La crítica de vinos ha muerto

José Peñín

Lunes 03 de Enero de 2022

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La crítica vinícola ha muerto. Me refiero a la crítica en prosa de los artículos o reseñas. Solo quedamos unos pocos dinosaurios, como Andrés Proensa, Víctor de la Serna, este cronista y felizmente, en los últimos años, Pedro Ballesteros. Los conocimientos y experiencia nos dotan de este arrojo para contar, dentro de una educación, las luces, pero también las sombras del vino nuestro. Es posible que la mejora histórica de los vinos españoles deje un estrecho margen para este oficio, pero también hoy más que nunca se cruzan los intereses publicitarios con las bodegas, acrecentado por la explosión a través de las redes sociales de un innumerable orfeón de instagramers, tuiteros, ambassadors e influencers, de los cuales algunos cobran, o simplemente lo hacen por amiguismo, para reseñar solo las luces de las bodegas. Si alguna crítica se desprende de estos grupos es para ponernos a parir al periodismo veterano, a los que algunos llaman "críticos trajeados". Es cierto que hoy hay más comunicadores que hablan de vinos en comparación con los tiempos pasados, lo que supone más información global sobre la materia que nos ocupa y eso, a fin de cuentas, es bueno.

Cómo se criticaba antes

Hoy sería impensable una crítica de vinos como se publicó en Sobremesa en 1984: Carta de Plata: "Equilibrado, ligero. Un poco arreglado quizá en el laboratorio"; Campo Viejo: "El exceso de sulfuroso le añade un gusto a quemado"; San Simón: "Un vino que no se parece en nada a un jumilla". Incluso a un tinto tan reputado como Marqués de Riscal se le describió con "un gusto a tambor de detergente"

Otro episodio fue la retirada de la publicidad de Rumasa en la revista Bouquet que dirigía en los primeros años de los Ochenta. El Grupo nos canceló la publicidad contratada por una crítica bastante intrascendente de uno de sus vinos. No tardé ni un minuto en publicarlo en un editorial para dejar claro que, pese a perder este anunciante, supondría una advertencia a los demás de que ese no era el camino, y que una cosa es el periodismo y otra la publicidad. Tres meses más tarde volvieron a anunciarse.  Esto mismo ocurrió con el Grupo Carrión (el de Don Simón) en el año 1998 con la revista Sibaritas. La descripción que hice con sus valores y carencias del primer vino de alta gama Mayoral no gustó al anunciante, retirándonos una campaña para varios números de la revista. Es la arrogancia del poderoso que, después de un rotundo éxito en el mundo del vino popular, se estrena en el vino de calidad intentando influir arbitrariamente a los prescriptores y críticos. "Para qué vamos a anunciarnos -según las propias palabras de uno de los máximos responsables de la firma- si no habláis bien de nuestro vino". Esta queja la publiqué en otro editorial, siguiendo con mi estrategia empleada 15 años antes. Más tarde volvieron a contratar la campaña.

Cuidar las formas

El que practica la libertad con la pluma sabe que desgraciadamente su mensaje está limitado por la capacidad de entendimiento de los que lo leen. Y también, de nada vale el fin de una crítica justa y en muchos casos constructiva, si el afectado, incluso biempensante, lo interpreta como un ataque si la opinión no ha sido bien expresada.

Hay que ver lo fino que el crítico de vinos tiene que hilar para que sus catas sean rigurosas y no levanten ampollas. Es como el hilo que pende una parte sustanciosa de la supervivencia del medio, ante la dura prueba de opinar sobre los productos que precisamente se anuncian en sus páginas. No nos engañemos, el mundo de la crítica de vinos y de los restaurantes está lleno de sables empuñados que, revestido de una caza de brujas, afectan más al orgullo de sus dueños que a la clientela. Por desgracia en este país el elogio debe ser la norma, pero la crítica es otro cantar.

Mi máxima siempre ha sido cuidar las formas, algo poco corriente en este país. Una crítica que te permita desarrollar un lenguaje moderado sin ocultar las carencias y defectos, pero con conocimiento del producto. Por ejemplo, si la crítica es que ese vino es imbebible o que está oxidado, la bodega se cabreará porque es raro que un vino sea imbebible o que esté oxidado si no es por un defecto de esa botella, y esto está claro para unos y para otros. Pero si la descripción muy profesional es que el vino está ligeramente evolucionado y posiblemente haya estado con bajas dosis de sulfuroso, el bodeguero tomará otra actitud más comprensiva ante el buen conocimiento del crítico. Recuerdo una anécdota hace bastantes años, cuando un grupo de periodistas visitamos una bodega riojana y probamos sus vinos. El vino era discreto, bebible, pero con escasa expresión, como muchos en aquel tiempo. Uno de mis compañeros con sarcasmo dijo que si el viñedo fuera suyo lo arrancaría y construiría una fila de chalets adosados. El bodeguero indignado casi le echa de la bodega. Otro caso de comprensión por parte del bodeguero es concebir que su vino estaba catalogado como "no recomendable" en la clasificación por puntos en la Guía Peñin y que aparecía en las ediciones de finales de los años Noventa. Eran los vinos con puntuaciones entre los 50 y 59 puntos, que se describía así: "Un vino aceptable desde el punto de vista sanitario, pero no lúdico (puede presentar oxidaciones, defectos de larga conservación, trasiegos tardíos; o tratarse de vinos viejos en declive o jóvenes con aromas negativos de fermentación". Ninguna bodega nos llevó a los tribunales, nadie se quejó.

En ese buenismo falso que impera en los tiempos actuales, hay una frase de algunos críticos, no solo de vinos sino también de restaurantes, que me saca de quicio: "yo solo hablo de los vinos o restaurantes que me gustan". En realidad, no asimilan su papel de servicio público, pues tan importante es hablar de las carencias como de los valores de un vino que está en el mercado y el consumidor tiene el derecho a saberlo antes de comprar la botella. Hablar bien de un vino es fácil, pero una crítica negativa es más difícil porque pone más a prueba el conocimiento profesional del periodista.

José Peñín
Posiblemente el periodista y escritor de vinos más prolífico en habla hispana.
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