Javier Campo
Lunes 25 de Octubre de 2021
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Remontémonos al principio de la pandemia. Muchos restaurantes aun tienen vino del año anterior y esperan liquidarlo en Semana Santa. A su vez, las bodegas con las nuevas añadas a punto de salir. El mundo se detiene. El mundo se encierra. Y el consumo de vino se detiene y encierra con él.
Los hábitos cambian. A la fuerza, ahorcan. Esas tardes de copas de vino y tapas han dejado de existir y, las cenas con amigos en el restaurante favorito, también. Los consumidores asiduos de vino recaen en el lineal de las grandes superficies y solo algunos en tiendas especializadas. Pero, recordemos que la añada está parada en el almacén de muchas bodegas.
Esto hace que, las bodegas vendan a grandes superficies, vendan por lotes, vendan por internet directamente al usuario y vendan como sea. Como a todos les pasa un poco lo mismo, bajan precios para que pueda salir el producto. Esta práctica no es nada descabellada. Es totalmente comprensible ya que, si no se hace así, la bodega puede verse en la quiebra como muchos otros negocios.
¿Hemos comentado ya que se baja el precio? Los pocos restauradores que en el momento que pueden, abren o preparan take away también intentan vender el vino rebajando precios. Y en los lineales de las grandes superficies hacen el agosto y las ventas se disparan a precios competitivos para que el consumo aumente.
¿Hemos dicho ya que los hábitos cambian? El consumidor "estudia" un poco los precios de lo que le cuesta el vino en casa. Los restaurantes que se quitan de encima stock, aun no compran. Fin del preámbulo.
La restauración abre prácticamente sin restricciones desde hace pocos días. Parece ser que, casi todo, vuelve a una cierta normalidad. Y los precios de algunos vinos, también. Vuelven al precio que tenían antes de la pandemia. Y empiezan las quejas y las amenazas. Curiosamente, aunque el precio del producto cambió a menos, el precio de venta se mantuvo en muchos sitios. Y, ahora, se le exige al productor y al distribuidor que se mantenga el precio, que se les hagan promociones tipo 2-1 o, compro otro producto a otro.
Es decir: para salvarle la vida a uno, se tiene que sacrificar el otro que ya se ha sacrificado anteriormente y debe seguir haciéndolo bajo la coacción. Así, el precio de la uva está como está (por más cosas), el agricultor gana menos, la bodega debe ganar menos, el distribuidor debe ganar menos, el restaurador debe ganar más y el consumidor final pagar lo mismo. La ecuación está así. Es cierto que generalizar no es correcto y, muchos restauradores, hacen y han hecho las cosas bien. No hay que demonizar. Como todo, es una cuestión de equilibrio.
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