La botella de whisky más cara jamás vendida

El whisky fue destilado en 1926, estuvo evolucionando en una barrica de roble y fue embotellado en 1986

Lunes 20 de Noviembre de 2023

Compártelo

Leído › 2441 veces

Perspectiva de un Loch (lago) en las Highlands de Escocia. Foto de Iona Selas

Las personas somos únicas, especiales y muy, muy raras. ¿O no tanto? ¿Cómo, si no, se explica que alguien haya pagado la "módica" cantidad de 2.187.500 libras esterlinas por una botella de whisky Macallan 1926?

Sucedió el sábado pasado en una subasta de Sotheby´s celebrada en Londres. El whisky fue destilado en 1926, estuvo plácidamente evolucionando en una barrica de roble oscuro (?) europeo y fue embotellado en 1986. Al responsable de Sotheby´s se le permitió catar un sorbito del líquido para afirmar después: "Es muy rico, tiene muchos frutos secos, como era de esperar, muchas especias, mucha madera... es increíble".

Hasta aquí la noticia. Solo puedo decir que, como sumiller, estoy seguro de que le podría haber sacado muchos más matices a ese traguito, tanto en nariz, como en boca, y ya ni te cuento en sensaciones táctiles y en la retronasal; con muchos descriptores que se me vinieran a la mente nombrando las características adquiridas del whisky procedentes del roble (todos ellos pertinentes, seguro) y también podría adornar la cata con notas literarias épicas relacionadas con la experiencia de la degustación. Porque yo también soy una persona, única, especial y muy raro, como el whisky de marras... pero no tan "rico" como quien ha pagado esa cantidad de dinero por la botella.

La explicación: las personas del género Homo y de la especie sapiens se consideran a sí mismas como entes únicos que habitan un cuerpo dirigido por una mente que se ubica en la cabeza, la cual es coronada por el alma que, algunos, se ufanan de considerarla inmortal. ¿Realmente es así? La verdad es más terrestre; y corporal. Lo que encuentran los estudios científicos es un cuerpo compuesto por un número incalculable de células, y colonizado por otras bacterianas, víricas y de diversa índole cuyo número total excede en cantidades astronómicas al de las células propias. Así es; no más que la persona que ha comprado la botella se podrá vanagloriar (en su mente) de que su cuerpo va a disfrutar un producto exclusivo y único, ya que no hay otro whisky igual en el mundo.

Pero ¿qué hay de la dimensión trascendente que procura la degustación con nuestros sentidos de tal producto único? De entre todos los sentidos, el gusto y el olfato son los más primitivos; las sensaciones que provocan son inmediatas y simples en su percepción. El sentido del tacto nos enganchó a la vida en el momento de nacer; el sentido del olfato tiene connotaciones de futuro y, por definición, mueve a acercarse, o repele hacerlo; es un sentido dinámico, muy práctico. Y no importa que la persona no tenga facultades para realmente disfrutar de una degustación gastronómica más allá de darse la satisfacción que le permite su poder adquisitivo. De nada vale lo que nos parezca, o lo que pensemos respecto al poder de nuestra voluntad, pero la realidad es que hoy en día el único parámetro o factor relevante al que se aferran nuestras emociones es el hedonismo: algo, lo que sea, si puedo, lo quiero y lo compro, y luego ya veré si lo consumo. Eso es lo de menos.

¿Te gustó el artículo? Compártelo

Leído › 2441 veces