Un vino, un amigo

Hace unos días escribí unas reflexiones sobre las emociones que nos producen un vino y la manera de transmitirlas. Criticaba...

Viernes 10 de Junio de 2016

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Hace unos días escribí unas reflexiones sobre las emociones que nos producen un vino y la manera de transmitirlas. Criticaba en gran medida la manera tradicional de la mayoría de sumilleres, catadores o aficionados en general. Mucho adjetivo manido y poquita emoción.

Ahora quería incidir sobre el tema pero desde el aspecto comercial y hasta qué punto un vino se puede vender más o menos. No me refiero tanto a las marcas más clásicas, de ésas que conocemos de toda la vida, que llevan décadas en el mercado. Esos vinos ya como que "se venden solos". Me interesan más las bodegas pequeñas o medias que no llegan a 100.000 botellas al año.

Partamos de la base que hacen un buen vino y que su precio no es desproporcionado. Si el producto no es muy bueno y encima se han pasado de coste, el fracaso está garantizado. No. Pienso en esa legión de bodegueros que pertenecen a la nueva hornada que no llevan más de 15 años en el negocio. Gran parte de su éxito está en el trato humano, en qué nos transmite cuando nos acercamos a sus vinos.

Yo he tenido la suerte de comprobar dos casos muy parecidos. Un productor de txakolí de Álava y otro más recientemente, de la Rioja media. Ninguno de los dos se puede decir que sean "top" ni muy conocidos fuera de su ámbito. Pero a mí me enamoraron. Me he convertido es su embajador voluntario ahí donde vaya.

¿Qué hizo esta manera de sentir en mí? Fundamental la calidad de sus vinos. Excelentes. Me encantaron pero no menos fundamental fue la relación personal con esas dos personas. En 5 minutos había hecho dos grandes amigos. Mejor dicho, me hicieron sentir que yo era amigo suyo.

Pienso que el vino es prolongación de la persona que lo produce. El enorme esfuerzo técnico que supone embotellar un buen vino se debe acompañar con transmitir honestidad y humildad. Amistad en suma. Eso fue exactamente lo que me hicieron llegar esos dos bodegueros. Tuve siempre la sensación de que era todo fácil y las pegas eran muy fácilmente solucionables.

¿Cuántos bodegueros fallan en eso? Yo creo que demasiados. Pueden hacer buenos vinos pero no dan buen rollo por la razón que sea. Realmente al final, un vino es un ser vivo que debe transmitir lo mismo que la persona que lo produce. Animo a todo productor a potenciar sus valores más personales y genuinos. Sean más empáticos con la persona que se les acerca y venderán mucho más. Algo que se pueden aplicar sus comerciales, dicho sea de paso.

Presentar y vender vinos que te gustan y que encima los hacen amigos tuyos, es una de las cosas más placenteras del mundo.

Un artículo de Eloy González
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