El proyecto europeo GRAPEBREED4IPM prevé reducir un 20% el uso de fungicidas en viñedos

Nuevas variedades de vid resistentes a enfermedades permitirán una viticultura más sostenible y menor impacto ambiental en Europa

Miércoles 03 de Diciembre de 2025

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El proyecto europeo GRAPEBREED4IPM prevé reducir un 20 por ciento el uso de fungicidas en viñedos

El centro tecnológico NEIKER participa en el proyecto europeo GRAPEBREED4IPM, que busca impulsar una viticultura más sostenible mediante el uso de variedades de vid resistentes a enfermedades como el mildiu y el oídio. Estas enfermedades afectan de forma habitual a los viñedos europeos y suelen controlarse con aplicaciones de fungicidas. El objetivo principal del proyecto es reducir la utilización de productos químicos, preservar el medio ambiente y mantener la calidad de la uva.

GRAPEBREED4IPM se centra en el desarrollo y promoción de variedades de vid con resistencia genética frente a patologías. Para ello, se estudian distintas líneas de selección y se evalúa su comportamiento y rendimiento en parcelas de producción bajo condiciones reales de cultivo. NEIKER aporta su experiencia en soluciones sostenibles para el sector vinícola, colaborando con viticultores locales para identificar las variedades que mejor se adaptan a los suelos y climas del territorio y que muestran una mayor resistencia frente a las enfermedades.

Ana Díez, investigadora del Departamento de Producción y Protección Vegetal de NEIKER, explica que la labor local es fundamental para comprobar la eficacia de las nuevas variedades en condiciones reales. Además, NEIKER participa en el observatorio OSCAR, una red impulsada por INRAE e IFV en Francia que agrupa parcelas con variedades resistentes en diferentes regiones europeas. Esta red facilita el intercambio de información técnica y ayuda a perfeccionar estrategias de manejo adaptadas a distintos climas y suelos.

El proyecto también estudia los efectos de estas nuevas variedades sobre el ecosistema del viñedo. Se analiza la presencia de artrópodos, la microbiota asociada a la uva y otros indicadores ecológicos para conocer cómo interactúan las variedades resistentes con el entorno natural. La información obtenida permitirá diseñar prácticas agronómicas que favorezcan la sostenibilidad del cultivo, reduzcan el impacto ambiental y mantengan el equilibrio natural del ecosistema.

La introducción de estas variedades resistentes beneficia tanto a la agricultura convencional como a la ecológica. Aunque esta última utiliza productos naturales, también depende de tratamientos fitosanitarios. Con las nuevas variedades, los viticultores pueden disminuir la necesidad de insumos químicos y mejorar la eficiencia y sostenibilidad de sus explotaciones. Según Ana Díez, se espera que al finalizar el proyecto se logre una reducción del 20% en el uso de fungicidas, con un objetivo a largo plazo del 50%.

Para facilitar la adopción de estas prácticas en el sector, se están desarrollando herramientas de apoyo a la decisión, guías para el manejo fitosanitario y pautas de plantación adaptadas a cada región. También se elaborarán hojas de ruta personalizadas para planificar la implantación y seguimiento de las nuevas variedades.

GRAPEBREED4IPM contribuye así a los objetivos marcados por el Pacto Verde Europeo, la Estrategia de Biodiversidad 2030 y la iniciativa “De la Granja a la Mesa”, que buscan un sector agroalimentario con menor uso de productos químicos, mayor biodiversidad y prácticas más sostenibles frente a plagas y cambios climáticos.

El proyecto comenzó en abril del año pasado y tiene una duración prevista hasta marzo de 2028. Está liderado por el Instituto Nacional de Investigación Agronómica, Alimentaria y Medioambiental (INRAE) junto con 19 socios internacionales y 2 asociados. Entre ellos figuran centros e institutos especializados en viticultura, universidades, viveros cooperativos y empresas del sector vinícola procedentes principalmente de Francia, Alemania, Italia, España y Suiza.

La financiación proviene principalmente del programa Horizonte Europa con un presupuesto total superior a los cinco millones de euros, además del apoyo económico aportado por Suiza a través de su Secretaría de Estado de Educación, Investigación e Innovación.

Con este tipo de iniciativas se busca avanzar hacia una viticultura menos dependiente de productos químicos, capaz de adaptarse mejor a los cambios ambientales y que contribuya al mantenimiento del entorno rural europeo.

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