transforma lo cotidiano en algo memorable. Especialmente por las mañanas, cuando la luz entra suave por las ventanas, el pan recién horneado perfuma el aire y el desayuno se convierte en una excusa deliciosa para reunirse, conversar o simplemente ser.
Aquí, el brunch se extiende con la complicidad de una buena charla, con ese segundo café que nadie niega, con una copa de vino o con el primer cóctel del día que suena a fiesta discreta. Columba es el punto de encuentro perfecto para quienes valoran la belleza de las pequeñas cosas, los detalles que no necesitan explicarse. Es ese rincón que se comparte entre personas que disfrutan verse y verse bien, que buscan un espacio donde se sienten escuchadas, miradas y entendidas, aunque no se diga nada.
La carta matutina es un homenaje a los sabores familiares, pero con un giro que los hace inolvidables. Las enchiladas al pibil llegan a la mesa como un abrazo: cuatro piezas rellenas de pollo y bañadas en una salsa cremosa, con cebolla morada y queso Cotija. Las enfrijoladas, con queso Oaxaca y chorizo, saben a fin de semana largo. Y los chilaquiles, con salsa tatemada y crema de rancho, acompañan cualquier conversación que necesite extenderse hasta el medio día.
Hay también guiños europeos, como el Croque-Madame con arúgula fresca o los molletes gratinados que hacen justicia al pan de la casa. Porque sí, en Columba el pan se toma en serio. Cada pieza es horneada artesanalmente, cuidando texturas y sabores como si fueran cartas de amor.
Pero lo que realmente distingue al brunch en Columba es el ambiente. Es esa sensación de haber llegado al lugar correcto, en el momento justo. Donde cada mesa se siente como propia, cada rincón invita a quedarse y cada platillo está pensado para provocar un suspiro. En la Roma, el bullicio de la ciudad queda atrás tan pronto uno cruza la puerta. En la Del Valle, la calma se mezcla con la luz de la mañana, creando una atmósfera íntima y acogedora. No importa cuál se elija, ambas seducen de forma distinta pero igual de efectiva.
Y si de seducción se trata, la barra no se queda atrás. Aunque sea temprano, hay quienes celebran el arte de comenzar el día con un cóctel bien hecho. Aquí, la mixología es parte del encanto. Desde creaciones cítricas y ligeras hasta mezclas intensas que despiertan los sentidos, cada trago está diseñado para acompañar el momento con estilo. También hay vino, claro, porque hay mañanas que merecen ser brindadas.
Columba es muchas cosas. Es ese desayuno planeado entre semana que se convierte en una tradición. Es el lugar donde se cruzan nuevas amigas con viejas conocidas. Donde una puede ir sola, segura de que encontrará una mesa donde sentirse bien. Donde se celebra sin motivo, porque no se necesita uno para disfrutar.
Es una experiencia que se construye poco a poco: desde el aroma del café hasta el fondo musical que, sin robar protagonismo, envuelve a los comensales con melodías que cambian según el ánimo del día. Y siempre hay algo en el aire que invita a volver.
Así son los brunch en Columba. Una pausa en la rutina, un respiro que se alarga, una conversación que se enreda entre mordidas y miradas.
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