El vino, los sentidos y el envase

Javier Campo

Jueves 15 de Abril de 2021

Este artículo se tendría que haber titulado “El bueno, el feo y el malo” como la película de Sergio Leone. Para muchos un gran clásico y para otros un mal spaghetti western. Pues esto nos pasa con el vino y los prejuicios. Lee.

Como todos sabemos o deberíamos saber, los sentidos son los mecanismos que nos permiten percibir sensaciones e interpretarlas como información. Sin entrar en fisiología avanzada, existen corrientes y estudios psicológicos que relacionan en profundidad la interacción entre los sentidos, sus variantes y la percepción que tenemos cada uno.

Parece ser, que para poder beber vino se usan los sentidos que todos tenemos en mente y que hemos aprendido en las fases de la cata que son la vista, el olfato y el gusto. Pero muchas veces, la interrelación entre estos tres sentidos nos juega malas pasadas mentales y, que se convierten en sensoriales. Aparentemente.

En el mundo del vino, los sentidos tienen un papel esencial. Y desde los departamentos de marketing y creatividad de las bodegas lo saben muy bien. Nuestro cerebro es influenciable, mediante los sentidos. Si pasamos por un lineal de botellas de vinos y vemos una etiqueta llamativa o un nombre irreverente, por ejemplo, nos paramos y miramos. Miramos el precio, miramos de donde es, que variedades tiene si lo pone y, a lo mejor te lo llevas.

Si en lugar de ser un lineal de botellas es de tetrabriks ya ni paramos. O sí. Porque obviamente, alguien tiene que comprar los tetrabriks. Y venderse se venden. Y vamos a nombrar al que ha sido sin duda el revolucionario de la historia de este envase: Don Simón. Para muchos, la empresa García Carrión y sus vinos son imbebibles, son muy malos, etc., etc... Pues algo habrán hecho bien ya que es la empresa española que más factura vendiendo vinos. Y estamos hablando de más de 850 millones de euros.

Cojamos una botella y cojamos un brik. Pongámoslo en una cata y demos a elegir. No hay ni que decir que la mayoría se decantaría por la botella. Ahora ponemos el contenido del brik en un decantador y dejamos la botella. La cosa cambia y se escoge menos la botella. Seguimos con los mismos vinos. Ponemos el brik en un vaso y la botella en una copa. A coger la copa. Ahora lo cambiamos y ponemos, el vino de brik en la copa y el de la botella en un vaso. "Pues no está mal"... Seguimos con los mismos vinos. Ahora, cambiamos el nombre y la visual en tamaño y cambiamos el tetrabrik por un bag in box. "Uy... este del bag in box está muy bueno". Pero seguimos con los dos mismos vinos.

Esto es solo un ejemplo. Y, el sentido de la vista nos ha condicionado. Pero el sentido del olfato, en el vaso, no "funciona" y si lo hace en la copa. El sentido del gusto debe esforzarse más. Y, no hemos hablado de las temperaturas o de las texturas. Ni siquiera hemos hablado del color. Y el color, también condiciona. ¿Nos acordamos del vino en brik puesto en el decantador? Su color es atractivo y lo ponemos en una copa que vale diez veces el precio del cartón de vino. Pero no lo sabes. Y como cambia ¿eh?

Y ahora entra otro sentido a jugar. El oído. El vino no se oye, podríamos decir. Pero sí escuchamos a quienes "saben" y nos condiciona a oler o notar el sabor de una u otra cosa. O has oído que este u otro vino está muy bueno o lo bebe fulanito o menganito y, entonces, tiene que ser bueno "que este sabe mucho de esto".

¿Queremos más ejemplos? Los prejuicios no son sentidos propiamente dichos, pero actúan sobre estos sin lugar a duda. Vemos un tapón de corcho, buen rollo. Vemos un tapón de rosca "no sé, no sé". El tipo de botella. La etiqueta y su diseño. La Denominación de Origen, llamémosla "R" es sinónimo de que estamos ante un buen vino y la Denominación de Origen "V" solo hace "vinos de batalla". Pero... ¿Cómo se llega a esta conclusión sin probarlo? Pues se llega porque la ignorancia es muy atrevida y, nuestros sentidos, en algunas ocasiones, nos mienten descaradamente.

Fijaros que hemos empezado hablando de un western. Y como en las películas de indios y vaqueros, ni los buenos son tan buenos, ni los malos, son tan malos.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos

Comenta