Beber en casa

La costumbre del consumo de vino solamente para momentos especiales, es un fenómeno que, no solo sucede en países cuya...

Carlos Lamoca Pérez

Lunes 25 de Enero de 2021

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La costumbre del consumo de vino solamente para momentos especiales, es un fenómeno que, no solo sucede en países cuya cultura gastronómica se ha apoyado mayoritariamente en el consumo de cerveza. También tiene lugar en países, como el nuestro, en los que, el vino ha sido y sigue siendo parte esencial de nuestra cultura. El fenómeno del "chikiteo" diario ha venido perdiendo adeptos desde hace tiempo (las circunstancias sociales y las nuevas costumbres lo han orillado de forma drástica). No obstante sí es cierto que, antes del confinamiento, aún tenía vigencia en fines de semana y/o en zonas geográficas donde continuaba siendo una tradición cuando no un aliciente turístico de primer orden. La pandemia se ha encargado de ir eliminando este fenómeno. ¿Temporalmente? Resulta muy aventurado pronosticar ese futuro pero no hay elemento alguno que invite a pensar que, esto, vuelva a ser como antes.

Desde siempre ha existido una clara segmentación en las formas de consumo del vino. De un lado tenemos lo que podemos denominar consumo de "Vino cotidiano" (chiquiteo, vinos de mesa, vinos de la casa, vinos de menú etc...); de otro lado lo que vamos a llamar consumo de "Vino ocasional" (vinos más seleccionados reservados para celebraciones en casa, bien en restaurantes e incluso, para guardar). Sobre estos dos segmentos del mercado ha actuado la pandemia de una forma irregular. Significativamente sobre los trasvases que ahora analizamos entre "Vino Cotidiano" y el "Vino ocasional".

El "Vino cotidiano", ha experimentado un doble efecto. De una parte, ha desaparecido prácticamente el "chikiteo", el poteo de pinchos y tapas, en suma, el consumo en barras. Este segmento de mercado, afecta ostensiblemente a los vinos sin crianza, destinados como estaban éstos a satisfacer este tipo de demanda informal.  De otra parte, se ha incrementado y de forma importante el consumo de vino en casa. Pero no del vino que normalmente se destinaba a esa finalidad, consumo del llamado "Vino de mesa", que se sigue manteniendo estable (es una seña de identidad de este tipo de consumo tradicional), sino de un tipo de vino más seleccionado, que sin llegar a ser el vino para celebraciones, sí es un vino en el que se busca una satisfacción que amortigüe los agresivos efectos del aislamiento domiciliario. En suma que, el consumidor de "Vino ocasional", impedido por las normas restrictivas de la pandemia, ha dejado de acudir al restaurante y ha pasado a beber vino en su casa. ¿Cuándo y cómo?

¿Cuándo? Pues todos los días de la semana. Todos. Particularmente, si está confinado y/o tele-trabaja. ¿Cómo y de qué categoría? No se ha enganchado al banderín del vino de mesa. Es un consumidor más exigente y busca "precio-calidad" que aproxime lo más posible el coste-restaurante anterior, con el coste-casa diario. Ello le lleva a navegar en la red a fin de detectar hallazgos, "vendimia seleccionada" o media-crianza (incluso crianzas de vinos nuevos) que le aporten sensaciones frescas y afrutadas, quizá tamizadas por un somero tostado, que le permitan beber a diario sin sobrecargar sus papilas con los potentes sabores de las grandes crianzas. Y por supuesto, sin que su economía se resienta. Beber razonablemente bien para comer razonablemente bien. Y para seguir resistiendo. Esa es la meta.

El consumidor de ese mercado emergente del "vino en casa", viene a "beber para comer". Busca relajarse luego de teletrabajar. Busca el momento que le permita hacer soportable el confinamiento. Busca vinos que no le exijan comer todos los días "Parfait de becada avec volutas de beluga" para maridarlos. Vinos ligeros, amables, vinos "de diario" que le hagan relajante el momento de una comida que, antes, cuando la nueva realidad no había destrozado su rutina, se ayudaba exclusivamente con agua esperando al fin de semana con los amigos. Ese nuevo vino diario, viene a colaborar a que, esa nueva comida diaria, sea lo más agradable posible, dentro de un panorama social desolador como el presente.

¿Cómo se ha movido la oferta en ese nuevo escenario de confinamiento? ¿Cómo están respondiendo las Bodegas a los cambios que experimenta el mercado del vino que, de no ser temporales y nosotros opinamos que no lo son, van a provocar un drástico cambio de costumbres en la demanda? Salvo alguna puntual excepción, las cosas siguen igual. No hay movimientos dirigidos a satisfacer directa y específicamente ese segmento emergente de mercado. No se ha pensado que, esa forma de vivir quizá sea la punta de un oceánico iceberg que más pronto que tarde, muestre el nacimiento de una nueva forma de disfrutar del vino.

Beber en casa. Llegar al domicilio del consumidor final con un producto de calidad y a un precio asequible que garantice la estabilidad del mercado. Algo que va a exigir renovar algunos aspectos puntuales de la oferta. A título de ejemplo:

  1. El vino: Vino nuevo. Primero y principal. Lograr un vino de diario con la suficiente calidad. Vino fresco, vino ligero. Ese será sin duda un gran vino. Un vino que se bebe. Que no se guarda. No convencionales vinos de mesa, sino vinos de calidad.
  2. La distribución: Las grandes bodegas no tendrán más remedio que configurar un sistema de despacho de pedidos web rápidos y rigurosos. Bien por ellas mismas, bien mediante alianzas. Algo que en el caso de pequeñas bodegas, puede lograrse a través de los Consejos Reguladores, negociando que sean estos los que canalicen la distribución productor-consumidor mediante una red especializada que garantice las específicas condiciones ambientales que requiere el transporte del vino y que, desgraciadamente, hoy no se respetan. Resulta paradójico que un ser vivo como lo es el vino, extremadamente cuidado en bodega, haya de soportar, en su transporte, el mismo trato que una caja de tornillos. Nadie se ha cuidado hasta la fecha de crear una red de distribución que asegure las exigentes condiciones ambientales de la conservación del vino. Un reto que necesita de algún emprendedor decidido a innovar.
  3. Bag in box: Una blasfemia cuando hablamos de vino, pero evidentemente el mejor medio de conservación del vino cuando, su consumo cotidiano, demanda adquirir muchas más botellas que cuando éstas, se adquirían para guardar. Bag in box de vinos de calidad. Un desafío no para los elaboradores, sino significativamente para los responsables de marketing que tendrán que convencer a todos los compradores que sigan anclados en "los retrogustos a frutos del bosque, regaliz y vainilla de Madagascar".

Muy probablemente de forma equivocada, se espera que todo esto se supere y las cosas vuelvan a ser igual que antes. Grave riesgo. Seguirá subsistiendo el "vino para guardar" pero habrá que esperar a que lleguen las nuevas formas de socializarnos. Mientras tanto, pocos reparan en que la gente joven y no tan joven, demanda vivir en entornos residenciales de baja densidad. En que hay un cada día más creciente movimiento social que se aleja de la aglomeración humana.  No tardando, tendrán los gobiernos que procurar ofrecer a los ciudadanos, esa posibilidad, de forma convencional. La debilidad de esta nuestra forma de vivir tradicional, ha dejado mucha herida, mucho dolor y mucho... miedo. El vino, ese compañero tan querido, tan amable, tan nuestro, no está para sentarse en una mesa de miedo y distancia social.

Carlos Lamoca Pérez
Inspector de Hacienda del Estado.
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