¿Porqué bebemos menos destilados después de comer?

No a todos les gustan los destilados o los licores después de comer. Hay muchas razones por las que ya no se pide una copa después de una comida en el restaurante. Conozcamos ciertas realidades.

Javier Campo

Lunes 21 de Septiembre de 2020

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Son varios los motivos y dependiendo del cristal con que se miran, más o menos importantes, porque como dice la voz popular "nunca llueve a gusto de todos". Es cierto que con la primera crisis (y digo primera porque con esto del Covid, ya sabemos cómo va a ir la cosa) el consumo de ciertas bebidas alcohólicas disminuyó notablemente. En este periodo de tiempo, 2006/08, el consumo de alcohol bajó por el poder adquisitivo, pero por más motivos. Empezando por los gustos y aquí hay poco que hablar.

El endurecimiento de las sanciones enmarcadas en la Ley de Circulación y las campañas de concienciación de consumo de alcohol y, conducción hicieron su efecto, afortunadamente. Gracias a ello probablemente se hayan salvado muchas vidas.

La Ley Antitabaco también fue un factor determinante ya que en muchos locales de restauración en los que se había habilitado una zona de fumadores (sobre todo de cigarros puros) también se acompañaba con una gama extensa de destilados, que alargaban la sobremesa y, el importe total de la cuenta también.

Cabe decir que en ningún caso estoy haciendo apología del tabaquismo. No fumo y nunca he fumado puros, además, el humo de los puros me molesta ostensiblemente. También hay que decir que tampoco estoy incitando al consumo de alcohol, porque el consumo moderado y responsable prima, sin lugar a duda.

Después de este breve paréntesis, continuare nombrando los motivos de porque no se bebe más destilados tras la comida. Una muy mala praxis por parte de ciertos locales es el acostumbrar a algunos clientes a la invitación. "Invítanos a unos chupitos ¿no?"

Aquí viene el primer error. El cliente (que es un jeta) pide al restaurador que le invite si o si a un licor o destilado porque "se ha gastado" un dineral en el menú (que a veces es de 12 €). Para que no se enfade el cliente, el restaurador acepta. Otro error. Entonces le sirve un licor vomitivo de muy bajo coste, pero contenta al susodicho. Esto se convierte en un "habito" instaurado y, si no se hace, parece que "estés quedando mal". Como comparativa os diré que, si vas al quiosco y compras La Vanguardia no pides que te inviten a un chicle.

Luego pasa que hay personas que van a comer a un restaurante y piden un chupito de whisky de malta, y cuando se lo traen, lo quieren en vaso ancho y con hielo. Cuando llega la cuenta, el chupito ya no vale lo que uno imaginaba porque le han cobrado una copa completa y, el cliente se mosquea, porque es el mismo jeta que antes. Luego está por el otro lado el restaurador que con el precio de una copa quiere pagar media botella y, por supuesto, el cliente se mosquea y no lo pide. Hoy en día todos sabemos el coste de las bebidas. Si se sirve en la copa adecuada, de manera adecuada y en un entorno en concreto, el precio puede subir de manera objetivamente justificada, pero no siempre es así, lamentablemente.

Otro de los motivos es que ha habido claras tendencias como la de consumir combinados de trago largo en lugar de destilados de copa tranquila. El ejemplo más claro es el gintonic que ha pasado del Larios con Finley en vaso de tubo al espectáculo malabarístico de la copa con 500 ingredientes combinables entre tónicas, ginebras, raíces, frutas y elementos decorativos varios. Y de las propiedades digestivas de un gintonic o de un destilado podríamos hablar largo y tendido.

La austeridad de una copa de Armagnac, visualmente, no tiene nada que hacer frente a la ostentación del gintonic. Esto no quiere decir que el gintonic no esté bueno. Al contrario, está muy bueno. Pero aquí el precio "se justifica" con el espectáculo y hay restauradores que saben hacer gintonics pero no saben cómo está hecho o de donde procede un Calvados. Para poder justificar su precio, digo.

No se me ha olvidado nombrar el volumen de alcohol, ya que no es lo mismo un vino con 14º que un whisky con 42º. Y curiosamente, la ginebra del gintonic tiene la misma cantidad de alcohol con tónica que sin tónica, no nos engañemos. Uno se toma un whisky sin hielo y le miran como si fuese un alcohólico, pero mientras, tu te estas hincando tres gintonics que son fresquitos y no afectan. Vamos hombre... El grado alcohólico también es un motivo del descenso del consumo. Pero como todo, es una cuestión de responsabilidad y de moderación.

No obstante, como todas las tendencias, son temporales y, las costumbres suelen ser cíclicas y, el whisky, el cognac, el armagnac o el tequila se han mantenido tímidamente en un rinconcito de la estantería para satisfacer el paladar de unos pocos que aun disfrutan de los interminables matices de estas bebidas.

Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
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