¿Seguimos mirando en la etiqueta de dónde es el vino?

La etiqueta del vino es mucho más importante de lo que muchos puedan pensar y elegir un diseño adecuado, junto con el nombre, puede hacer que la comercialización del vino tenga más o menos éxito... y ¿la procedencia?

Javier Campo

Viernes 05 de Febrero de 2021

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No cabe duda de que la etiqueta es la cara visible del vino y sirve como condicionante muchas veces a la hora de elegirlo o fijarse en este. Y lo cierto es que además de lo llamativa o no que pueda ser la etiqueta, cumple con otra función que es la de informar.

Como todos sabemos, entre la etiqueta y la contraetiqueta deben aparecer por ley unas informaciones que nos hablen del vino. El grado alcohólico, el volumen (tamaño) de la botella, la categoría del tipo, si tiene o no crianza, alérgenos si los tuviese, la bodega, las variedades y, la procedencia. Este ultimo factor muchas veces es determinante para que el vino guste o no, aunque parezca descabellado.

Y es que, a veces y algunos, somos muy sugestionables en lo que al vino se refiere ya que vemos una etiqueta con un molino de viento y el vino automáticamente es de La Mancha. O una tipología de letra gótica y el vino ya tiene mucha madera. Y eso solo mirando la etiqueta. Cuando buscamos la procedencia, es peor. Si no está dentro de lo que "nos gusta", ya no se elige. Cuando en realidad lo que "nos gusta" es solo "lo que conocemos".

Esto durante mucho tiempo ha pasado y sigue pasando, lamentablemente, la animadversión por una determinada Denominación de Origen, el desencuentro político con una región, o la falta de las siglas D.O. hacen que ni siquiera se pruebe o que al conocer la información que no es la que queremos oír, la opinión cambia. Y es que nuestro cerebro a veces nos engaña.

Si te gusta un vino cuando lo pruebas y deja de gustarte cuando sabes de dónde proviene, probablemente estemos ante un condicionante cerebral si leyésemos al neurocientífico Ramachandran. Pero es bastante más sencillo. Se llama prejuicio. Esa opinión preconcebida de que algo no nos gusta porque viene de uno u otro sitio no es más que una antepuesta negación, por el motivo que sea.

Debemos aprender a no condicionarnos por factores previos tales como la variedad (que esto es otro tema que daría para mucho) o la procedencia. Seguramente, aprenderemos más y con ello, disfrutaremos más del vino, venga de dónde venga.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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