Los kiwis protegen su vino

Kiwi es el apodo utilizado internacionalmente -sobre todo en el mundo anglófilo- para los habitantes de Nueva Zelanda, puesto que...

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Jueves 18 de Marzo de 2021

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Kiwi es el apodo utilizado internacionalmente -sobre todo en el mundo anglófilo- para los habitantes de Nueva Zelanda, puesto que ellos han popularizado denominarse así. El nombre deriva de un ave sin alas del género Apteryx nativo del archipiélago.​

Nueva Zelanda goza ahora de diez regiones vitivinícolas entre la Isla del Norte y la Isla del Sur: Northland, Auckland, Waikato/Bay of Plenty, Gisborne, bahía de Hawke, Wellington, Nelson, Marlborough, Canterbury/Waipara y Otago Central. El 80% de la producción esta concentrada en tres zonas: Marlborough (50%) -en la Isla del Sur- y Hawkes Bay (21%) y Gisborne (9%), ambas en la Isla del Norte.

La industria moderna del vino en Nueva Zelanda comenzó a mediados del siglo XX y se expandió rápidamente a principios del siglo XXI, con un promedio del 17% anual en las dos primeras décadas. En 2019, Nueva Zelanda produjo 297 millones de litros en 38,680 hectáreas -95,600 acres- de área de viñedo, aproximadamente tres cuartas partes de las cuales están dedicadas a Sauvignon Blanc.

Casi el 90% de la producción total se exporta -principalmente-a los Estados Unidos , Gran Bretaña y Australia , alcanzando un récord de 1.830 millones de dólares neozelandeses en ingresos de exportación en 2019. En cada uno de los 10 años anteriores, los neozelandeses consumieron una cantidad bastante constante de 20 litros de vino por adulto, aproximadamente un tercio del cual fue importado de otros países, principalmente Australia.

En términos cualitativos, sus vinos son ya una referencia a nivel mundial. Son vivos y frutales y se caracterizan por su acidez, concentración aromática y elegancia. Destacan sus vinos blancos hechos de Sauvignon blanc o de Chardonnay y los vinos tintos elaborados con Cabernet Sauvignon y algo de Merlot, o sus excelentes Pinot noir.

La reacció de Ardern ante el COVID-19

Aunque el COVID-19 no se ha cebado entre la población de Nueva Zelanda por las rápidas y excepcionales medidas de prevención tomadas muy a tiempo por Jacinda Ardern -primera ministra neozelandesa- el sector del vino no ha sido una excepción en la política de ayudas puestas en marcha por una política laborista, que podríamos definir como progresista de centroizquierda.

Los planes de Jacinda Ardern para el sector tienen dos ejes: el apoyo económico a los trabajadores del sector del vino y el apoyo financiero a las empresas. Por cuanto a éstas últimas, establece un sistema de préstamos de efectivo para pequeñas empresas (SBCS) -incluídos los comerciantes y los autónomos-  cuya asistencia puede llegar a los 100.000 dólares neozelandeses a las empresas que empleen hasta 50 empleados a tiempo completo.

Préstamos y protección del sector

Se proporcionan 10.000 dólares NZ a las empresas elegibles, con 1.800 dólares NZ adicionales por empleado a tiempo completo. Sin intereses si el préstamo se devuelve al estado en un plazo de dos años y con un tipo de interés del 3% durante un plazo máximo de cinco años, no teniendo que amortizar los dos primeros años. Empresarios, comerciantes y autónomos del sector vitivinícola deberan demostrar un mínimo del 30% de descenso de los ingresos por causa del COVID-19 a lo largo de 14 días en los últimos 6 meses. El importe máximo que pueden solicitar en préstamo se ajusta a la cantidad de empleados que se disponga a tiempo completo y a tiempo parcial. La medida protege también de despidos puesto que el préstamo se concede o no en función del número de empleados.

Por otro lado establecen la llamada hibernación de la deuda empresarial: esta iniciativa se diseñó específicamente para ayudar a gestionar las deudas de las empresas afectadas por el COVID-19. Además gozan del llamado Esquema de garantía de financiación empresarial: este esquema aprovecha la fortaleza financiera de la Corona, lo que permite a los bancos prestar préstamos para aliviar el estrés financiero de las empresas solventes afectadas por la pandemia. Las pequeñas y medianas empresas pueden optar a este esquema, que apoya a los prestadores para que el Gobierno asuma el 80% del riesgo de crédito (el otro 20% se lo llevan los bancos). Los préstamos se pueden utilizar para compras de capital y proyectos relacionados que den respuesta o estén recuperándose de los impactos del Covid-19.

Existen ayudas para las empresas que no puedan pagar impuestos al estado, sea cual sea el concepto. La finalidad de Ardern es que las empresas no se vean "ahogadas" por las deudas y que puedan continuar trabajando y produciendo pese a la coyuntura económica mundial que genera la pandemia, puesto que los mercados son mundiales.

La mirada política de Jacinda Ardern es de luces largas: su finalidad es mantener protegidos a los trabajadores para que no arriesguen sin sentido su salud por mantener a flote la economía y permitir que las empresas continúen funcionando con la finalidad de que el impacto laboral, empresarial y económico de la pandemia sea mínimo. En el caso del vino, la mayoría del producto es exportado y sabe que las empresas de su país necesitan seguir siendo competitivas para continuar escalando puestos en el ranquing de ventas mundial. Es de primer curso de Políticas.

En cambio, las bodegas españolas, deberán superar no sólo el impacto económico del COVID "solas ante el peligro"  sino también las barreras presentes en el mercado. Deben tener en cuenta las tendencias saludables que se aprecian entre los consumidores, entre las que destacan las preferencias por productos menos calóricos y con un contenido reducido de alcohol, así como la relevancia de productos orgánicos y sostenibles. Que Baco reparta suerte...   

Suen

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