David Manso
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Cuando el origen de un acontecimiento es incierto varias son las teorías que surgen en torno a él, y en el caso del vino también. La hasta ahora más popularizada sitúa sus orígenes hace 5.000 años en las montañas del noroeste de Zagros en Irán. Unas nuevas excavaciones arqueológicas apuntan a la zona sur de Cáucaso, el actual cuatrifinio formado por Georgia, Alemania, Turquía e Irán, datando las vasijas halladas con una antigüedad de 8.000 años. Una tercera, desecha las anteriores considerándolas como un suceso fortuito y puntual, y establece según varios indicios que fijan la primera cosecha de vino en Súmer, delta de los ríos Tigris y Eúfrates en la antigua Mesopotamia, allá por el 3.000 A.c.
Independientemente de la época en la que el vino tuvo su origen, ya sea por casualidad al fermentar espontáneamente un recipiente abandonado con mosto de uva o bien esa fermentación fuese deseada, programada y controlada, el vino desde entonces fue ampliando sus fronteras acompañando a las civilizaciones que dejaron de ser nómadas, cazadores y recolectores, para asentarse y dedicarse al cultivo, entre otros al de la vid. Pasados los años, en qué punto fue el vino considerado un elemento sagrado? Qué propició que pasase a formar parte de los actos litúrgicos cristianos?
El nexo de unión entre religión y vino ha sido la Biblia. La primera referencia que el libro sagrado hace de él la encontramos en el Antiguo Testamento, en la figura de Noé: "Tras escapar con una pareja de cada animal del diluvio universal, plantó una viña con cuyos frutos hizo vino, del que bebió hasta emborracharse".
La referencia más exacta al hecho del uso de vino en los actos religiosos cristianos se encuentra en la eucaristía celebrada por el propio Jesús de Nazaret durante la Última Cena, así el pasaje del Evangelio de Lucas 22:19 nos cuenta que Jesús compartió el pan y el vino con sus discípulos y les ordenó: "hacer esto en mi memoria". Aquí, en este momento el vino se convierte en un elemento sagrado para las creencias religiosas católicas formando parte de los actos religiosos futuros.
"Tomad y bebed todos de Él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria mía". Mateo 26:26-29
A diferencia de numerosas Iglesias ortodoxas y protestantes en las que los feligreses comulgan con la hostia y el vino, los fieles católicos sólo comulgan con la hostia consagrada, estando reservado el acto de comulgar con vino a los representantes de la Iglesia que ofician la misa. En el momento de la consagración, el dogma católico afirma que el vino de misa se convierte realmente en sangre (transubstanciación).
Para el acto de la eucaristía se usa vino, pero este ha de tener unas condiciones particulares, son los llamados Vinos de Misa. Según establece el Código de Derecho Canónico solo se especifica una única condición para el vino destinado a la consagración. El canon 924 del citado código establece: "El vino debe ser natural, del fruto de la vid, y no corrompido. No se puede agregar ningún aditivo ni conservante". Bajo estas premisas podemos calificar a los Vinos de Misa como los primeros vinos naturales. En cuanto a otros aspectos como el grado alcohólico, el tipo de vino y el propio sabor de este, dependerán del gusto de los obispos de cada país.
En base a estas disposiciones, y determinando que no vale cualquier vino, hay bodegas que elaboran bajo estas particularidades que mencionan habitualmente en su etiqueta impreso: "Apto para la Santa Misa". En caso de urgencia o de no disponer de un vino calificado como apto, el sacerdote podrá utilizar otro vino. Eso sí, siempre y cuando este sea de buena calidad. En España tradicionalmente se han usado diferentes tipos de vino para oficiar las misas: Mistela, Pajarete, Moscatel o incluso alguno autorizado con D.O. como Jerez, Tarragona o Terra Alta. Aún siendo una minoría, hay bodegas que se han especializado en la elaboración de esos vinos, incluso alguna cuenta con una trayectoria que alcanza los 160 años de tradición.
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